Tal y como anunciaba en una de mis últimas entradas, esta semana hemos organizado un seminario internacional entre científicos y líderes religiosos sobre el cuidado de nuestra casa común. Los problemas ambientales son muy graves, pero seguimos viviendo como si la Tierra fuera un ente ajeno a nosotros, como si el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degración de los suelos, o la contaminación del aire y del agua afectara a un planeta lejano, sin percatarnos de los efectos, ni considerar las causas. La ciencia se orienta a estudiar esos problemas, sus causas y sus tendencias, pero no puede sola resolverlos. Decía el decano de ciencias forestales de la universidad de Yale que tras cuarenta años estudiando problemas ambientales había llegado a la conclusión que sus causas últimas eran tres: el egoísmo, la avaricia y la apatía, y que ninguno de ellos podía resolverlo la ciencia. Es necesario el recurso a otras dimensiones del ser humano que inspiren un cambio de conducta. Las religiones y tradiciones espirituales del mundo son, indiduablemente, una de esas dimeniones, una de las más potentes. Hemos de recordar que todavía actualmente un 85% de los habitantes del planeta se consideran religiosos. Las religiones nos dan visiones del mundo, de quienes somos, de cuál es nuestra relación con Dios, con otros seres humanos y con las demás criaturas; nos dan estándares morales para comportarnos de acuerdo a unos valores intangibles; son un agente extraordinario en la educación de las personas, particularmente de la gente joven. Son, en definitiva, un aliado imprescindible para promover un cambio de valores.
Esta ha sido la principal conclusión del seminario que hemos organizado en el santurario católico de Torreciudad, al que han acudido científicos y líderes religiosos de 11 países y 8 tradiciones religiosas. En medio de un diálogo cordial y fructífero, hemos debatido sobre los principios y las acciones concretas, hemos subrayado el papel de cada ámbito del conocimiento, desde el respeto mutuo entre las distintas ramas del saber científico y las distintas tradiciones religiosas. Hay mucho que hacer, y las dificultades son muchas, pero es todavía más relevante lo que está en juego. No es sólo una cuestión de lideres políticos, de grandes corporaciones o de ONGs: es algo que nos afecta a todos, y que depende de todos. Cada uno puede hacer algo para reducir su huella ambiental, para gastar menos energía y menos recursos, para que sean más límpios y sostenibles, para reutilizarlos siempre que se pueda, para reciclarlos de la forma menos agresiva con el medio. Es un cambio de actitud, una conversión ecológica, como nos ha pedido el Papa Francisco en la encíclica Laudato si' verdadera inspiración de este seminario.
Animo a todos a leer la declaración final y adherirse a ella, a meditar en su contenido y hacer algo concreto en su vida que vaya en la dirección correcta.
Esta ha sido la principal conclusión del seminario que hemos organizado en el santurario católico de Torreciudad, al que han acudido científicos y líderes religiosos de 11 países y 8 tradiciones religiosas. En medio de un diálogo cordial y fructífero, hemos debatido sobre los principios y las acciones concretas, hemos subrayado el papel de cada ámbito del conocimiento, desde el respeto mutuo entre las distintas ramas del saber científico y las distintas tradiciones religiosas. Hay mucho que hacer, y las dificultades son muchas, pero es todavía más relevante lo que está en juego. No es sólo una cuestión de lideres políticos, de grandes corporaciones o de ONGs: es algo que nos afecta a todos, y que depende de todos. Cada uno puede hacer algo para reducir su huella ambiental, para gastar menos energía y menos recursos, para que sean más límpios y sostenibles, para reutilizarlos siempre que se pueda, para reciclarlos de la forma menos agresiva con el medio. Es un cambio de actitud, una conversión ecológica, como nos ha pedido el Papa Francisco en la encíclica Laudato si' verdadera inspiración de este seminario.
Animo a todos a leer la declaración final y adherirse a ella, a meditar en su contenido y hacer algo concreto en su vida que vaya en la dirección correcta.