Mañana una toboseña será beatificada en la Catedral de la Almudena (Madrid) junto a trece concepcionistas franciscanas. Nueve compañeras suyas del Monasterio de Madrid, dos del Pardo y las dos de Escalona, cuya vida y martirio hemos narrado estos días.

Esta foto fue publicada en El Castellano Gráfico del 7 de junio de 1928. Aquí la magnífica página de la parroquia: https://eltobosoparroquia.es/

Manuela Prensa Cano nació un 25 de junio del año 1887 en El Toboso. Hija de Manuel Prensa Sánchez y Cirila Cano Casas, fue bautizada al día siguiente de su nacimiento en la Iglesia Parroquial San Antonio Abad. Con tan solo ocho años, se traslada a Madrid junto con sus padres, que pasaron a ser recaderos del convento de monjas Concepcionistas de San José de Madrid. A los 17 años recibe la Confirmación y al año siguiente, con tan solo 18 años, el 5 de abril de 1905 pide el ingreso en el monasterio de la Orden de la Inmaculada Concepción. El 22 de noviembre de 1906, cuando hace su primera profesión de votos, toma el nombre de Sor María del Santísimo Sacramento, y cuatro años más tarde emitió los votos perpetuos con los que se ligaba al convento perpetuamente. Un año antes falleció su padre.

Aunque nada sabemos de su preparación académica, el Señor la revistió de grandes dotes para la música y el canto, así como maestra de solfeo y canto entre las jóvenes del monasterio. Ejerció el oficio de secretaria de la superiora y de la Comunidad, cuya redacción de documentos evidenciaban mucha claridad, inteligente distribución del texto propio de una mente despejada y ordenada. También cultivó una imaginación creativa y brillante empleando infinidad de recursos para dar alegría, novedad y realce a las fiestas y acontecimientos extraordinarios de la Comunidad, y hasta fue directora de escena pues en las entre vísperas de su tormento preparó y dirigió la escenificación del martirio de Santa Inés, preludio de lo que después le tocaría a ella experimentar en carne propia.

Además de sus extraordinarias cualidades humanas y artísticas, Sor María cultivó su alma por medio de una gran vida interior de recogimiento, silencio, siempre dada a la presencia de Dios que la condujo a ser, además de maestra de novicias, un verdadero ángel de consuelo para las más jóvenes en los días previos al martirio por medio de un testimonio y ánimo de superación así como por sus ideas claras de que lo que más les podía suceder en esa situación era la muerte por Cristo y por su fe era el mejor sentido o empleo de la vida, porque les abría las puertas de una existencia feliz e inacabable. Esto sucedió el 8 de noviembre de 1936 (P. Rainerio García de Nava,  “Odisea Martirial de Catorce Concepcionistas”, Torrijos (2011), páginas 73-79).

El martirio

«El 18 de julio de 1936, por la tarde, en el Monasterio de San José de Madrid [nº 19 de la calle Sagasti], habían traspasado la clausura los gritos de ¡Mueran las monjas! Al día siguiente, como era su costumbre, asistieron a la Santa Misa a las ocho de la mañana. Y, cuando iban recogidas camino del comedor, la madre abadesa les dio la orden de volver al coro para consumir el Santísimo.

Las monjas se refugiaron a 500 metros del monasterio, en una casa situada en la séptima planta de la calle Francisco Silvela número 45. La estancia ni era espaciosa para albergar a 18 mujeres, ni tampoco confortable. Apenas estaba amueblada, y entre otras muchas cosas faltaban camas, por lo que la mayoría tenían que dormir en el suelo, abrigándose con lo que podían, ya que del monasterio salieron con lo puesto y un pequeño hatillo con las cosas de uso inmediato y personal.

La inactividad obligada la aprovecharon para fortalecer su vida espiritual, que fue sin duda la mejor preparación para afrontar lo que estaba por venir. Una de las monjas dejó por escrito que en comunidad rezaban las Horas litúrgicas, recitaban las ciento cincuenta avemarías de los quince misterios del Rosario, hacían las lecturas espirituales y dedicaban dos horas diarias a la oración mental. Y, desde luego, nunca se interrumpía la presencia de Dios.

Pero desgraciadamente estaban instaladas en uno de los peores barrios de Madrid, atenazado por el terror rojo, impuesto sobre todo desde el Ateneo Libertario de Ventas, donde se concentraban los elementos más sanguinarios del barrio… Meses después ante el portal de esta casa aparcaron varios coches la noche del 7 de noviembre de 1936. De las 18 monjas que componían la comunidad, ese día solo quedaban 10 [entre ellas la toboseña Manuela Presa, Sor Mª del Santísimo Sacramento] en el piso pues los ocho restantes se habían acomodado en casas de amigos y familiares de Madrid. La madre Carmen, que era la abadesa, aunque la invitaron a ir a una de las casas, se negó porque quería estar junto a su comunidad hasta el final.

No se sabe a ciencia cierta si las diez concepcionistas fueron asesinadas en Paracuellos o en los descampados de la plaza de toros de Ventas, justo donde hoy se encuentran los chiqueros. Partidario de que fueron martirizadas en este último lugar es José Manuel Ezpeleta, un hombre bueno y generoso, incansable investigador desde hace años, con quien estamos en deuda los españoles, por proporcionarnos tantas informaciones de cómo miles de nuestros antepasados dieron su vida por defender nuestra fe» (Javier Paredes, “Mártires concepcionistas”, en Hispanidad.com, 9 y 16 de diciembre de 2018).