A todos nos ayuda tener puntos de referencia; es decir, ejemplos a seguir. Ya sea a nivel familiar, social o profesional. El problema de nuestro tiempo es que las grandes figuras brillan por su ausencia y, salvo excepciones, se va perdiendo la capacidad de soñar y ponerse metas trascendentes. ¿La razón? Necesitamos conocer o constatar casos reales para convencernos de que es posible. Por eso la Iglesia propone a los santos y santas como modelos. En ellos, la fe se hizo realidad de un modo realista, pensante, humano e interesante. Las nuevas generaciones, ante el déficit de figuras relevantes –y por relevancia, queremos decir coherencia en materia de valores-, ven lejana la posibilidad de alcanzar la felicidad, siendo profundos o sólidos en medio de un contexto débil que exalta la ignorancia, rechazando la sabiduría bajo las etiquetas de “antiguo”, “intolerante” o “prohibitivo”. Así las cosas, muchos católicos, con buena intención, han intentado hacer que la fe sea más atractiva; sin embargo, se ha cometido un error que vale la pena asumir y corregir: la convicción de copiarlos. Es decir, tener 40 años y vestirse como lo haría un estudiante de bachillerato. Puede que haya un éxito inicial, debido a la novedad, pero será de corta duración, pues en realidad lo que andan buscando es personas con experiencia, capaces de saber cómo hablarles pero sin jugar a los adolescentes. No quieren un clon, sino alguien que los acompañe desde el camino que previamente han recorrido.
Esto también tiene que ver con la forma de promover vocaciones a la vida religiosa o sacerdotal. A veces, en los videos que se preparan para compartir un día normal en el noviciado, salen disfrazados con lentes de sol y trajes raros, equivalentes a una película de ciencia ficción. En realidad, no es malo, pues son estilos que forman parte de la cultura cinematográfica e incluso musical. De hecho, se entiende perfectamente que lo que buscan es romper con los prejuicios de que los señalan como aburridos, pero lo cierto es que provoca el efecto contrario, porque no resulta auténtico o, cuando menos, reflejo de su sello o aporte específico. Lo interesante sería dar a conocer lo que es propio de la Iglesia, la esencia de la vida religiosa. Por ejemplo, mostrar un día normal más allá de la utilería, contando experiencias reales con personas de carne y hueso. Hace poco, la Delegación de Pastoral Vocacional de Madrid, lanzó un video clip en el que aparecen varios sacerdotes, en tres escenarios distintos, esperando ver el desenlace de un partido de fútbol. Sin duda, un aporte excelente, porque hizo ver el valor del deporte y, sobre todo, la naturalidad con la que tres sacerdotes esperan, como cualquier persona, un evento de semejante calibre, con su respectiva fiesta y, al mismo tiempo, el hecho de verse llamados y rodeados de muchas personas que, a esa hora, tuvieron que atender, perdiéndose una parte. Es decir, fue un video realista, sin ideas cursis o pseudo espirituales. En ese caso, adelante, pero no cuando se pretende vender algo que, de hecho, nunca será. ¿Qué es lo que luego pasa? Entran al seminario y, al ver que no todo era como en la “portada” o “empaque”, caen en la desilusión. Algo que hacía el V.P. Félix de Jesús Rougier en sus giras vocacionales era hablarles con sencillez sobre su congregación. Es decir, mantenía la “chispa”, la ilusión del proyecto, pero nunca exageraba porque eso podía restarles libertad al decidir.
En el campo de la educación, los estudiantes no necesitan que el profesor sea uno de ellos, en el sentido de que se ponga a imitarlos, porque eso hace que se pierda la seriedad. ¿Pero y el fácil acceso? Se puede ser alguien significativo, sin necesidad de perder los límites que son propios de la disciplina. Es más, el que esto escribe, ha encontrado las mejores respuestas en personas mayores que, sin actuar impulsivamente, hablan desde la experiencia, con un coherencia clara que invita a hacer proceso y llegar a lo que han llegado.
Entonces, ¿qué nos toca?, ¿cómo ayudar a los jóvenes? Siendo nosotros mismos y compartiéndoles lo que hemos ido asumiendo y viviendo. Hacerlo, con un lenguaje claro, accesible, pero sin actuar o copiarlos al punto de que ya no sepan si somos adultos o personas desubicadas. Claro que hay que reír con ellos, rompiendo el formalismo exagerado, pero desde la identidad que hemos ido asumiendo; es decir, entendiendo que estamos para ayudarlos a tomar decisiones. Nuestra coherencia, el esfuerzo diario por perseverar en la fe, será la mejor referencia para ellos.
Esto también tiene que ver con la forma de promover vocaciones a la vida religiosa o sacerdotal. A veces, en los videos que se preparan para compartir un día normal en el noviciado, salen disfrazados con lentes de sol y trajes raros, equivalentes a una película de ciencia ficción. En realidad, no es malo, pues son estilos que forman parte de la cultura cinematográfica e incluso musical. De hecho, se entiende perfectamente que lo que buscan es romper con los prejuicios de que los señalan como aburridos, pero lo cierto es que provoca el efecto contrario, porque no resulta auténtico o, cuando menos, reflejo de su sello o aporte específico. Lo interesante sería dar a conocer lo que es propio de la Iglesia, la esencia de la vida religiosa. Por ejemplo, mostrar un día normal más allá de la utilería, contando experiencias reales con personas de carne y hueso. Hace poco, la Delegación de Pastoral Vocacional de Madrid, lanzó un video clip en el que aparecen varios sacerdotes, en tres escenarios distintos, esperando ver el desenlace de un partido de fútbol. Sin duda, un aporte excelente, porque hizo ver el valor del deporte y, sobre todo, la naturalidad con la que tres sacerdotes esperan, como cualquier persona, un evento de semejante calibre, con su respectiva fiesta y, al mismo tiempo, el hecho de verse llamados y rodeados de muchas personas que, a esa hora, tuvieron que atender, perdiéndose una parte. Es decir, fue un video realista, sin ideas cursis o pseudo espirituales. En ese caso, adelante, pero no cuando se pretende vender algo que, de hecho, nunca será. ¿Qué es lo que luego pasa? Entran al seminario y, al ver que no todo era como en la “portada” o “empaque”, caen en la desilusión. Algo que hacía el V.P. Félix de Jesús Rougier en sus giras vocacionales era hablarles con sencillez sobre su congregación. Es decir, mantenía la “chispa”, la ilusión del proyecto, pero nunca exageraba porque eso podía restarles libertad al decidir.
En el campo de la educación, los estudiantes no necesitan que el profesor sea uno de ellos, en el sentido de que se ponga a imitarlos, porque eso hace que se pierda la seriedad. ¿Pero y el fácil acceso? Se puede ser alguien significativo, sin necesidad de perder los límites que son propios de la disciplina. Es más, el que esto escribe, ha encontrado las mejores respuestas en personas mayores que, sin actuar impulsivamente, hablan desde la experiencia, con un coherencia clara que invita a hacer proceso y llegar a lo que han llegado.
Entonces, ¿qué nos toca?, ¿cómo ayudar a los jóvenes? Siendo nosotros mismos y compartiéndoles lo que hemos ido asumiendo y viviendo. Hacerlo, con un lenguaje claro, accesible, pero sin actuar o copiarlos al punto de que ya no sepan si somos adultos o personas desubicadas. Claro que hay que reír con ellos, rompiendo el formalismo exagerado, pero desde la identidad que hemos ido asumiendo; es decir, entendiendo que estamos para ayudarlos a tomar decisiones. Nuestra coherencia, el esfuerzo diario por perseverar en la fe, será la mejor referencia para ellos.