Don Juan Francisco Rivera Recio, que escribió el martirologio de la Archidiócesis de Toledo, recoge en el epílogo que, con motivo del Concilio de Nicea (325) pudieron, por fin, reunirse los obispos que habían sobrevivido a la cruel persecución durante los últimos coletazos del Imperio Romano.
Entones proseguía:
“Así, también como ellos, llegaban a Toledo para incorporarse a sus puestos en intermitente goteo, los doscientos sacerdotes supervivientes de la gran prueba. Venían torturados, con los nervios deshechos, con la faz demacrada, enflaquecidos, víctimas a veces de enfermedades que ya no tenían remedio humano posible. Algunos no pudieron presentarse porque, próximos a la muerte, se encontraban agonizantes en hospitales y sanatorios. El sobresalto constante, los encarcelamientos, los trabajos forzados, duros e indecorosos, las reclusiones permanentes en lugares inverosímiles sin aire, sin luz, sin higiene, con pésima alimentación. Siempre con la vida amenazada; huidizos y proscritos como criminales.
[…] Se lo rendimos -este homenaje- con emoción y plena conciencia, los que llegamos tras ellos para laborar la tierra diocesana de Toledo, sobreabundantemente abonada con el martirio cruento de los que en ella derramaron su sangre y con el caudal meritorio de los supervivientes de la persecución religiosa en la diócesis de Toledo (del 1936 al 1939)”.
Somos herederos de los mártires sobre los que se cimentó la Iglesia. No sufrimos ninguna novedad que Cristo Nuestro Señor no nos hubiese avanzado.
El Cardenal de Valencia, que fue antes nuestro Cardenal en la Sede Primada, monseñor Antonio Cañizares Llovera ocupa la sede levantina tras otro arzobispo que también pasó por Toledo, monseñor Prudencio Melo y Alcalde[1]. Conservo estas fotos de una revista que se llamaba La Hormiga de Oro.
La Hormiga de Oro fue una revista española editada en Barcelona entre 1884 y 1936. Su fundador fue Luis María de Llauder y era de ideología carlista y católica. Estaba escrita en castellano. La revista presentaba grabados variados y de calidad muy cuidada. La Hormiga de Oro surgió como una alternativa católica a la prensa ilustrada de la época. La publicación formaba parte de una empresa homónima que reunía, además de a la propia revista, una librería [que cerró hace un año, después de 130 años de presencia en la ciudad Condal] y una imprenta.
La Hormiga de Oro recoge este interesante pie de foto en el ejemplar del 2 de abril de 1932: "El Arzobispo Melo durante su visita al párroco de Sollana, gravemente herido por los comunistas que, con el pretexto de que auxiliara a un enfermo, le agredieron cobardemente".
Estas tres fotos son de un robo sacrílego en Chirivela (Valencia), del 19 de abril de 1934:
No hay nada nuevo bajo el sol… son así de aburridos, solo saben repetirse. Pero para nosotros se trata de los atentados más graves contra Cristo en la Eucaristía o ahora contra la burla blasfema a la Virgen de los Desamparados y a la querida Virgen de Montserrat.
Le acompañamos en esta hora de sufrimiento en la que no olvidamos que en cada momento de cruz ofrecemos nuestras pobres vidas a Dios Todopoderoso.
¡Ánimo, querido don Antonio!
Entones proseguía:
“Así, también como ellos, llegaban a Toledo para incorporarse a sus puestos en intermitente goteo, los doscientos sacerdotes supervivientes de la gran prueba. Venían torturados, con los nervios deshechos, con la faz demacrada, enflaquecidos, víctimas a veces de enfermedades que ya no tenían remedio humano posible. Algunos no pudieron presentarse porque, próximos a la muerte, se encontraban agonizantes en hospitales y sanatorios. El sobresalto constante, los encarcelamientos, los trabajos forzados, duros e indecorosos, las reclusiones permanentes en lugares inverosímiles sin aire, sin luz, sin higiene, con pésima alimentación. Siempre con la vida amenazada; huidizos y proscritos como criminales.
[…] Se lo rendimos -este homenaje- con emoción y plena conciencia, los que llegamos tras ellos para laborar la tierra diocesana de Toledo, sobreabundantemente abonada con el martirio cruento de los que en ella derramaron su sangre y con el caudal meritorio de los supervivientes de la persecución religiosa en la diócesis de Toledo (del 1936 al 1939)”.
Somos herederos de los mártires sobre los que se cimentó la Iglesia. No sufrimos ninguna novedad que Cristo Nuestro Señor no nos hubiese avanzado.
El Cardenal de Valencia, que fue antes nuestro Cardenal en la Sede Primada, monseñor Antonio Cañizares Llovera ocupa la sede levantina tras otro arzobispo que también pasó por Toledo, monseñor Prudencio Melo y Alcalde[1]. Conservo estas fotos de una revista que se llamaba La Hormiga de Oro.
La Hormiga de Oro fue una revista española editada en Barcelona entre 1884 y 1936. Su fundador fue Luis María de Llauder y era de ideología carlista y católica. Estaba escrita en castellano. La revista presentaba grabados variados y de calidad muy cuidada. La Hormiga de Oro surgió como una alternativa católica a la prensa ilustrada de la época. La publicación formaba parte de una empresa homónima que reunía, además de a la propia revista, una librería [que cerró hace un año, después de 130 años de presencia en la ciudad Condal] y una imprenta.
La Hormiga de Oro recoge este interesante pie de foto en el ejemplar del 2 de abril de 1932: "El Arzobispo Melo durante su visita al párroco de Sollana, gravemente herido por los comunistas que, con el pretexto de que auxiliara a un enfermo, le agredieron cobardemente".
Estas tres fotos son de un robo sacrílego en Chirivela (Valencia), del 19 de abril de 1934:
No hay nada nuevo bajo el sol… son así de aburridos, solo saben repetirse. Pero para nosotros se trata de los atentados más graves contra Cristo en la Eucaristía o ahora contra la burla blasfema a la Virgen de los Desamparados y a la querida Virgen de Montserrat.
Le acompañamos en esta hora de sufrimiento en la que no olvidamos que en cada momento de cruz ofrecemos nuestras pobres vidas a Dios Todopoderoso.
¡Ánimo, querido don Antonio!
[1] Fue consagrado obispo auxiliar de Toledo, el 20 de marzo de 1908, y permaneció en la Sede Primada hasta el 18 de julio de 1913 en que fue preconizado obispo de Vitoria. El 22 de marzo de 1917 fue trasladado a Madrid. Y, finalmente, fue nombrado arzobispo de Valencia e hizo su entrada en la Ciudad del Turia el 8 de julio de 1923. Como explica el episcopologio de www.archivalencia.org “al producirse la guerra civil de 1936 se encontraba en Burgos, su ciudad natal. Con dolor vio cómo los templos de la diócesis de Valencia eran profanados y el culto suprimido. Tras la muerte del benemérito sacerdote Rafael Ramón Llin fueron asesinados 352 sacerdotes diocesanos, centenares de religiosos e innumerables seglares católicos. A pesar de la avanzada edad en que se encontraba comenzó en 1939 la restauración de la Diócesis”. Trabajó incansablemente hasta que el 31 de octubre de 1945 falleció a los 85 años de edad.