Doy por supuesto que todos sabemos lo que es una democracia. Otra cosa es que realmente estemos dispuestos a respetar las reglas del juego. En principio todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos para opinar, para disentir, para oponernos. Pero algunos son tan demócratas que se erigen en modelos y prototipos de la libertad de pensamiento y de acción. Y, claro, todos los que no entran por su aro son fascistas, totalitarios, cavernícolas, retrógrados, y todo lo que quieras. La libertad soy yo, la verdad es la mía, no hay más solución que la que yo propongo, yo o el caos…

Es verdad aquella expresión tan genial del autor de “Rebelión en la granja”: --Todos son iguales, pero algunos somos más iguales que otros –dijeron los cerdos que se erigieron en cabecillas del cotarro. Todos tienen derecho a la libertad de expresión, pero el que no esté de acuerdo conmigo más vale que se calle. Y esto es lo que estamos viviendo.

 
            Yo me pregunto, por ejemplo: -¿Los católico de España son españoles? Si son españoles, ¿tienen los mismos derechos que los demás? Y si tienen los mismos derechos que los demás, ¿pueden opinar? O es que solo pueden emitir un juicio de valor los que tienen la sartén por el mango. ¿Desde cuándo tienen los dirigentes públicos la exclusiva de hablar de cosas que nos importan a todos?

            Pero dirán: -Por supuesto que todos tienen derecho a opinar, pero sólo puede hacer público su pensamiento el que esté de acuerdo conmigo. Los demás que se callen, y que se pongan a rezar en el rincón…- La verdad es que se dicen tantas burradas que pienso que debe dolerles la boca. La Iglesia lleva ya dos mil años hablando y conviviendo, mejor o peor, con regímenes de todos los colores. Y nunca se ha callado, aun que le haya costado la vida a miles. Y esto lo sabe bien el socialismo histórico. Pero la verdad nos hace libres, hasta dar la vida si es preciso por ser fieles a unos principios irrenunciables.  

            Parece que en el Vaticano preocupa el zapaterismo. Se observa una maquinación entre compinches hispanoamericanos para crear un frente común contra los principios cristianos. El Sr. Zapatero, desde la próxima presidencia de Europa, intentará sembrar la cizaña que pueda. Menos mal que ya lo conocen. Pero es una lástima que los valores que dieron vida a Europa sean ridiculizados por los que no ven más allá de las siglas de su partido. Hemos de aprender, al menos,  del empeño tozudo que ponen en imponer sus ideas desde una forzada democracia.

                                                              Juan García Inza