Si la oración es dejarse amar por Dios, y ese Amor, como no puede ser de otro modo, engendra Amor en el orante, este Amor generado se también necesariamente como respuesta generosa. Porque el amor es en sí y de por sí dinámico, efusivo y difusivo: tiende irresistiblemente a donarse. Este intercambio de amor es verdadera y profunda amistad.
La oración, pues, es amistad. La más gratificante amistad. Amistad renovadora, además. O mejor, amistad, sin más. Diría que la oración así entendida es quizá la mejor manera de entenderla. Y seguramente también, de practicarla.
Santa Teresa, explicándonos su experiencia de oración, la describe así: No es otra cosa, oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a sola con quien sabemos nos ama (Vida, c.8, n.5).
Muy claro, por lo llanamente dicho y porque es fruto de su experiencia.
Pero veamos aquí qué es amistad, para entender la oración como ejercicio o trato de la misma. La verdadera amistad (que pocos, a mi parecer, la entienden y quizá menos la practican):
- Es comunión recíproca: entre amigos sintonizan y existen recíprocamente el uno para el otro.
- Es intercambio de amor y de conocimiento: los amigos no se reservan algo de amor para sí, sería egoísmo, al tiempo que se abren en mutuo conocimiento.
- Es diálogo y comunicación interpersonal: precisamente por ser y para ser intercambio de lo mejor: amor, respeto y conocimiento.
- Es confianza mutua, sinceridad, apertura y transparencia.
- , sobre todo, donación gratuita de uno mismo: sin egoísmo y sin esperar nada a cambio.
- Es poner siempre el acento en el otro, “olvidándose” uno de sí.
- Es mirar más el bien de la persona amada que el propio bien, que es secundario.
- Es fiarse y con-fiarse sin reservas.
Así y eso es la amistad. Y la oración vivida como trato de amistad verdadera es esto: donación de amor mutuo y sin retaceos, con todo lo que ello implique entre Dios y el hombre. Amor que, partiendo de Dios mismo y por iniciativa suya, se desborda en el corazón orante, le transforma y le capacita para responder amando en reciprocidad. Amistad y oración, nos enseñan los santos con su experiencia, se explican y se implican mutuamente, se esclarecen y se complementan.
El orante tiene conciencia y sabe bien que Dios le ama. En fe posee certeza y convencimiento de ello. Y abierto a ese Amor como la rosa al sol, devuelve Amo con libertad y gozo: todo y el mismo Amor que ha recibido sin mérito alguno y sin poder ni quererse quedar con nada. Dicho de otro modo: se lanza al Amor-de-amistad con Dios como sediento a la fuente, con aquellas característica propias de la amistad antes dichas. Y todo ello, en un clima de soledad silenciosa donde uno es uno mismo y se da entero al Otro con todo lo que el Otro es, posee y puede.
La oración como presencia y trato de amistad, es la experiencia más simplemente asombrosa, estremecedora, transformadora… humano-divina.
Intenta ahora aunque sea pobremente hacer tú mismo la experiencia.
***
La práctica orante:
1.- Llegado el momento, tal vez ahora mismo, es oportuno retirarte. Y ahí, en ese lugar tan tuyo para la intimidad con el Señor, entra y sitúate con calma… Toma la postura que más te ayude, la más pacificadora, la menos tensa… Es importante para recogerte e interiorizarte. El cuerpo se mueve y remueve porque busca y exige su propia manera de estar bien… ahí la imagen y la Palabra que merece su lugar preferente y destacado… Si quieres, tómala con reverencia y bésala… ¿Por qué no?
2.- Estáis los dos: el Amigo amado y esperado, y tú mismo, el amado del Amigo… Estáis solos los dos. Toma conciencia serena y sin violentar nada de esa presencia mutua, de ese estar para estar gratuitamente, porque sois íntimos amigos: el Señor… y tú. En gratuidad queréis compartir un momento, ¿cómo no?, si los dos lo esperabais… y buscabais…y queríais, porque os amáis… Está presente Él…, para ti… Acoge con gozo sereno esa presencia… Y tú, ¿estás así de presente para Él? Con fe y amor, intenta estar…, y darte… ¡Es hora de amistad… De recíproco amor!
3.- Ejercita la confianza…, la apertura…, la comunión…, el amor… ¿Qué dice el Amigo?... ¿Qué da?... ¿Se da?... La presencia y la relación-comunión son incontestables. ¿Te das cuenta? Cree… y ama… La rosa se abre al sol sin violencia, sin tensión. Está con receptividad activa, es decir, presencia y atención amorosa. ¿Y tú?... ¿Cómo estás tú?... ¿Qué le dices?... ¿Qué le das?... ¿Te das?... Tal vez te está brotando una honda comunicación que no necesita palabras… ¡Mejor! Tal vez, ¿quién sabe?, es todo como un abrazo de amistad confiada, identificación mutua…
4.- Olvídate un poco de ti: fíate de Él…, confíale tus cosas: tu persona, tus quereres, tus proyectos… Fíate de Él… Sabe, puede y quiere para ti lo mejor…Lo que tú no tienes ni puedes… Mírale fijamente a los ojos… Mírale… ¿Resiste tu mirada?... Mírale… ¿Resistes su mirada?... Sin temor… con mucha simplicidad y amor…
5.- Es difícil terminar este momento. Es un poco doloroso. Y sin embargo hay que hacerlo. Pero convencido de que os vais juntos los dos: su Corazón en el tuyo…, y tu corazón en el Suyo. Los dos sois una sola cosa. ¿No quieres vivir y actuar…, y todo…, así, simplemente así? Vive desde dentro y ama: lo demás será posible. Termina con un Amén consentido y haz sobre ti lentamente una grande señal de la cruz. Retírate en paz.