Los editores de El Castellano, del 24 de febrero de 1932, hacen este elogio al siervo de Dios Jesús Requejo sobre el libro que con el título El Cardenal Segura acaba de publicar. La noticia dice que ya se han vendido varios millares de ejemplares.
Bajo estas líneas: 8 de febrero de 1931, el Cardenal Pedro Segura colocando la primera piedra del Momumento al Sagrado Corazón de Jesús de la Vega de Toledo. A la izquierda, el beato Justino Alarcón de Vera; a la derecha, el siervo de Dios Segundo Blanco Fernández de Lara, ambos mártires de la persecución religiosa, en agosto de 1936, en la Ciudad Imperial.
UN LIBRO SOBRE EL CARDENAL SEGURA. El primero que se publica, pero no el único, ciertamente, porque la figura del que, hasta hace unos meses, fue el Arzobispo de Toledo y Primado de España, solicitará la atención de muchos escritores.
Por su dinamismo, por su actividad, por sus escritos, por su caridad encendida, por sus iniciativas generosas y por todo el conjunto de su vida, es una figura de extraordinario relieve, que se destaca vigorosamente en la historia de nuestros días.
La persecución coronó al Cardenal Segura con una nueva aureola, la más gloriosa de todas. La historia de esta persecución es muy reciente aún y no es preciso recordarla. Explicarla, sí; porque en esa persecución tan enconada, tan continua, tan sin fundamento aparente, hay misterios que el tiempo aclarará.
Por lo pronto ha quedado ya patente que el Cardenal Segura no era un obstáculo para una política de pacificación, ya que, después de su renuncia a la Sede de Toledo, es cuando se ha exacerbado la persecución contra la Iglesia.
Tampoco pudo citarse nunca un solo hecho, una sola frase que probase su hostilidad hacia el nuevo régimen.
¿Por qué, pues, se le persiguió? Su vida ha sido un dechado de virtudes y trabajos apostólicos. ¿Habrá que buscar aquí la clave del enigma?
Digámoslo desde el principio: el libro que sobre el Cardenal Segura ha publicado don Jesús Requejo, no aclara este enigma ni podía aclararlo tampoco. Es demasiado pronto para que la Historia diga sobre este asunto todo lo que puede decir, todo lo que un día dirá.
Entretanto, el señor Requejo ha dicho, todo lo que por ahora podía decirse. Ha trazado la semblanza del Cardenal Segura, como antecedente indispensable para juzgar de su actuación. Conociendo la vida del Cardenal, queda ya prejuzgado el pleito en su favor. Quien tiene una historia tan limpia, quien ha dado cuanto podía dar en favor de la causa de la Iglesia: su dinero, su tiempo, su actividad, su salud, no puede ser sospechoso. Podrá ser un equivocado, pero no uno de tantos figurones como hemos conocido, que, con pretexto de redimir al pueblo… se han redimido a sí mismos.
Podrá ser un equivocado, hemos dicho. Pero no; el libro del señor Requejo demuestra que no lo fue. Lo demuestra con la narración objetiva de los hechos; lo demuestra con documentos, con testimonios autorizados, con la opinión general de los católicos, con el tácito testimonio de sus mismos enemigos, que no pudieron explicar las causas de la persecución, y que, al extremar ésta después que el Cardenal Segura dejó de ser Arzobispo de Toledo han venido a confirmar lo que para nadie era un secreto: que la expulsión del Cardenal Segura no era más que el prólogo de la persecución contra la Iglesia.
Don Jesús Requejo trató muy de cerca al Cardenal Segura. Gozó con su amistad y de ello se gloría. Alma generosa, incapaz de olvidos, ha querido salir en defensa de aquel a quien dedicó y sigue dedicando un afecto tan sincero como desinteresado.
Con esto está ya dicho que el libro del señor Requejo está saturado de cariño hacia el Cardenal Segura. Más que de cariño, de veneración.
Mas no se entiende que su libro es puramente un elogio del Cardenal Segura. Es una verdadera apología. Una apología en que más que las palabras hablan los hechos y los documentos. Hechos comprobados y documentos cuyo valor nadie podrá poner en duda.
La misma veneración que el señor Requejo siente hacia el Cardenal, da a su libro una elevación que le hace simpático. Corre a través de las páginas un calor de afecto que el autor no disimula, pero que sabe contener para que no se desborde por entre los putos de su fácil pluma.
No es el señor Requejo (bajo estas líneas) un escritor periodista, pero dice lo que quiere decir, con orden, con claridad, con corrección, con llaneza de estilo no exenta de elegancia.
La lógica con que discurre se avalora con una ecuanimidad constante. Con ello ha ganado su libro, que viene a ser una apología irrefutable.
“Cuando las pasiones se hayan sedimentado -concluye el señor Requejo- y la lejanía dé a los sucesos su verdadera perspectiva, no dudamos que la historia imparcial reconocerá las extraordinarias cualidades de inteligencia, celo, laboriosidad y las purísimas intenciones del Cardenal Segura, que de una cuna humilde ascendió, por sus singulares méritos, a la más alta dignidad de la Iglesia española y que de lo alto de su jerarquía supo descender con sencilla magnanimidad, dejando en pos de sí la estela luminosa de una vida y de un ejemplo que no se olvidarán”.
Eso dice el señor Requejo; pero no será preciso esperar el fallo de la Historia. Leído su libro el fallo ya está promulgado.
Sabemos que, apenas puesto el libro a la venta, se han vendido ya varios millares de ejemplares.
El señor Requejo ha querido hacer dos obras buenas a un tiempo: salir por la causa de la justicia y ayudar a remediar las necesidades del Culto y del Clero, a cuyo fin dedica el producto de su libro.
Por una y otra cosa bien merece la más cumplida enhorabuena.
Bajo estas líneas: 8 de febrero de 1931, el Cardenal Pedro Segura colocando la primera piedra del Momumento al Sagrado Corazón de Jesús de la Vega de Toledo. A la izquierda, el beato Justino Alarcón de Vera; a la derecha, el siervo de Dios Segundo Blanco Fernández de Lara, ambos mártires de la persecución religiosa, en agosto de 1936, en la Ciudad Imperial.
UN LIBRO SOBRE EL CARDENAL SEGURA. El primero que se publica, pero no el único, ciertamente, porque la figura del que, hasta hace unos meses, fue el Arzobispo de Toledo y Primado de España, solicitará la atención de muchos escritores.
Por su dinamismo, por su actividad, por sus escritos, por su caridad encendida, por sus iniciativas generosas y por todo el conjunto de su vida, es una figura de extraordinario relieve, que se destaca vigorosamente en la historia de nuestros días.
La persecución coronó al Cardenal Segura con una nueva aureola, la más gloriosa de todas. La historia de esta persecución es muy reciente aún y no es preciso recordarla. Explicarla, sí; porque en esa persecución tan enconada, tan continua, tan sin fundamento aparente, hay misterios que el tiempo aclarará.
Por lo pronto ha quedado ya patente que el Cardenal Segura no era un obstáculo para una política de pacificación, ya que, después de su renuncia a la Sede de Toledo, es cuando se ha exacerbado la persecución contra la Iglesia.
Tampoco pudo citarse nunca un solo hecho, una sola frase que probase su hostilidad hacia el nuevo régimen.
¿Por qué, pues, se le persiguió? Su vida ha sido un dechado de virtudes y trabajos apostólicos. ¿Habrá que buscar aquí la clave del enigma?
Digámoslo desde el principio: el libro que sobre el Cardenal Segura ha publicado don Jesús Requejo, no aclara este enigma ni podía aclararlo tampoco. Es demasiado pronto para que la Historia diga sobre este asunto todo lo que puede decir, todo lo que un día dirá.
Entretanto, el señor Requejo ha dicho, todo lo que por ahora podía decirse. Ha trazado la semblanza del Cardenal Segura, como antecedente indispensable para juzgar de su actuación. Conociendo la vida del Cardenal, queda ya prejuzgado el pleito en su favor. Quien tiene una historia tan limpia, quien ha dado cuanto podía dar en favor de la causa de la Iglesia: su dinero, su tiempo, su actividad, su salud, no puede ser sospechoso. Podrá ser un equivocado, pero no uno de tantos figurones como hemos conocido, que, con pretexto de redimir al pueblo… se han redimido a sí mismos.
Podrá ser un equivocado, hemos dicho. Pero no; el libro del señor Requejo demuestra que no lo fue. Lo demuestra con la narración objetiva de los hechos; lo demuestra con documentos, con testimonios autorizados, con la opinión general de los católicos, con el tácito testimonio de sus mismos enemigos, que no pudieron explicar las causas de la persecución, y que, al extremar ésta después que el Cardenal Segura dejó de ser Arzobispo de Toledo han venido a confirmar lo que para nadie era un secreto: que la expulsión del Cardenal Segura no era más que el prólogo de la persecución contra la Iglesia.
Don Jesús Requejo trató muy de cerca al Cardenal Segura. Gozó con su amistad y de ello se gloría. Alma generosa, incapaz de olvidos, ha querido salir en defensa de aquel a quien dedicó y sigue dedicando un afecto tan sincero como desinteresado.
Con esto está ya dicho que el libro del señor Requejo está saturado de cariño hacia el Cardenal Segura. Más que de cariño, de veneración.
Mas no se entiende que su libro es puramente un elogio del Cardenal Segura. Es una verdadera apología. Una apología en que más que las palabras hablan los hechos y los documentos. Hechos comprobados y documentos cuyo valor nadie podrá poner en duda.
La misma veneración que el señor Requejo siente hacia el Cardenal, da a su libro una elevación que le hace simpático. Corre a través de las páginas un calor de afecto que el autor no disimula, pero que sabe contener para que no se desborde por entre los putos de su fácil pluma.
No es el señor Requejo (bajo estas líneas) un escritor periodista, pero dice lo que quiere decir, con orden, con claridad, con corrección, con llaneza de estilo no exenta de elegancia.
La lógica con que discurre se avalora con una ecuanimidad constante. Con ello ha ganado su libro, que viene a ser una apología irrefutable.
“Cuando las pasiones se hayan sedimentado -concluye el señor Requejo- y la lejanía dé a los sucesos su verdadera perspectiva, no dudamos que la historia imparcial reconocerá las extraordinarias cualidades de inteligencia, celo, laboriosidad y las purísimas intenciones del Cardenal Segura, que de una cuna humilde ascendió, por sus singulares méritos, a la más alta dignidad de la Iglesia española y que de lo alto de su jerarquía supo descender con sencilla magnanimidad, dejando en pos de sí la estela luminosa de una vida y de un ejemplo que no se olvidarán”.
Eso dice el señor Requejo; pero no será preciso esperar el fallo de la Historia. Leído su libro el fallo ya está promulgado.
Sabemos que, apenas puesto el libro a la venta, se han vendido ya varios millares de ejemplares.
El señor Requejo ha querido hacer dos obras buenas a un tiempo: salir por la causa de la justicia y ayudar a remediar las necesidades del Culto y del Clero, a cuyo fin dedica el producto de su libro.
Por una y otra cosa bien merece la más cumplida enhorabuena.