La semana pasada dediqué este comentario a advertir del riesgo que para la libertad, para la democracia, representaba el auge de esa forma de dictadura del relativismo que es el populismo y que tiene en Venezuela un claro ejemplo de aplicación y en partidos políticos como Podemos, en España, un peligroso potencial. No sospechaba entonces que la realidad me iba a dar la razón tan rápidamente.
Unas palabras del cardenal Cañizares, tergiversadas por la agencia EFE -el cardenal dijo que había que oponerse a la ideología de género y la agencia dijo que había dicho que había que oponerse a la igualdad de género-, junto con la llamada a la objeción de conciencia contra leyes inicuas que procedieran de dicha ideología, han desatado la ira de mil demonios contra él.
El cardenal Cañizares es mi amigo. Pero no le defiendo porque sea mi amigo, sino porque es inocente. Se ha limitado a expresar claramente la doctrina de la Iglesia, tal y como la expusieron desde San Juan Pablo II al actual Pontífice. Ha advertido del grave riesgo que supone para la familia la ideología de género y ha pedido a los católicos que se opongan pacíficamente a aquellas leyes que emanen de dicha ideología y que puedan perjudicar a la familia. Por lo tanto, se ha limitado a ejercer su derecho de ciudadano libre en un país libre, expresando sus opiniones, además de comportarse como debe hacerlo un pastor que advierte a sus feligreses de los peligros que les acechan.
La gravedad de los ataques que ha recibido, el hecho de que en el propio parlamento regional valenciano se le haya insultado del modo en que ha sido insultado, pone de manifiesto que la situación que se vive en España está rozando ya la transgresión democrática. Mientras que los partidos de la izquierda radical pueden pedir públicamente y sin consecuencias que se desobedezcan las leyes (la alcaldesa de Barcelona, por ejemplo), o pueden justificar el acoso a los rivales políticos en la calle (la alcaldesa de Madrid), nadie puede atreverse a decir en voz alta su opinión cuando ésta no coincide con la de esos partidos radicales. La democracia en España avanza rápidamente hacia una pérdida de calidad que le hace parecerse cada vez más a lo que está sucediendo en Venezuela. Algo tendrá que ver el hecho de que Podemos haya sido subvencionado por Chaves y sus secuaces. Si no se quiere que España se convierta en la Venezuela europea, hay que hacer algo ahora y hay que hacerlo en las urnas. El calvario que hoy está sufriendo el cardenal Cañizares, no es más que el anticipo de lo que tendrán que sufrir los pastores y los laicos católicos que quieran ser fieles a la Iglesia. Hay que reaccionar antes de que sea demasiado tarde.