Es posible que se sospechara que el Cardenal no era amigo del nuevo régimen político. No se le ha podido achacar un solo acto que atentara a su estabilidad. La Pastoral del Cardenal no dijo otra cosas que lo que después han amplificado todos los prelados con todo detalle y poniendo los puntos sobre las íes. Si un periódico atribuyó haber invocado la maldición del Cielo sobre España si se afianzaba la República, pudo en seguida demostrarse que no había pronunciado semejantes palabras. Su Pastoral famosa no estaba inspirada en otro espíritu, ni redactada con palabra más fuertes que la actual de los prelados. Se ha dicho que había en ella “añoranzas suprimibles”. No es muy seguro, ni tampoco que las añoranzas constituyan ofensas, ni menos delito. Hasta se ha reprochado al Cardenal como prueba de su hostilidad al régimen, el haber entrado en España discretamente por Valcarlos, ¡como si el paso de Rolando y Roncesvalles no resonaran con más estruendo que el de Behovia y la isla de los Faisanes!
Es difícil de creer que hubiera razón particular alguna para considerar al Cardenal como especialmente peligroso para un régimen. Pero era el Arzobispo Primado, el más alto dignatario de la Iglesia española. Y la única explicación satisfactoria de que se le haya distinguido para impedir que ocupara su Silla es que el Gobierno ha querido demostrar su soberanía en el sentido de hacer ver a los católicos que no podrían, aunque quisieran, sostener en su Silla al Cardenal primado y que España haya cambiado de señores. Esta es la única explicación satisfactoria. Es amarga, tremenda, terrible. También han de escribirse muchos libros para dilucidar el hecho de que un pueblo católico se haya dejado arrebatar el Estado y el mando supremo de las manos. Pero no hay otra explicación satisfactoria de que se haya rendido al Cardenal Segura los honores de desterrarle a viva fuerza, sino el hecho de que se trataba del primado de España, en un momento en que el Gobierno creyó oportuno decir a las gentes que era el amo.
No debo ocultar que entre algunos eclesiásticos se ha discutido si el Cardenal Segura se ha dado cuenta a tiempo, en materias de política social, de la supuesta necesidad en que se encontraban los obreros católicos de convivir y defender sus intereses en compañía y asociación con otros que no lo son. A esta consideración han de ligarse otras análogas respecto de la posibilidad y convivencia jurídica con esa parte de la sociedad española que ahora proclama su impiedad. Solo el curso de los años irá mostrando si se trata de una alucinación pasajera o de una convicción materialista, que solo una apologética tenaz e inteligente podrá desvanecer. Este es el misterio del tiempo presente y su gran interés para la Historia.
No es poco consuelo que en estos años de tan profunda crisis haya surgido una figura como la del Cardenal Segura, del que puede decir el señor Requejo San Román, al término de un libro que verá dentro de pocos días la luz pública: “Que de una cuna humilde ascendió, por sus singulares méritos, a la más alta dignidad de la Iglesia española y que de lo alto de su jerarquía supo descender con sencilla magnanimidad, dejando en pos de sí la estela luminosa de una vida y de un ejemplo que no se olvidarán”.
DOS FOTOS, EN ROMA, EN 1939
El Cardenal Segura, como ya hemos indicado varias veces, permaneció en la Curia desde la Navidad de 1931 hasta octubre de 1937, cuando el Papa Pío XI le envió a España, a ocupar la sede hispalense, tras la muerte del Cardenal Ilundain. Aunque este estudio pretendía presentar los hechos del año fatídico de 1931, os ofrezco ahora estas dos fotos del Cónclave de 1939. Del material al que yo he podido tener acceso, es esta la única foto en la que aparecen el Cardenal Gomá, sucesor del Primado expulsado, y el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Pedro Segura.
La primera es antes de las votaciones que elegirían al Papa Pío XII. Los Cardenales oran en la Capilla Paulina del Vaticano, antes de pasar a la Capilla Sixtina. Bajo estas líneas, monseñor Antonio Bacci exhorta a los Señores Cardenales. Desde la izquierda de la foto al fondo de la misma: el primero, es el Cardenal Eugenio Pacelli -elegido como Pío XII-; el tercero es el Cardenal Alfredo Ildefonso Schuster, O.S.B., arzobispo de Milán -beatificado en 1996-; el quinto, es el Cardenal Pedro Segura y Sáenz.
Aquí debajo una simpática foto de los Cardenales Gomá y Segura: