El lema de Cáritas de este año me ha hecho pensar y creo que debe hacernos pensar: “Deja tu huella, practica la justicia”. Pasamos por esta vida, peregrinamos por este mundo, durante un espacio de tiempo que Dios nos regala -no es nuestro, sino prestado- y la gran pregunta es: ¿cómo empleo yo ese tiempo? ¿qué huellas voy dejando a mi paso?
No nos engañemos: todos dejamos alguna huella, alguna señal, algún rastro… en nuestro paso por la vida, porque el mismo hecho de no dejar ningún rastro
No hay otro para ser feliz que amar y ser amado y -con la Gracia de Dios- ir tomando conciencia de que ese AMOR que tanto anhelamos todos (aunque algunos no quieran confesarlo) es Dios.
Ser cristiano significa ir dejando rastros y huellas de Dios por todas partes: sonrisas, miradas limpias, palabras y gestos de consuelo y deternura, de alegría, de esperanza… y donación. Donación de uno mismo
Esta es, además, la verdadera justicia: que Dios se sirva de mí a través de este partirme y repartirme. Es justo porque para eso he sido creada: para ser instrumento al servicio del amor, luego es justo que me “utilicen”, me partan y me repartan…. para eso debe ser mi vida y ese es el rastro que deseo dejar a mi paso: gastarme y desgastarme por amor verdadero y oblativo a Jesús y a los hombres, mis hermanos.
Se trata de cumplir el precepto del amor fraterno, de la verdadera caridad, que no es simplemente beneficencia o filantropía, sino amar “como YO os he amado”. Amar hasta dar la vida: esa es la verdadera Justicia, la justicia cristiana, la justicia de Jesucristo y a eso soy llamada y esa es la huella que deseo dejar de mi paso por este mundo: amar y morir como Jesús nos ha amado. Jesús es la Huella y la Justicia que deseo legar al mundo.