Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¿CÓMO VAS EN EL CARRO?
Ayer bajamos a lavar la ropa y, al llegar al lavadero, vimos un carro de los que hay en los supermercados. Un carro para nosotras no es algo indiferente, pues las ideas brotan con mucha espontaneidad... sólo nos faltaba una víctima.
No tardó en llegar otra novicia que, tranquilamente, se dirigía a lavar su ropa. ¡La víctima perfecta! Unas por las piernas, otras por arriba... y no le dio tiempo a reaccionar. Cuando se dio cuenta, ya estaba metida en el carro.
Ahí no podía quedar todo, empezamos a empujarlo en dirección a la huerta dispuestas a deslizarlo por las cuestas que la rodean. La novicia chillaba, pero me sorprendió que, en el momento de la cuesta, dejó de hacerlo y parecía disfrutar de un simpático paseo. Cogimos toda la velocidad que pudimos cuesta abajo, con escaleras incluidas y... ella tranquila.
Nos divertimos mucho, pero resultó que nuestras risas se debían de oír por todos los rincones del Monasterio, y nos preguntaron que qué había pasado. Lo contamos, y la novicia compartió cómo llegó un momento en que comprendió que no se podía bajar, y que sólo le quedaba fiarse.
Empieza el día y seguimos montados en el carro; vendrán cuestas con amenaza de escalones en los que piensas que podrías llegar hasta a volcar, situaciones que te dan vértigo, giros inesperados, frenazos. Parece que el carro avanza a gran velocidad, las situaciones se nos van fuera de control y generan miedo e inseguridad.
Sin embargo, Cristo está disponible para llevar el carro en el que vas subido. Tendrás las mismas cuestas, los mismos escalones... pero siempre la certeza de que Él lo conduce, de que Él está a tu lado y que, si te dejas, tomará la dirección adecuada.
Hoy el reto del amor es que dejes al Señor llevar tu carro, llevar las riendas de tu vida y así poder vivir confiado.