En Argelia el 99 por ciento de la población es musulmana sunita y el uno por ciento restante se divide entre judíos y cristianos. Allí, en la zona del Atlas, en Tibhirine, cerca de la ciudad de Medea, se encontraba un monasterio en el que vivían ocho monjes benedictinos trapenses y un hermano más que estaba de visita.
Venían de Francia y el pasado sábado cumplieron 20 años de haber sido asesinados de manos de los grupos terroristas asociados con la Guerra Civil Argelina.
Algunos llevaban allí hasta más de 40 años dedicados a la oración, el trabajo en el campo, la ayuda a los más necesitados y el cuidado a los enfermos.
Así, el monasterio era una especie de centro de salud donde acudía cualquier tipo de persona sin importar sus ideas religiosas. Con este gesto lo monjes buscaban la convivencia entre cristianos y musulmanes.
Pero este territorio comenzó a ser un peligroso corredor de grupos terroristas y en 1995 invadieron el monasterio.
A partir de ahí los religiosos se preguntaban si quedarse y permanecer junto con los habitantes de Tibhirine con quienes había un fuerte lazo de amistad. Pero corrían el riesgo de ser asesinados por el odio racial y religioso.
La película francesa “De dioses y hombres” (2010 y merecedora del gran premio de jurado en el Festival de Cannes) cuenta cómo transcurría la vida en este monasterio y narra la disyuntiva a la que se ven sometidos estos hombres que no querían dejar su misión pero que, a la par temían perder su vida.
Después de momentos de diálogo y oración decidieron de manera unánime quedarse. El amor a los lugareños les fue más fuerte que la protección de su propia vida. En marzo de 1996 siete monjes fueron secuestrados y dos se salvaron (Jean Pierre y Amédée, quien falleció en 2008) porque los terroristas no los encontraron.
Los secuestradores pidieron a Francia un canje: ellos dejarían en libertad a los monjes mientras que este país abogaría por la liberación de varios terroristas. Francia se negó. Así el 21 de mayo los siete monjes fueron asesinados y después de nueve días sus cuerpos sin vida fueron encontrados en una zona desolada de Medea. Los hermanos Christian, Christophe, Michel, Célestin, Luc, Bruno y Paul se convirtieron en nuevos mártires de esta reglón.
"Todos los hombres de alrededor del monasterio vinieron. Ellos enterraron a los hermanos. La población civil llevó los ataúdes a las tumbas, y cada uno echó un puñado de tierra. Al final todos nos abrazamos", contó el hoy, único sobreviviente de esta masacre, el anciano Jean Pierre Schumacher, en entrevista con el periódico El Mundo de España.
Estos mártires trapenses han dado con su vida una lección llena de amor que sobrepasa los límites de la vida misma, y de perdón a quienes son capaces de silenciar con un rifle a aquellas personas cuyo único pecado es propiciar que la hermandad subsane las absurdas diferencias religiosas. El perdón es "una mariposa frágil que, con el batir de sus alas, puede provocar una reacción en el otro extremo del mundo", dijo el hermano Jean Pierre al portal Periodista digital.
Publicado originalmente en elcolombiano.com