He acabado de escribir un Ensayo sobre el espinoso asunto de la posible exhumación del cadáver de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera de la cripta de la Abadía del Valle de los Caídos.
Desde hoy y en sucesivas entregas iré reproduciendo el Ensayo..
Espero aportar datos para el pensamiento presente y futuro, y para el diálogo de hoy y de mañana. Esta aportación solamente busca el diálogo y la paz.
3.- Regente y posible rey
Desde aquellos acontecimientos bélicos el pueblo español llamó caudillo a Espartero, le ofrendó juegos florales y justas poéticas, la entrada en Madrid supuso tres días de fiesta para los vecinos de la capital, donde faltaron las corridas de toros. Cuando el general visitó Valencia ocurrió aquella situación que demostraba el amor del pueblo a su pacificador: la gente quitó los caballos de la carroza ocupada por Espartero, y tomando las guías llevaron al vencedor por las calles de la capital del Turia.
La reina regente terminó por exiliarse en París. Esta situación obligó a las Cortes a ofrecer la regencia al general Espartero, quien se mantuvo en el cargo hasta 1843. El lema de su gobierno era: “Sea la voluntad del pueblo español”.
Las veleidades de los partidos políticos, las intrigas palaciegas sobre una Isabel adolescente, los intereses enfrentados de la visión sobre España, hizo que Espartero fuera apeado del poder y obligado al exilio, yéndose a Londres donde fue recibido por la reina Victoria como un héroe, y concediéndole hablar en el parlamento británico.
Rehabilitado en su vuelta a España se refugió en su Logroño, en su casa solariega, junto a su esposa, de la que no pudo tener ninguna descendencia.
Volvió a ser presidente del gobierno, bajo el reinado de Isabel II, durante el bienio 1854-56, pero de nuevo los enredos políticos le brindaron la ocasión de irse hasta Logroño.
Cuando la revolución gloriosa destronó a Isabel II en 1868, hubo propuestas a Espartero para hacerlo rey de España, pero su tiempo había pasado, y declinó tan alto honor. Apostó por el futuro Alfonso XII, aunque en su retiro riojano recibió al efímero rey Amadeo de Saboya, a uno de los presidentes de la I República, y hasta al mismo Alfonso XII. Todos se hospedaron en su casa palacio. A todos aconsejaba y escuchaba.
Incluso, en la última guerra carlista, aconsejó a Cánovas del Castillo y lo felicitó por la consecución de terminar con aquellas acciones bélicas fratricidas. Murió en el año 1879. Unos meses antes había fallecido su mujer, lo que lo sumió en un gran dolor del que no se recuperó.
Tomás de la Torre Lendínez