Allí vino la paloma sobre el Señor, aquí lenguas distintas sobre los discípulos reunidos. Allí se muestra la sencillez, aquí el fervor. Hay quienes pasan por sencillos y son perezosos. Se los califica de sencillos, pero son sin energía. Esteban, lleno del Espíritu Santo, no era como éstos. Sencillo, sí, porque no dañaba a nadie; pero era también fervoroso, porque argüía a los impíos. No calla en presencia de los judíos. De él son estas palabras de fuego: Vosotros, hombres de dura cerviz e incircuncisos en el corazón y en los oídos, siempre habéis resistido al Espíritu Santo. ¡Qué ataque tan duro! …
Esteban había mantenido su unidad con la paloma. Es lo que había hecho primero el Maestro sobre quien descendió la paloma, el cual, pendiente de la cruz, decía: Padre, perdónalos; no saben lo que hacen. La paloma indica que los santificados por el Espíritu tienen que ser sencillos, y el fuego enseña que la sencillez no debe ser fría. No os impresione la división de lenguas; las lenguas son distintas; por eso apareció en forma de lenguas; lenguas distintas como de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. Son lenguas distintas entre sí, pero esta división no es cisma. No temas la desunión en la división de lenguas. Reconoce en la paloma la unidad.
Así era como convenía que se mostrara el Espíritu Santo en su venida sobre el Señor, para que sepa cada uno que, si tiene el Espíritu Santo, debe ser sencillo como la paloma, debe tener con los hombres paz verdadera, que es lo que significa el beso de la paloma. También los cuervos besan, pero sus besos significan paz falsa; los besos de las palomas significan paz verdadera. No a todo el que dice: La paz sea con vosotros, se le ha de escuchar como si fuera paloma. ¿¡Cómo, pues, discernir los ósculos de los cuervos de los besos de la paloma? Besan, sí, los cuervos, pero dañan; la paloma, en cambio, es inofensiva por naturaleza. Donde hay herida, el beso no es verdadera paz; la paz verdadera es de quienes no despedazan la Iglesia. (San Agustín. Tratado sobre el Evangelio de San Juan 6, 3-4)
El laico que proclama el Evangelio debe ser sencillo, es decir, dejar en segundo plano las circunstancias personales que le rodean. El Evangelio se proclama de palabra y viviendo con fidelidad a la Voluntad de Dios. Como bien indica San Agustín, la sencillez no es indiferencia (frialdad) ni pereza. Las sencillez es el camino que nos lleva a Cristo, que consisten en negarnos a nosotros mismos y llevar nuestra cruz. La sencillez a veces nos hace enfrentarnos a nuestros amigos y conocidos, porque nuestra fidelidad nunca es complicidad, sino compromiso con Cristo. San Esteban señaló la dureza de corazón y la cerrazón de entendimiento que hace imposible que el Reino de Dios se instaure en nuestros corazones. Su sencillez le llevó a ser le primer mártir cristiano, ya que antepuso la Verdad a lo bien visto por la sociedad de su tiempo.
En el texto de San Agustín también se da gran importancia a la unidad, ya que el Espíritu Santo la genera, mientras que el maligno, el diablo, es el que nos separa y hace que nada tenga sentido. Unidad que está unida a la paz, pero no a la paz de los cementerios ni a la paz de la tolerancia desafectada que nos venden como remedio universal nuestros líderes sociales. Es interesante diferencia entre líder social y pastor. A veces los confundimos y damos más importancia a quien nos quiere guiar con palabras llenas de apariencias y engaños. “Los labios del necio provocan contienda y su boca llama a los golpes. La boca del necio es su ruina y sus labios una trampa para su alma” (Prov 18, 6-7). La falsa paz que conlleva decir a cada cual lo que quiere escuchar o no decir nada claro, hará que todos discutan sobre lo que quieres decir. La verdadera Paz, la Paz del Señor, es la que Luz que abre los corazones. La falsa paz se evidencia porque genera dolor, discrepancias y heridas. La unidad necesita de la verdadera Paz, que es la que proviene del Espíritu Santo.