Imaginemos ahora que alguien intenta enseñar a ese niño logaritmos neperianos. Su desarrollo mental e intelectual hace imposible semejante empeño. Y sin embargo, ese individuo se empecina por todos los medios en enseñarle semejante despropósito. Cualquier persona con sentido común sabe que es tarea imposible, pero el individuo obcecado insiste una y otra vez, con furia y violencia, hasta que provoca la reacción defensiva del niño, que sale corriendo en busca del cálido entorno familiar.
La sociedad española, tras décadas de un contínuo bombardeo y sometida a repetidas operaciones de ingeniería social, ha terminado interiorizando que la vida humana sólo se considera como tal tras el nacimiento. La sociedad española está infantilizada y, como un niño de nueve años, no está capacitada para asimilar súbita y repentinamente todos los datos científicos relativos a la vida humana como un contínuo temporal en el que no cabe establecer plazos.
Se trata, pues, de una tarea lenta, que requiere un proceso de reeducación de la sociedad en su conjunto, proceso que necesariamente tiene que ser gradual. Ya es considerable el éxito obtenido por la campaña por el Derecho a Vivir emprendida hace un año por la asociación HazteOír.org, pues tal y como refleja una encuesta reciente del diario La Vanguardia, se ha conseguido invertir la tendencia general en la percepción del aborto, pasando de una mayoría favorable a su nueva regulación a un significativo cincuenta y uno por ciento que hoy se manifiesta en contra de la misma.
Sin embargo, esta encuesta es engañosa. La modificación de las estructuras mentales ancladas en la sociedad llevará todavía bastante más tiempo. Si hoy hay un primer y esperanzador cambio de tendencia se debe sobre todo a la radicalidad y la torpeza con la que el gobierno de Zapatero ha abordado este asunto, y a la habilidad de un pequeño grupo de agentes sociales para empezar a despertar las conciencias. Ahora bien, hay que tener la certeza de que si no se hubiera planteado este tema en la agenda política, las mentalidades sociales seguirían exactamente igual, sin un ápice de variación.
Y al igual que el niño de nueve años, la sociedad española necesita hoy seguir reforzando las multiplicaciones y las divisiones, mantenerse en el debate sobre el actual proyecto de ley e ir profundizando poco a poco en las verdaderas implicaciones y realidades del aborto. No es el momento de plantear la derogación de la legislación vigente, como no se pueden enseñar logaritmos a un niño de nueve años. De igual modo, la sociedad española necesita ver cómo se implican en este debate la mayor cantidad de agentes sociales posible. Es necesario ir impregnado de cultura de la vida a todas las capas de la sociedad de un modo gradual y progresivo.
Desde esta evidencia, la manifestación de mañana 17 de octubre es un eslabón más en ese proceso de reeducación de la sociedad. Es una invitación a expresar no sólo unas convicciones personales y colecivas fuertes, sino también a extenderlas e implicar en esta empresa a todos los que hasta ahora no se han parado a reflexionar sobre la hondura y trascendencia del tema. Es, en definitiva, un auténtico y genuino grito por la vida que debe implicar a todos y no debe apartar a nadie.
De ahí el denodado esfuerzo por convocar a todo el mundo, pues el destinatario de toda esta ingente labor es la sociedad española en su conjunto. De ahí que se haya intentado implicar a todas las capas sociales, a todos sus agentes, a todas las fuerzas políticas que los representan, incluído el partido en el gobierno, como demuestra la presencia de algún concejal socialista en la misma, a todas las confesiones religiosas, como demuestra la Declaración de Badajoz, y aún a aquellos que no profesan ningún tipo de religión, a todos los ámbitos y campos del saber, como demuestra la rueda de prensa conjunta de destacados profesionales e intelectuales de la medicina, la jurisprudencia y la filosofía, a todas las ideologías y, en fin, a la sociedad en pleno.
De este modo, puede más la fuerza de la causa que se defiende, el deseo de dar voz a los que no tienen voz para gritar que quieren vivir, la grandeza de espíritu y el deseo ardiente de lograr una sociedad más humana, menos adormecida y mucho más consciente de todas las implicaciones que realmente tiene la construcción de un orden social y de un mundo más justo y habitable. Y por todo eso Madrid y muchas ciudades más del mundo se llenarán el sábado de millones de gargantas que gritarán con fuerza por los que quieren vivir.
¡SÁBADO, 17 DE OCTUBRE, MANIFESTACIÓN POR LA VIDA, LA MUJER Y LA MATERNIDAD. PUERTA DEL SOL, 17,00 HORAS! ¡¡ACUDE!!