El prefecto de Doctrina de la Fe, cardenal Müller, ha estado en España para presentar un libro-entrevista, “Informe sobre la esperanza”, en el que se pasa revista a la situación de la Iglesia actual. Un libro que quiere ser equivalente a aquel famoso “Informe sobre la Fe”, también escrito como resultado de una entrevista, por el cardenal Ratzinger, que entonces ocupaba el cargo que hoy ocupa Müller.
Naturalmente, tanto en la presentación del libro como en las preguntas de los periodistas, salió el tema de la “Amoris laetitia”. El cardenal insistió una y otra vez en que no hay cambios doctrinales y que, con esta exhortación, el Papa lo único que busca es que la Iglesia sea más acogedora hacia todos los que viven en situaciones irregulares (no sólo los divorciados vueltos a casar), porque también ellos son hijos de Dios. Pero, insistió el cardenal alemán, sigue sin modificarse que los divorciados vueltos a casar no pueden comulgar, lo mismo que no pueden hacerlo los que están en pecado mortal, sea cual sea ese pecado.
Sin embargo, ésta no parece ser la lectura que todos están haciendo de la “Amoris laetitia”, lo cual significa que o bien las cosas no están tan claras o que alguien tiene especial interés en confundirlas. En realidad, lo que sucede no es más que un nuevo episodio de una lucha en la que está sumergida la Iglesia desde que terminó el Concilio Vaticano II. Es la lucha de la hermenéutica, de la interpretación. Benedicto XVI ya habló de ella cuando dijo que el Concilio podía y debía ser interpretado con una hermenéutica de continuidad, frente a aquellos que lo estaban interpretando con una hermenéutica de ruptura. Continuidad o ruptura, esa es la disyuntiva. A mí me gustaría que no existiera ninguna disyuntiva, sino que todo estuviera suficientemente claro, pero mientras eso no sea así, y por desgracia no lo es, creo que debemos luchar para que sea una hermenéutica y no otra la que se imponga. Müller, como muchos que hemos interpretado la “Amoris laetitia” estos días, hemos optado por la hermenéutica de continuidad. Otros, como Kasper, la están leyendo en una clave de ruptura. Lo mismo hicieron con el Concilio, así que no hay nada nuevo bajo el sol. Nos toca luchar y no vamos a dejar al pueblo de Dios a merced de los que quieren engañarle diciéndole que en 1965 empezó todo y que lo anterior forma parte de un pasado a olvidar.
Pero, mientras el cardenal Müller estaba en España, otro obispo, muy próximo según se dice al Papa Francisco, Bruno Forte, hizo unas declaraciones sorprendentes durante una conferencia en un teatro abarrotado de personas. Según Forte, que tuvo un papel muy importante en los dos Sínodos, el Papa le habría dicho: “Si hablamos explícitamente de la comunión a los divorciados vueltos a casar, éstos (refiriéndose a los conservadores) no sabes el desastre que nos organizan. Entonces, no hablemos de ello de modo directo, haz que se pongan las premisas y después las conclusiones las extraeré yo”. Terminó el locuaz e indiscreto obispo diciendo: “Típico de un jesuita”.
Según estas revelaciones de monseñor Forte, hechas ante cientos de personas, el Papa habría jugado un papel equívoco, evitando que la letra de la “Amoris laetitia” fuera contra el dogma, pero con la esperanza de que después su aplicación, empujada por él mismo, se hiciera con la hermenéutica de la ruptura y no de la continuidad. No dudo de que las palabras del obispo italiano reflejen la conversación que tuvo con el Papa, pero me pregunto contra quién habrá ido la supuesta actuación taimada del jesuita, que monseñor Forte le achaca al Papa. Han pasado ya varias semanas y la única referencia que el propio Pontífice ha hecho a la “Amoris laetitia” ha sido en el avión que le traía de vuelta de la isla de Lesbos. Allí dijo que, efectivamente, había cambios en la exhortación, pero no dijo que esos cambios hicieran referencia a la comunión de los divorciados y bien se podría entender que quería referirse a la actitud de acogida que hay que tener hacia ellos. Incluso, dijo que no se acordaba de la nota marginal que parece en una de las
páginas y que es el único punto donde se hace referencia, con muchos condicionantes, a su admisión “a los sacramentos”; si hubiera querido destacar eso, lo habría señalado en lugar de decir que ni lo recordaba.
Monseñor Forte insulta a los jesuitas al hacerse eco de una de las leyendas negras que se les atribuyen, la de su hipocresía. E insulta también al Papa. Con amigos así, quién necesita enemigos. Personalmente, lo mismo que quiero leer con una hermenéutica de continuidad el Concilio y la “Amoris laetitia”, quiero hacerlo con las palabras del Papa. El tiempo dirá a quiénes ha estado apoyando el Papa. De momento, a mí me parece que no ha sido a ellos.