Circular del Excmo. Sr. Obispo Auxiliar, vicario general del Arzobispado
El Boletín Eclesiástico de la Archidiócesis de Toledo publica con fecha de 1 de julio de 1931 esta circular de monseñor Rocha Pizarro. Esta foto fue publicada en El Castellano del 9 de marzo de 1929.
“Seguros estamos de que, a medida que pasan los días, está más impreso en vuestra memoria el recuerdo de nuestro amadísimo Prelado a quien un injustificado destierro tiene alejado de esta su querida Diócesis.
Para vosotros, que habéis sido testigos de su vida y de sus obras, que habéis seguido paso a paso su labor apostólica, tan múltiple, tan constante, tan caritativa y abnegada; que conocéis las armas innobles de la calumnia y de la injuria que se han empleado contra él, para que ni aun esta prueba faltase a su virtud; para vosotros, decimos, no es preciso ni que demostremos la justicia de la causa, ni que de nuevo protestemos del agravio que se le ha inferido.
Las pruebas de filial afecto que en estas circunstancias le habéis dado demuestran bien claramente la parte grande que tomáis en sus tribulaciones, con lo cual os habéis hecho acreedores de aquel elogio que el Apóstol San Pablo decía de los fieles de Filipos: “Veruntamen bene fecistis comunicantes tribulationi meae (bien hicisteis participando en mis tribulaciones).
Para nosotros parecen también escritas aquellas palabras con que el mismo Apóstol, desde su cautiverio de Roma, se dirigía a los cristianos de Éfeso (3, 13): “Por lo cual pido que no os desalentéis en las tribulaciones que padezco, pues son vuestra gloria”. No hemos de desalentarnos, no, por las tribulaciones de nuestro Prelado, antes hemos de considerarlas como gloria nuestra, y han de ser ocasión de que redoblemos el amor filial que le debemos; que en las horas de aflicción es cuando más se aprietan y robustecen los lazos de la familia.
Fruto de nuestro amor sea una adhesión cada día más firme a la venerable persona de nuestro Prelado, que se manifieste en el rendido acatamiento a sus enseñanzas, a sus consejos y a sus mandatos, y en una perfecta compenetración espiritual de nuestros sentimientos con los suyos.
Cuales sean los sentimientos de nuestro amadísimo Prelado hacia todos sus hijos, nos lo dice en la Carta Pastoral que en este mismo número del “Boletín Eclesiástico” se publica y que os suplicamos leáis con toda veneración. Preocúpale sin cesar el bien de vuestras almas; desde su destierro se entera de vuestras necesidades y se esfuerza en remediarlas; en vosotros piensa de continuo, por vosotros ora incesantemente, y por vosotros ofrece a Dios la dolorosa prueba de su ausencia.
Para el verdadero amor la distancia no es obstáculo, sino estímulo y acicate. A través del espacio únense las inteligencias en la misma fe, las voluntades en la prosecución del mismo ideal, y los corazones en una misma plegaria.
Unidad de pensamiento, unidad de acción, unidad de oraciones: he aquí lo que de una manera especial en las presentes circunstancias, hemos de procurar.
Superfluo parecerá que os recomendamos que en vuestras oraciones hagáis particular memoria de nuestro amadísimo Prelado. Si la Iglesia, en su liturgia, nos da ejemplo de pedir cada día por los pastores de nuestras almas, con mucho mayor motivo hemos de hacerlo nosotros en las tristes circunstancias actuales por nuestro Prelado. Debemos hacerlo por amor, por gratitud, por nuestro propio interés.
¡Con qué emoción se oraba en la antigua liturgia por los fieles y los obispos desterrados! ¡Con qué insistencia el Apóstol San Pablo, cuando estaba prisionero en Roma, pedía a las Iglesias a quienes escribía, que le tuvieran presente en sus oraciones!
Cuando Herodes Agripa puso en prisiones al Apóstol San Pedro en Jerusalén, oratio fiebat sine intermissione ab Ecclesia ad Deum pro eo (la Iglesia, sin cesar, pedía a Dios por él; Hc 12,5), y el Ángel del Señor, frustrando los designios del Rey, hizo que cayesen las cadenas de las manos del Apóstol y lo libertó del poder de sus enemigos.
Pidamos, llenos de fe y confianza, por nuestro Prelado, para que Dios, que es rico en misericordias, le consuele, le aliente, le esfuerce y le inspire lo mejor para su santificación y para la nuestra.
Pidamos por él, y confiemos. Los designios de los hombres no pueden prevalecer contra los designios de Dios, que, en su sabiduría infinita, hallará los medios precisos para que, cuando llegue la hora señalada en su soberana providencia, resplandezca la verdad y triunfe la inocencia.
Ipse autem Deus Pater Noster, et Dominus Jesus Christus dirigat viam nostram ad vos (Dios nuestro Padre –decía a los Tesalonicenses el Apóstol de los Gentiles (1 Tes 3, 11)- y Jesucristo Nuestro Señor, enderece nuestros caminos hacia vosotros). Estas palabras del gran Apóstol expresan sin duda los deseos de nuestro Prelado, que son también los de sus hijos. Pidamos a Dios que, si así conviene para su gloria, amanezca pronto el día en que esos deseos tengan venturosa realidad.
A este fin disponemos:
1º.- El primer domingo después de recibida esta Circular, se celebrará en todas las iglesias del Arzobispado, por la misma intención, una fiesta eucarística, con Exposición, Rosario, Estación, Letanías del Sagrado Corazón de Jesús, Bendición y Reserva.
2º.- En todas las misas que se celebren en el Arzobispado, siempre que lo consientan las rúbricas, se dirá la oración Deus omnium fidelium, poniendo después de la palabra famulum el nombre de su Eminencia Reverendísima.
3º.- En la Misa de los domingos, después de la plática, y en todos los demás actos públicos de culto, se rezará un Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri por el señor Cardenal.
4º.- De una manera especial recomendamos a las Comunidades Religiosas y a todas las personas piadosas en general, que además de los actos mencionados anteriormente, ofrezcan al Señor oraciones y sacrificios especiales por Su Eminencia Reverendísima.
“Seguros estamos de que, a medida que pasan los días, está más impreso en vuestra memoria el recuerdo de nuestro amadísimo Prelado a quien un injustificado destierro tiene alejado de esta su querida Diócesis.
Para vosotros, que habéis sido testigos de su vida y de sus obras, que habéis seguido paso a paso su labor apostólica, tan múltiple, tan constante, tan caritativa y abnegada; que conocéis las armas innobles de la calumnia y de la injuria que se han empleado contra él, para que ni aun esta prueba faltase a su virtud; para vosotros, decimos, no es preciso ni que demostremos la justicia de la causa, ni que de nuevo protestemos del agravio que se le ha inferido.
Las pruebas de filial afecto que en estas circunstancias le habéis dado demuestran bien claramente la parte grande que tomáis en sus tribulaciones, con lo cual os habéis hecho acreedores de aquel elogio que el Apóstol San Pablo decía de los fieles de Filipos: “Veruntamen bene fecistis comunicantes tribulationi meae (bien hicisteis participando en mis tribulaciones).
Para nosotros parecen también escritas aquellas palabras con que el mismo Apóstol, desde su cautiverio de Roma, se dirigía a los cristianos de Éfeso (3, 13): “Por lo cual pido que no os desalentéis en las tribulaciones que padezco, pues son vuestra gloria”. No hemos de desalentarnos, no, por las tribulaciones de nuestro Prelado, antes hemos de considerarlas como gloria nuestra, y han de ser ocasión de que redoblemos el amor filial que le debemos; que en las horas de aflicción es cuando más se aprietan y robustecen los lazos de la familia.
Fruto de nuestro amor sea una adhesión cada día más firme a la venerable persona de nuestro Prelado, que se manifieste en el rendido acatamiento a sus enseñanzas, a sus consejos y a sus mandatos, y en una perfecta compenetración espiritual de nuestros sentimientos con los suyos.
Cuales sean los sentimientos de nuestro amadísimo Prelado hacia todos sus hijos, nos lo dice en la Carta Pastoral que en este mismo número del “Boletín Eclesiástico” se publica y que os suplicamos leáis con toda veneración. Preocúpale sin cesar el bien de vuestras almas; desde su destierro se entera de vuestras necesidades y se esfuerza en remediarlas; en vosotros piensa de continuo, por vosotros ora incesantemente, y por vosotros ofrece a Dios la dolorosa prueba de su ausencia.
Para el verdadero amor la distancia no es obstáculo, sino estímulo y acicate. A través del espacio únense las inteligencias en la misma fe, las voluntades en la prosecución del mismo ideal, y los corazones en una misma plegaria.
Superfluo parecerá que os recomendamos que en vuestras oraciones hagáis particular memoria de nuestro amadísimo Prelado. Si la Iglesia, en su liturgia, nos da ejemplo de pedir cada día por los pastores de nuestras almas, con mucho mayor motivo hemos de hacerlo nosotros en las tristes circunstancias actuales por nuestro Prelado. Debemos hacerlo por amor, por gratitud, por nuestro propio interés.
¡Con qué emoción se oraba en la antigua liturgia por los fieles y los obispos desterrados! ¡Con qué insistencia el Apóstol San Pablo, cuando estaba prisionero en Roma, pedía a las Iglesias a quienes escribía, que le tuvieran presente en sus oraciones!
Cuando Herodes Agripa puso en prisiones al Apóstol San Pedro en Jerusalén, oratio fiebat sine intermissione ab Ecclesia ad Deum pro eo (la Iglesia, sin cesar, pedía a Dios por él; Hc 12,5), y el Ángel del Señor, frustrando los designios del Rey, hizo que cayesen las cadenas de las manos del Apóstol y lo libertó del poder de sus enemigos.
Pidamos, llenos de fe y confianza, por nuestro Prelado, para que Dios, que es rico en misericordias, le consuele, le aliente, le esfuerce y le inspire lo mejor para su santificación y para la nuestra.
Pidamos por él, y confiemos. Los designios de los hombres no pueden prevalecer contra los designios de Dios, que, en su sabiduría infinita, hallará los medios precisos para que, cuando llegue la hora señalada en su soberana providencia, resplandezca la verdad y triunfe la inocencia.
Ipse autem Deus Pater Noster, et Dominus Jesus Christus dirigat viam nostram ad vos (Dios nuestro Padre –decía a los Tesalonicenses el Apóstol de los Gentiles (1 Tes 3, 11)- y Jesucristo Nuestro Señor, enderece nuestros caminos hacia vosotros). Estas palabras del gran Apóstol expresan sin duda los deseos de nuestro Prelado, que son también los de sus hijos. Pidamos a Dios que, si así conviene para su gloria, amanezca pronto el día en que esos deseos tengan venturosa realidad.
A este fin disponemos:
1º.- El primer domingo después de recibida esta Circular, se celebrará en todas las iglesias del Arzobispado, por la misma intención, una fiesta eucarística, con Exposición, Rosario, Estación, Letanías del Sagrado Corazón de Jesús, Bendición y Reserva.
2º.- En todas las misas que se celebren en el Arzobispado, siempre que lo consientan las rúbricas, se dirá la oración Deus omnium fidelium, poniendo después de la palabra famulum el nombre de su Eminencia Reverendísima.
3º.- En la Misa de los domingos, después de la plática, y en todos los demás actos públicos de culto, se rezará un Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri por el señor Cardenal.
4º.- De una manera especial recomendamos a las Comunidades Religiosas y a todas las personas piadosas en general, que además de los actos mencionados anteriormente, ofrezcan al Señor oraciones y sacrificios especiales por Su Eminencia Reverendísima.
Toledo, 1 de julio de 1931
+Feliciano, Obispo de Arethusa, Vicario General
+Feliciano, Obispo de Arethusa, Vicario General