(Fragmento de mi libro Sexo: Cuándo y por qué. Queda prohibida la reproducción total o parcial del texto del blog sin permiso expreso del autor y de Ediciones Palabra)
Como leía hace poco en un libro, cuando uno quiere construir un edificio, antes de poner los cimientos debe excavar y sacar los escombros. Se ha dicho hasta la saciedad que estamos en una sociedad de consumo. Desde el punto de vista comercial, la sociedad de consumo tiene unas premisas muy sencillas: detecta o crea una necesidad, y luego vende un producto que sacie esa necesidad. Esta mirada comercial también se ha aplicado a la sexualidad, que se ha convertido en un objeto de consumo que genera negocios y ganancias. Me han impactado dos anuncios de colonia para hombre que he visto hace poco. En ambos la relación entre un chico súper atractivo, una colonia y un grupo de al menos cinco mujeres rendidas sexualmente a él es evidente y descarada. No hablamos de publicidad subliminal, eso pasó a la historia; ahora ya nos lo hacen a la cara. El sexo se utiliza constantemente en los reclamos publicitarios para atraer nuestra atención y provocar que compremos el producto.
Pero este uso publicitario de la sexualidad es solo la punta del iceberg. Vamos a los datos. El 25% de todas las búsquedas que se realizan en internet están relacionadas con la pornografía. Eso son 68 millones de búsquedas diarias. El 35% de todas las descargas de internet son pornográficas. Un 37% de las páginas web tiene contenido pornográfico. No hay que ser muy listo para ver que esto indica una relación directa entre el uso de internet y el consumo de pornografía. Una vez un adolescente me decía: «La navegación de incógnito sirve para lo que sirve: para ver porno». El consumo de pornografía es algo que también se ha normalizado en nuestro tiempo. Esto viene genial para el negocio de internet de las distintas compañías telefónicas: genera una adicción al sexo, y siempre tendrás consumidores que necesiten internet. Ese es el sencillo motivo de que haya tantísimo porno en la red. La adicción a la pornografía es una auténtica plaga que no solo se ve normal, sino que incluso se considera como algo «sano», frente a los raros o pringaos que no ven porno.
La industria del porno mueve muchísimo dinero, en concreto anualmente en torno a 100.000 millones de dólares . Para sus dueños, nosotros somos solo potenciales consumidores: lo único que les interesa es nuestro dinero. Para los dueños de la industria de internet somos lo mismo: consumidores. Por eso ambas industrias han llegado a un equilibrio tan beneficioso. Con una sociedad adicta al porno, donde se ve como algo normal y sano, ellos obtienen millones de dólares de beneficio.
Shelley Lubben era una actriz porno, que en su blog ha escrito algunas cosas impresionantes sobre la verdad de la industria pornográfica . Aquí os dejo algunas cosas que he leído en otra web, cuando me he dedicado a buscar información sobre ella: «Muchas actrices admiten haber experimentado abuso sexual, abuso psíquico, abuso verbal y rechazo por sus padres. Algunas fueron violadas y abusadas por sus vecinos. Cuando fuimos niñas pequeñas, queríamos jugar con muñecas y ser mamás, no tener hombres que asustan encima de nosotras. Así nos fue enseñado a temprana edad que el sexo nos hacía valiosas». «Los usuarios de la pornografía solo observan un vídeo bien editado. Ellos no ven lo que pasa detrás de escenas; las chicas que están llorando y son enviadas para afuera del estudio de grabación porque no pueden aguantar los actos sexuales violentos en los que les piden participar». «La verdad es que no existe la fantasía en el porno. Todo es una mentira. Una mirada más de cerca dentro de las escenas de la vida de las estrellas del porno te mostrará una película porno que no querrán que tú mires. La verdad real es que nosotras las actrices porno queremos terminar la vergüenza y el trauma de nuestras vidas, pero no podemos hacerlo solas». «Me di cuenta de cuánto mal y falta de relaciones estables crea el hábito de la pornografía en los hombres que se obsesionan con este vicio, haciéndolos tan pervertidos que no tienen otra idea más que enfocarse en el sexo de la forma más desalmada e inhumana. De ese modo me di cuenta que la pornografía era otro ataque de la élite contra nosotros» .
En este sentido, la pornografía es una forma sutil de prostitución. De primeras, podemos pensar que esta expresión se refiere solo a mantener relaciones sexuales a cambio de dinero. Sin embargo, la palabra «prostituir» tiene otra acepción más profunda: «Deshonrar o degradar algo o a alguien abusando con bajeza de ellos para obtener un beneficio ». Nuestra mirada puede estar prostituida cuando deshonramos y degradamos a una persona a un mero objeto sexual, abusando de ella a través de la imaginación para obtener una gratificación sexual. También nuestras palabras y nuestros gestos pueden estar prostituidos. ¡Cuántas personas usan de su labia para obtener sexo o para «forzar libremente» a alguien a hacer algo que no quiere! Podemos prostituir nuestro cuerpo y nuestro corazón cuando vemos porno y caemos en la masturbación. Hace unos días, hablaba con un joven al que un sacerdote le había dicho que ver pornografía era malo; me contó que él «consumía porno» (usó esta expresión), y que no veía qué había de malo en ello. Entonces le expliqué que la pornografía nos presenta una realidad distorsionada que afecta a nuestro presente y a nuestro futuro; y que la masturbación, que suele acompañar al consumo de pornografía, podía ser un gran enemigo de nuestra felicidad. ¿Por qué?
1. Nos ofrece un prototipo de mujer sumisa, dispuesta a hacer o dejarse hacer cualquier cosa con tal de satisfacer al hombre, que vive escenas violentas como si lo hiciese con placer. Las actrices de este tipo de películas son mujeres vejadas y humilladas, deshonradas, degradadas y prostituidas a cambio de dinero para hacer delante de las cámaras todo lo que les dicen que hagan.
2. El porno y la masturbación deshumanizan nuestra mirada, ya que nos hacen ver a la mujer de un modo irreal y como un objeto de consumo, de la que simplemente podemos sacar un enorme beneficio sexual.
3. Nos llevan a vivir la sexualidad de un modo individualista y consumista, encerrándonos en nosotros mismos y en nuestro propio placer lleno de egoísmo.
4. Nos dificultan el vivir la fidelidad, ya que nos acostumbran a un uso inmediato y meramente placentero de la sexualidad, de modo que se va perdiendo la capacidad de renuncia, de sacrificio, y se olvida la dimensión de entrega.
5. Hacen ascender nuestro umbral de excitación. Cada vez nos hace falta más para llegar a la excitación y al orgasmo, generando así síndrome de tolerancia, y síndrome de abstinencia, como las drogas.
6. Elevan nuestras expectativas sobre la sexualidad a un punto de irrealidad, que luego no se puede realizar en las relaciones sexuales normales, y que acaba generando frustración.
Aquel muchacho se quedó muy sorprendido. Nadie le había hablado así, y se acababa de dar cuenta de las consecuencias que todo aquello podía tener en su vida. Conozco noviazgos que se han truncado porque, como ella no le daba a él todo lo que esperaba, él acababa refugiándose en el porno y la masturbación, en una huida hacia una sexualidad imaginaria e irreal.
Una imagen vale más que mil palabras; y las imágenes que vemos se quedan profundamente grabadas en nuestra memoria, consciente e inconsciente. Todo el porno que vemos va creando un bagaje en nosotros, que va prostituyendo nuestro modo de ver, de mirar y de vivir la sexualidad, y que, a medio o largo plazo, puede traer muchos problemas a las relaciones que vivamos con nuestro esposo o esposa. Además, si el porno va unido a la masturbación, supone un cierto modo de infidelidad a la persona que amamos o a la persona con la que estaremos, ya que mediante imágenes o con el pensamiento, estamos usando nuestra genitalidad con personas que no son nuestra pareja.
Hace poco un joven me dio a conocer la plataforma NoFap.com, fundada en junio de 2011 por Alexander Rhodes, quien observó las dificultades que el consumo de porno y la masturbación traen a la vida de millones de hombres: «Después de abstenerse de la pornografía y la masturbación por un período de tiempo, algunos de los usuarios de NoFap reclaman, entre otros, "aumentos dramáticos en confianza social, energía, concentración, agudeza mental, motivación, autoestima, estabilidad emocional, felicidad, coraje sexual, y ser más atractivo al sexo opuesto". Algunos usuarios de NoFap dicen que sus cerebros estaban deformados por el porno, a expensas de relaciones reales» . Su fundador no es una persona cristiana, sino que se declara ateo. Pero, junto a miles de usuarios de su plataforma, se ha dado cuenta de los problemas que le estaban trayendo estas dos adicciones. La página web projectknow dirige una profunda mirada a la adicción al porno, fijándose sobre todo en la plataforma NoFap . En ella se nos dan una serie de datos muy interesantes, así como en el artículo citado por Wikipedia: «Quince beneficios de dejar la pornografía» . También la página yourbrainonporn.com presenta estudios científicos sobre cómo el porno afecta a toda nuestra vida, e incluso puede alterar la estructura de nuestro sistema nervioso . No se trata solo de un tema moral, sino de un hábito tóxico que está cambiando radicalmente nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, especialmente en el caso de los hombres, que son los más afectados por estas dos adicciones:
«Actualmente muchos psicólogos no dejan de señalar los peligros que le son inherentes y que se manifiestan con relativa facilidad cuando se convierte en un hábito adquirido: el retraso en la apertura a los demás, el riesgo de quedarse en un estadio narcisista, la excesiva genitalización del sexo, la búsqueda de sí mismo en el propio acto sexual, el utilizarla como una evasión para escapar a otros compromisos o evadir otros problemas, el debilitamiento de la fuerza de voluntad, la falta de confianza en sí» . De hecho, cuando la masturbación se ha convertido en una fijación en alguna etapa de la vida, puede hacer que en las relaciones sexuales se dé un reflejo autoerótico que lleve al hombre a pensar solo en sí mismo e incluso a la eyaculación precoz, dificultando la vida sexual matrimonial .
Además, desde el punto de vista del porno como un negocio, es necesario que nos detengamos a pensar también a qué estamos contribuyendo con nuestro clic cuando navegamos en busca de pornografía. Estamos favoreciendo un machismo tremendo, que reduce las mujeres a meros objetos; estamos contribuyendo a que miles de mujeres se dejen humillar a cambio de dinero; estamos viendo cómo miles de almas se vacían en un mutuo abuso comercial ante las cámaras solo para excitar nuestros instintos más bajos; estamos apoyando una industria a la que no debemos nada y que no busca nuestro bien, que nos está deshumanizando y está tratando de generarnos una dependencia para aprovecharse económicamente de nosotros, que está prostituyendo nuestra mirada, nuestra mente, nuestro corazón y nuestros actos.
Es evidente que no es fácil vivir bien esto hoy, y que en ese camino todos podemos tener caídas; pero es también muy importante que escuchemos la verdad sobre estos temas y que tengamos claro dónde no queremos llegar.