Por ejemplo esto lo podemos ver en la oración. ¿Cómo nos preparamos? ¿Cómo nos acercamos a Dios? No es tan fácil como aparentar algo y ya está. El simple hecho de arrodillarnos al orar, comunica a nuestra predisposición humilde a aceptar Su Voluntad.
Me parece que el que se prepara para orar debe antes recogerse y prepararse un poco, para estar más presto, más atento al conjunto de su oración. Debe igualmente alejar de su pensamiento todas las ansiedades y todas las turbaciones, y esforzarse para acordarse de la grandeza de quién se le acerca, pensar cuan impío es si se presenta ante Dios sin prestar atención, sin esfuerzo, con una especie de desenfado nocivo, en fin, rechazar todos los pensamientos extraños.
Cuando se va a orar es necesario presentarse, por decirlo de alguna manera, con el alma entre las manos, el espíritu levantado con la mirada puesta en Dios, antes de levantarse apartará el espíritu de la tierra para ofrecerlo al Señor del universo, y por fin, si deseamos que Dios se olvide del mal que hemos cometido contra él mismo, contra los prójimos o contra la recta razón, hemos de dejar todo resentimiento causado por alguna ofensa que creamos haber recibido.
Puesto que son innumerables las actitudes corporales, hemos de preferir sobre todas las demás, aquellas que consisten en extender las manos y aquellas en que elevamos los ojos al cielo, para expresar con el cuerpo actitudes que son imagen de las disposiciones del alma durante la oración…, pero las circunstancias pueden llevarnos a veces a orar sentados… o incluso acostados… La oración de rodillas es necesaria cuando alguien se acusa ante Dios de sus propios pecados, suplicándole que le cure y que le absuelva. Estar de rodillas es símbolo de este prosternarse y someterse del cual habla Pablo cuando escribe: “Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda la familia en el cielo y en la tierra” (Ef 3,1415). (Orígenes. La Oración, 31)
Orar de rodillas, como dice Orígenes, es signo de humildad y aceptación. Es signo de súplica y confianza. No deberíamos olvidarnos de arrodillarnos en los momentos adecuados de la misa, ya que con nuestra postura, formamos parte de la oración de toda la Iglesia. Una Iglesia que debería ser humilde y saber aceptar la Voluntad de Dios, antes que los convencionalismos sociales a los que estamos acostumbrados.
Es raro que hagamos lo que Orígenes nos dice. Normalmente, si llegamos a orar, lo hacemos con ansiedad, premura, convencionalismos y sobre todo, con una cierta increencia de ser escuchados. La oración no es una fórmula mágica que se recita para que Dios haga lo que nosotros queremos. La oración es maravillosa forma que Dios nos ha dado para unirnos a su Voluntad, negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz. La oración no cambia la Voluntad de Dios, sino que nos prepara para aceptarla en toda su profundidad y misterios. Pensemos en dos de las oraciones más maravillosas, la de María a aceptar ser la Madre del Salvador y la de Cristo, que pide al Padre que antes sea su Voluntad, que los deseos de no tener que pasar por el Calvario. Ambas fueron suficientemente humildes como para aceptar la Voluntad de Dios y por eso son modelo para nuestras oraciones.