Gonzalo Redondo en su Historia de la Iglesia en España, 19311939 (Tomo I. La Segunda República (19311936), Madrid 1993, páginas 137ss) nos explica lo que sucedió el 9 de mayo de 1931:

Ante la situación creada, “los metropolitanos que se reunieron en Toledo con el cardenal el 9 de mayo, cerraron filas en torno a él ante los ataques que estaba recibiendo de parte del Gobierno. En Toledo estuvieron presentes, en la Conferencia extraordinaria de metropolitanos y conforme puede leerse en su acta, bajo la presidencia del Cardenal Arzobispo de Toledo, que suscribe, los Reverendísimos Señores Cardenales Francisco de Paula Vidal i Barraquer [de Tarragona] y monseñor Eustaquio Ilundain y Esteban [de Sevilla], Arzobispos de Valladolid [monseñor Remigio Gandásegui Gorrochategui], Valencia [monseñor Prudencio Melo Alcalde] y Zaragoza [monseñor Rigoberto Doménech Valls], y el Rvdmo. Sr. Obispo de Jaén [beato Manuel Basulto Jiménez] por la Archidiócesis de Granada, […] Excusó su asistencia por enfermedad y se adhirió a los acuerdos el Excmo. Sr. Arzobispo de Santiago [Fray Zacarías Martínez Núñez, O.S.A.] y del mismo modo, por ausencia se excusó y adhirió el Rvdmo. Sr. Patriarca de las Indias [monseñor Ramón Pérez Rodríguez]. El Reverendísimo Señor Arzobispo de Burgos [monseñor Manuel de Castro Alonso] ni se excusó ni asistió”.

Los acuerdos que en esta Conferencia extraordinaria se adoptaron fueron cuatro:
  1. Enviar una carta de adhesión incondicional a Su Santidad en nombre de todo el Episcopado.
  2. Adherirse en absoluto al Sr. Cardenal Arzobispo de Toledo, mostrándose plenamente conformes por su actuación, y condoliéndose de la persecución de que es objeto por parte del Gobierno.
  3. Se aprobó una declaración colectiva pastoral de los Reverendísimos Metropolitanos en nombre propio y conforme al sentir del Episcopado […].
  4. Se acordó que en nombre de los Reverendísimos Metropolitanos suscriba el Cardenal Arzobispo de Toledo una exposición al Presidente del Gobierno provisional protestando de la violación de diversos derechos de la Iglesia ya llevada a cabo o anunciada oficialmente. El texto de [la] referida exposición fue aprobado.
Sin embargo, señala Gonzalo Redondo (página 138) que “esta armónica declaración conjunta de metropolitanos velaba una realidad algo diferente”.

Quien lo cuenta es el cardenal Vidal i Barraquer que escribiría al nuncio Tedeschini recordando en sus letras las discrepancias habidas y “exponía la relación excelente que desde el mismo momento de la proclamación de la República había establecido con Francesc Maciá, presidente de la Generalitat de Cataluña, y con el mismo Alcalá Zamora, al que también había visitado. Una actitud muy distinta a la de don Pedro Segura”, sigue diciendo G. Redondo.


El Cardenal Vidal i Barraquer, en el centro Francesc Maciá, y a la derecha, el siervo de Dios Manuel Irurita, el obispo mártir de Barcelona.

Fue precisamente en estos momentos, mientras los metropolitanos españoles trataban de fijar la más adecuada línea de comportamiento ante la nueva situación derivada del cambio de régimen cuando, ante la pasividad con que se comportó el Gobierno provisional (tal vez, incluso anuencia), tuvo lugar la llamada quema de iglesias y de conventos del 11 de mayo. El número de edificios destruidos fue: cuarenta y uno en Málaga, veintiuno en Valencia y su provincia; once en Madrid; cinco en Jerez de la Frontera; cuatro en Sevilla; otros tantos en Cádiz y en Murcia, dos en Algeciras y don en Sanlúcar (cfr. Joaquín ARRARÁS, Historia de la Segunda República española, t. I págs. 73100).

Son muchos los autores que han subrayado cómo la quema de iglesias y conventos puso fin a las esperanzas de una República en paz… ¿pero eso era buscado por ellos? ¿Todos los que participaron en la quema habían leído la carta pastoral del Cardenal Segura del 1 de mayo? Ante estos sucesos [la quema del Palacio Episcopal y 41 templos diocesanos], el obispo de Málaga, san Manuel González García, tuvo que escapar por las evidentes amenazas y refugiarse en Gibraltar.

Si el 13 de mayo el cardenal Segura se trasladaba voluntaria y temporalmente a Roma, cuatro días después, el domingo 17 de mayo, era expulsado de España, monseñor Mateo Múgica Urrestarazu, obispo de Vitoria, porque trataba de formar un frente electoral católico en la región vascongada” (página 139 de la obra de Gonzalo Redondo).



El Cardenal Segura, camino de Roma

En El Castellano del 13 de mayo de 1931 podemos leer:
El secretario particular del gobernador civil, señor Serrano, comunicó al mediodía de hoy a dos periodistas que hacen información en el Gobierno la noticia de que el señor Cardenal Primado había pasado la frontera portuguesa con dirección a Roma.

En El Castellano del 15 de mayo de 1931 podemos leer:

Llegada del cardenal Segura a Lourdes.
Lourdes, 14.- Ha llegado el Cardenal Arzobispo de Toledo, monseñor Segura. Su llegada ha sido telegrafiada al Papa.

Detalles completos del paso por la Frontera.
San Sebastián.- El ministro de la Gobernación había telefoneado al gobernador anunciándole que hoy pasaría la frontera el cardenal primado y recomendándole que le facilitara cuanto necesitase. Efectivamente, a primera hora de la mañana llegó a San Sebastián el cardenal Segura […]. En cuanto el gobernador conoció la presencia del Cardenal Primado se ofreció a facilitarle los pasaportes necesarios y le brindó los servicios del Comité de defensa de la República para evitar que se produjera el menor incidente.

También dio el gobernador las facilidades necesarias al hermano del señor cardenal y las oportunas órdenes a la frontera para que se facilitara el tránsito de su eminencia con toda facilidad [… Por su parte, él] quería detenerse en casa de su amigo el señor Olazábal [jefe nacional del partido integrista] donde dijo misa. El señor Cardenal vestía ropa talar, sin distintivo especial. Tenía aire de fatiga y preocupación y estaba sin afeitar […].

A las dos y cuarto de la tarde, el señor Cardenal, su hermano y un secretario llegaron a la frontera por la avenida de Francia, de Irún, donde se les acercaron varios policías y dos representantes del Comité de Defensa de la República, diciéndole uno de estos:

-En virtud de órdenes del poder civil republicano, puede usted pasar la frontera sin ninguna molestia ni dificultad.

El comisario añadió:

-Tenemos instrucciones concretas en este sentido.

Su eminencia sonrió con leve cortesía y dijo:

-Muchas gracias.

Avanzó solo por el puente internacional, con la cabeza baja, y se detuvo al llegar a la Aduana francesa, donde se le incorporaron su hermano y el secretario. Después los tres siguieron por la carretera hasta el Hotel Midi, donde inmediatamente fueron a visitarle varios españoles emigrados. Luego de descansar en el hotel fue a la estación, donde muchas señoras le besaron el anillo llorando.

A las siete de la tarde salió para Lourdes, desde donde seguirá a Roma.

En el Hotel Midi, de Hendaya, donde el señor Cardenal descansó algún tiempo recién pasada la frontera, recibió a varios periodistas franceses que le preguntaron hacia dónde se encaminaba.

-Primero marcho a Lourdes a visitar el santuario y a rezar.

Después iré a Roma…


-¿Y luego?

El Cardenal inclinó la cabeza y respondió:

-Luego… ¡Dios dirá!...

-¿Piensa volver a España?

El Prelado guardó silencio y se despidió de sus interrogadores.