Diego Laínez Gómez de León (Almazán, 1512 - Roma, 19 de enero de 1565), fue el segundo General de la Compañía de Jesús, compañero de san Ignacio de Loyola, sucesor y biógrafo suyo. Destacado teólogo, fue Padre Conciliar en el Concilio de Trento.
 
Nacido en Almazán (Soria) y descendiente de una familia judía sefardita, estudió filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares y teología en la de París, donde conoció a Ínigo de Loyola. Hizo los votos junto con él en la iglesia de Montmartre (París) en 1534 y fue ordenado en 1537, en Roma.
 
Nacido en Almazán (Soria) y descendiente de una familia judía sefardita, estudió filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares y teología en la de París, donde conoció a Ínigo de Loyola. Hizo los votos junto con él en la iglesia de Montmartre (París) en 1534 y fue ordenado en 1537, en Roma.
 
A la muerte de San Ignacio, ejerció de vicario general hasta la celebración de la I Congregación General. Convocada para elegir nuevo general y aprobar las Constituciones, Laínez fue elegido en el primer escrutinio. Pero a la hora de aprobar las Constituciones se modificaron, por voluntad del Papa, en dos puntos esenciales: el generalato pasaba a ser de solo tres años y no vitalicio, como había prescrito Ignacio, y se introducía el coro en la S.I., según la práctica de otras órdenes religiosas. Sin embargo, este mandato fue aplicado solo por unos años, desde 1559 hasta 1565, cuando fue suspendido por orden de Pío IV.
 
El Generalato de Laínez es considerado como uno de los más fructíferos para el desarrollo de la Compañía en lo que concierne a la actividad ministerial en su conjunto. El impulso que dio a los centros educativos trasladó el eje de los ministerios jesuítas de las residencias a los colegios. Hubo numerosas peticiones de fundación de colegios de muchos países. Y también las misiones tuvieron parte en este gran periodo.
 
A él se debe la instauración de seis nuevas provincias. Por su influencia, la Compañía de Jesús fue readmitida en Francia y se abrieron las puertas de Polonia. Laínez se valió de su presencia en el Concilio de Trento para defender a lo largo y a lo ancho el nombre de la Compañía ante aquella numerosa asamblea. Y, lo que es más importante, a Laínez se debe, sobre todo, la fama de doctrina y prestigio de que gozó la Compañía de Jesús ante papas y cardenales. Su generalato estuvo limitado en el tiempo, no tuvo por tanto la posibilidad de trazar amplios programas. Su secretario fue Juan Alfonso de Polanco.
 
Entre sus obras, las más destacadas por su impacto social y religioso fueron la biografía de San Ignacio, que se publicó con el título de Vida de San Ignacio, y las Disputationes variae ad Concilium Tridentinun spectantes, obra teológica que no se publicó hasta 1885.
 
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