Esta obra de misericordia, salvo excepciones, se puede aplicar hoy a visitar a los presos.
   Orgullosos debemos sentirnos de la obra realizada durante siglos por nuestros hermanos Mercedarios junto con otras Órdenes y creyentes con el mismo espíritu. Su obra en la redención de cautivos ha sido inmensa a lo largo de la historia. Su ayuda espiritual y material en mazmorras y calabozos, recaudando dinero en los países cristianos para rescatarlos no tiene precio; a veces, el rescate era su propia persona. Tenemos hermanos en la fe verdaderamente heroicos.
    Visitar a los presos es una obra de misericordia con posibilidades reducidas en cuanto a personas y sitios de realización. Se necesitan permisos especiales por la responsabilidad que tienen también las autoridades civiles.
    No podemos cerrar el corazón a unos hermanos, siempre débiles, no siempre de mala voluntad.
    Se puede cooperar ayudando a las organizaciones que procuran su defensa para que no haya sentencias injustas. Para que se humanice el ambiente de las cárceles. En muchas naciones, tenemos hacinamientos degradantes para la dignidad humana. En España existen unos 67. 000 presos. Frecuentemente con penas grandes para pequeños delitos y con pena pequeñas para grandes faltas. Hay cárceles en el mundo plagadas de violencia física y corrupción.
    Detrás de hombres y mujeres encarcelados existen interiores sorprendentes. Visitar a estas personas te adentra en el misterio de la vida y de Dios. Una confesión: “Estoy conmigo misma después de tantos años de drogas y aventuras sexuales”. Y citaba dos versículos del Profeta Isaías: Is 49:16 y Is 43,4. “Mira, te llevo tatuada en mis palmas, tus muros están siempre ante mí”. “Porque eres precioso ante mí, de gran precio, yo te amo”.
    El cristiano sigue a uno que fue tenido por delincuente, pospuesto a Barrabás, condenado injustamente; terminó perdonando a un ladrón que le robó el paraíso. Las prisiones no son ajenas a las comunidades cristianas primitivas. Ni tampoco a las de hoy. Muchos cristianos son presos y masacrados por el hecho de serlo. Nos conviene recordar el texto de hebreos 13,3: “Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne”.
   En nuestra sociedad nos encontramos con otros cautiverios no menos duros: Depresiones personas esclavas de mafias, drogas, sexo. Con frecuencia tan dura como las cárceles. Esta obra de misericordia nos demanda una sensibilización y actuación coherente según nuestras posibilidades.
   Todos somos presos de alguna realidad concreta. Cuando nos ponemos frente a un preso tenemos una confrontación personal. También nosotros somos culpables y podemos serlo en el futuro. A veces, rehuimos esta realidad. Cuando la aceptamos, nos impide dar por perdidos a los encarcelados o proyectar sobre ellos lo oscuro que no queremos admitir en nosotros mismos.
    A los presos les alienta mucho cuando nos fijamos en los aspectos positivos de sus vidas. No todo está perdido. La misericordia nos prevee del valor necesario papa mirarles a los ojos y dialogar de sus angustias y soledades. Cuando se conocen las circunstancias concretas de su vida y familia, uno puede preguntarse: ¿Qué hubiera hecho yo con esa familia y esa vida?
   Llegar hasta las cárceles no está al alcance de todos. Queda ayudar a las Asociaciones que tienen relación con ellos. Ellas pueden hacer mucho para aliviar a los presos y sus familias. Allanando así el camino de la recuperación. “La mejor manera de poner en su lugar al ser humano y acabar con su pretensión de ser un denominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses”.  Papa Francisco