¿Orar?
Presencia mutua de amor

 Ante todo, unas aclaraciones

 Orar es cuestión de corazón. Sí, sí, de mucho corazón. Entendámonos: orar es cuestión de mucho amor. Santa Teresa de Jesús dice que “el orar no está en pensar mucho, sino en amar mucho”. Y otros dicen que orar es descender a los hondo de tu corazón, para alcanzar las cumbres del amor. Las cumbres del amor están en Dios-Amor, Trinidad, que vive, mora dentro del corazón que le acoge en amor de fe.

 Con esto, dos cosas quedan puestas de relieve: la primera, que el corazón es parte esencial de la oración como lugar de encuentro con Dios-Amor que vive en mí, precisamente en la hondura de mi ser, en lo más íntimo de la persona, el corazón. Por eso que no se ora ni con la inteligencias, ni con la memoria, ni con la afectividad, ni con los sentimientos (la sensibilidad), etc.; la segunda, que la persona ora a Dios con el corazón, es decir con su yo profundo, y lo hace creyendo y acogiendo humildemente a Dios-Amor en sí, dejándose amar por Él y, al mismo tiempo, dándose generosamente a ese Dios-Amor que de tal manera le quiere, que es lo mismo que amarle con todo el ser y con todo el corazón. En ese vaivén de amor, recibido y dado recíprocamente, está la oración. Así de simple. Así de entusiasmante. ¿Quién no será capaz de amar? ¿Quién no podrá amar? ¿Quién o qué podrá impedir la oración.

He ahí por qué decimos que la oración es presencia mutua de amor. O don amoroso, que viene a ser lo mismo. No es un recitar oraciones o hacer rezos. ¡Qué va! Me explico.

 Al decir presencia, queremos señalar una presencia personal que está y quiere estar y permanecer donándose, activamente dándose, como es propio de la presencia de Dios-Amor en el alma en gracia; y otra presencia personal, -la del orante: la tuya y la mía-, que al mismo tiempo quiere e intenta pobremente, muy pobremente, pero realmente y según su posibilidad, estar y permanecer dentro de sí con Dios-Amor, no a golpes férreos de voluntad, sino a base de fe viva. ¡Lo que tanto nos cuesta!

Al decir mutua -adjetivo que aquí pudiera parecer inútil- queremos subrayar que esa presencia no es una presencia estática y por eso insignificante, como pueden estar dos personas, una al lado de la otra, sin más, porque hay que estar; muy al contrario, se pone de relieve que la presencia mutua es una presencia hecha de relación viva, real, en soledad pero privilegiada, o sea, que está expresas y recíprocamente el uno para el otro, aceptando el uno al otro, apoyando el uno al otro, gozando el uno del otro; y la relación más viva es la relación de verdadero amor, el amor oblativo: olvidado de sí, uno está del todo y en cuanto es posible, volcado al otro, ofrecido al otro sin esperar nada a cambio: queriendo al otro, queriendo el bien del otro. Lo cual es verdadero amor.

Decimos, pues, que orar es presencia mutua de amor. O también: estar-presente-a-Dios-presente-en-mi-amándole. Significando con los guiones, el acto simple del don de oración, como relación de unidad y comunión de amor, al modo que se da en la Santísima Trinidad.

Con estas entregas que iremos haciendo, intentamos introducir en esta oración, que no es un método ni un medio, sino un modo de estar siempre en oración y sobre todo en los momentos que mayormente dedicamos a este encuentro de oración, que hace parte esencial del ser cristiano, del ser hijo de Dios, del ser siempre don a Dios y a los demás. Y eso, desde la genuinidad más personal e íntima del corazón, del amor y de la fe.

Introducir, decimos, haciendo ver lo que es la oración; y esto desde diversos ángulos. Así, cada uno de los temas presentados intenta expresar un aspecto, que por lo demás abarca a todos. Porque una oración tan simple es riquísima, como es inagotable el mutuo encuentro de amor, y más entre la creatura y el Creador, entre el Amante y el Amado.

 Lo importante será siempre, la experiencia orante que une hace, -¡ojalá cada día!-, para lo que se añade cada vez unos elementos prácticos y orientadores, que ayudarán mucho a quien los siguen para ir introduciéndose esta oración de mutua presencia de amor.

 Que todo ello sirva, sobre todo, como una ayuda personal a la oración íntima y personal de cada uno, aunque pueda ser utilizado también en una oración grupal; ¡que no se descarta!