Me ha gustado esta carta que entresaco de mi legajo para todos los lectores. Nos habla de la alegría. Y nos dice nuestro amigo: Cuando vi el edificio del  Seminario, viejo caserón centenario, con su empaque, sus solemnes escudos y adornos, sus interminables pasillos y puertas palaciegas, pensé que la vida allí debería ser demasiado seria. Me preocupó pensar que había que renunciar a la alegría de la juventud. Pero a medida que me iba adentrando en las tareas del curso, en la relación con compañeros y formadores, etc., descubrí que entregar a Dios la vida era realmente alegre. En esa comunidad formada por bastantes jóvenes destacaba una alegría que era muy distinta a la que yo traía de la calle. No era la simple carcajada o la risa fácil. Era un humor que salía del corazón de cada uno. Las sonrisas eran sinceras, y la fraternidad  era amable. Me sentía feliz al comprobar que esa realmente el camino que yo buscaba.

            Uno sale del Seminario con la  ilusión de “comerse” el mundo, de hacer realidad el mandamiento del amor. Pero la vida misma te va vapuleando, y no todo es color de rosa. A pesar de todo, no podemos perder la alegría que nos dejó el Señor. El nos dice que siempre estemos alegres, en los días buenos y con sol, y en los días nublados. El estado de ánimo no debe depender de las circunstancias, sino de la paz que lleves en el corazón. He procurado tenerlo en cuenta en mi vida sacerdotal, aunque no siempre lo haya conseguido.

Traigo aquí unas palabras del Papa Francisco que nos habla precisamente de la alegría del sacerdote. No tiene desperdicio:

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«Alegría custodiada por el rebaño y por tres hermanas que la rodean, la cuidan, la defienden: la hermana pobreza, la hermana fidelidad y la hermana obediencia», dijo el Papa Francisco, haciendo hincapié en tres rasgos significativos en la alegría sacerdotal: «nos unge, es incorruptible y es misionera». Con la Liturgia que se celebra este día en todo el mundo, este Jueves Santo, por la mañana, en la Basílica de San Pedro, el Obispo de Roma presidió la Santa Misa Crismal, con la bendición de los santos óleos para la unción de los catecúmenos, la unción de los enfermos y el crisma, para los grandes sacramentos que confieren el Espíritu Santo, es decir: Confirmación, Ordenación sacerdotal y Ordenación episcopal. Concelebraron con el Papa Francisco los Cardenales, Obispos y Presbíteros presentes en Roma. En la misma Celebración Eucarística, la renovación por parte de los sacerdotes de las promesas realizadas en el momento de su ordenación.

Ungidos con óleo de alegría. En su homilía, dirigiéndose a los queridos hermanos en el sacerdocio, el Papa recordó que «en el Hoy del Jueves Santo, en el que Cristo nos amó hasta el extremo (cf. Jn 13, 1), hacemos memoria del día feliz de la Institución del sacerdocio y del de nuestra propia ordenación sacerdotal. El Señor nos ha ungido en Cristo con óleo de alegría y esta unción nos invita a recibir y hacernos cargo de este gran regalo: la alegría, el gozo sacerdotal. La alegría del sacerdote es un bien precioso no sólo para él sino también para todo el pueblo fiel de Dios: ese pueblo fiel del cual es llamado el sacerdote para ser ungido y al que es enviado para ungir. Ungidos con óleo de alegría para ungir con óleo de alegría».

Y señaló tres rasgos significativos en la alegría sacerdotal: «es una alegría que nos unge - dijo - (no que nos unta y nos vuelve untuosos, suntuosos y presuntuosos), es una alegría incorruptible y es una alegría misionera que irradia y atrae a todos, comenzando al revés: por los más lejanos».

«Me gusta pensar la alegría contemplando a Nuestra Señora: María, la madre del Evangelio viviente, es manantial de alegría para los pequeños (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 288)», destacó también el Santo Padre - y añadió: «creo que no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres».

«En este Jueves sacerdotal le pido al Señor Jesús que haga descubrir a muchos jóvenes ese ardor del corazón que enciende la alegría apenas uno tiene la audacia feliz de responder con prontitud a su llamado», pidió el Papa Bergoglio, rogando luego también por los recién ordenados: «cuida Señor en tus jóvenes sacerdotes la alegría de salir, de hacerlo todo como nuevo, la alegría de quemar la vida por ti».

Por los ya tienen varios años de ministerio: «que sepan rezar como Nehemías: la alegría del Señor es mi fortaleza (cf. Ne 8,10)». Y por los sacerdotes ancianos, sanos o enfermos: «que sientan la alegría de pasar la antorcha, la alegría de ver crecer a los hijos de los hijos y de saludar, sonriendo y mansamente, las promesas, en esa esperanza que no defrauda».(
Ungidos con óleo de alegría. Homilía del Papa en la Misa Crismal . 17 abril 2014)

            Considero que no hacen falta más comentarios. Solo manifestar mi deseo de que todos los sacerdotes estemos contentos con nuestra vocación, y que los fieles nos ayuden para conseguirlo.