Se puede preguntar por qué razón, mientras los discípulos luchaban en medio del mar, se presentó en la playa, después de su resurrección, el que antes de ella había andado sobre las olas en presencia de sus discípulos. Pero la mar significa el siglo presente, que se combate a sí mismo por el choque de las tumultuosas olas de esta vida corruptible, al paso que la tierra firme de la playa significa la estabilidad del eterno descanso. Y como los discípulos luchaban todavía con las olas de esta vida mortal, se fatigaban en el mar, mientras nuestro Redentor, después de su resurrección, habiendo sacudido la corrupción de la carne, permanecía firme en la playa (San Gregorio, Sobre el Evangelio. Homilía 24)
San Juan nos presenta a los discípulos luchando contra el mar e intentando sacar alguna pesca. Trabajan unidos y se enfrentan a un medio que no pueden dominar. No se hunden, pero no logran que las redes les devuelvan aquello que buscan. Seguramente se darán cuenta que el relato coincide justamente con nuestra situación eclesial actual. No podemos decir que no intentemos evangelizar al mundo, ya que utilizamos todo tipo de herramientas y estamos en cualquier espacio donde podamos lanzar las semillas del Reino. Pero, por desgracia, no sacamos mucho en nuestras redes. Mientras, Cristo está en la orilla y nos llama. Indica dónde lanzar las redes, pero ¿Le escuchamos? ¿Tenemos en cuenta que lo importante no son los peces que saquemos y el trabajo que los cueste hacerlo? Lo importante es hacer la Voluntad de Dios, todo lo demás se nos dará por añadidura.
Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas. Pero buscad primero su Reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mt 6, 32-33)
¿Tenemos que parar de trabajar por el Reino de Dios? Nada de eso. Todos los bautizados aspiramos a ser herramientas dóciles en manos de Dios. Lo complicado es escuchar a Cristo que no hace señas desde la orilla. Lo casi imposible es dejar de mirarnos el ombligo y aceptar que una indicación de Dios es más importante que todo el esfuerzo que podamos hacer por nosotros mismos. Como decía antes, el pasaje evangélico nos habla de que lo importante ser santos. Tras la lucha, si hemos hecho lo que Dios desea de nosotros, podremos sentarnos con el Señor a disfrutar de la gloria de Dios. Los discípulos disfrutaron de la presencia de Cristo y que se hace evidente porque come como ellos. Está en medio de ellos, porque se han reunido en su Nombre. Cristo deja pasar la ocasión para preguntar a Pedro si le amaba. ¿Le amamos nosotros? ¿Somos capaces de aceptar su Voluntad? ¿Somos capaces de buscar el Reino y la Justicia de Dios? Pensemos que todo lo demás llegará por añadidura, pero ¿Qué es todo lo demás? Sin duda son las promesas que Cristo ha hecho y en las que confiamos, para seguir adelante día a día.