El pasado sábado día 2 de Abril, tuve el honor de pilotar un acto público a las 11 de la mañana, en el Centro Cultural Juan Pablo II de Cádiz (C/Obispo José María Rancés, 1): presentar y moderar cinefórum sobre la película Matrix.

¿Qué tiene que ver la película Matrix con nuestra sociedad actual y con los problemas que vivimos dentro y fuera de la Iglesia? Aunque no lo crean, tiene mucho de aportar y enseñarnos. Hablar de Matrix es hablar de Jean Baudrillard,  filósofo-sociólogo de la postmodernidad. Hablar de Matrix es hablar de la sociedad postmoderna en la que vivimos desde hace unas décadas. En esta película podemos encontrar muchas pistas para entender los problemas más actuales de nuestra sociedad y también de la Iglesia.

 

Pero ¿Qué es la postmodernidad? Básicamente es una forma de entender lo que nos rodea y un modo de vivir la vida. Para la postmodernidad no hay Verdad, no existe nada universal, común y coherente. Vivimos en un simulacro al que llamamos “realidad”. La realidad se induce a través de los medios de comunicación y se crea por medio de nuestra subjetividad personal. Vivimos dentro de una sociedad en gran parte ficticia, construida a partir de un tipo de realidad aumentada: una hiperrealidad. En esta hiperrealidad, los medios nos van dejando mensajes para que veamos, pensemos, entendamos y actuemos, según las premisas postmodernas. Pero ¿De dónde surge la postmodernidad?

 

La posmodernidad, como corriente de pensamiento, surge después de la segunda guerra mundial como reacción en contra de las atrocidades y frustraciones que esta trajo consigo la guerra y sobre todo, la postguerra. Más o menos se inicia en los años 60 a través de los primeros movimientos antisistema, pero se populariza en los años 90, con el movimiento cyberpunk. Estos límites son aproximados. Ya existían síntomas de postmodernidad desde el siglo XIX y todavía se entiende la vida de forma moderna en muchos ámbitos.

 

La postmodernidad cuestiona los dogmas racionales de la modernidad; de esa modernidad que propugna el secularismo por medio de relaciones sociales aparentemente igualitarias; esa modernidad que valora altamente la razón, y por ende la capacidad humana para encontrar las leyes científicas que gobiernan el mundo; esa modernidad que desprecia las reacciones emocionales, pone al individuo-arquetipo-modelo como centro del universo y concibe la historia como un proceso voluntario de progreso hacia épocas mejores.

El fracaso de la modernidad y del modernismo, nos enfrentó traumáticamente con el fracaso de las utopías ideológicas que se ofrecían como panaceas. El fracaso del “sistema ideal”, que nunca llegó y ante el que actualmente muchos sienten la necesidad de revelarse.  El fracaso de las ideas que trajo consigo la ilustración. Evidentemente racionalizar, homogeneizar, hacernos artificiales, deshumanizarnos no es una solución para nuestros problemas. La reacción ante la homogenización ideológica es derribar los mitos que la modernidad nos ofrece. Por eso la postmodernidad tiene tanto atractivo en una sociedad convulsa, llena de facciones, ideologías contradictorias, frentes, líneas rojas y una profunda incapacidad de dialogar.

 

¿Qué nos encontramos en nuestra sociedad actual? ¿Qué estamos viviendo?

 

La sociedad que busca, quiere, construir un mundo que sea más “real” que verdadero. La palabra “verdad” ha dejado de ser útil, porque se propugna que hay tantas verdades como seres humanos. La verdad queda relegada ante la “realidad” personal que nadie puede negar.

 

Para la postmodernidad no tenemos en común la naturaleza humana. Cada cual es particular, diferente a los demás, un especial “el, ella, o lo que quiera ser”. Nada es común. Sólo la cómoda lejanía nos asegura que no nos hagamos daño. Esto es dia-bólico, es decir, nos separa, destruye puentes, genera apariencias falsas que intentamos que sean respetadas como verdaderas. Dicho esto sin olvidarnos que la creación de una sociedad homogénea y artificial, tampoco ofrece ninguna ventaja.

 

Aún más, vivimos en una sociedad en la que la autenticidad ha sido reemplazada por copias de la misma (generando infinitos sustitutivos para la realidad), nada es Verdad y los involucrados en esta ilusión son incapaces de notarlo.

 

Esta “hiperrealidad” la vemos plasmada en la historia de Matrix, en donde nadie es dueño de sus acciones y vivimos sometidos, sin saberlo, al poder de las maquinas.

 

En conclusión la realidad, como concepto, es algo que en causa problemas. De nos dice que lo que se ve, lo que se oye, lo que se siente, es lo que constituye la realidad, pero si comparamos esta experiencia subjetiva con la de otra persona, el resultado es una falta de acuerdo. Lo cierto es que lo que “se conoce” se nos presenta siempre como una construcción. ¿Pero quién es el constructor? ¿Quién monta y sostiene el Sistema? ¿Qué se espera de nosotros? ¿Someternos o ser antisistema? Pero en todo caso, no hay final feliz, solo una sucesión de presentes en los que se busca no sufrir. Para la postmodernidad las utopías no sólo no existen, sino que involucran engaños de los que tenemos que huir. Desde el punto de vista cristiano ¿Cómo estar presentes y evangelizar una sociedad que no acepta la utopía de la salvación?

 

Seguimos peleándonos para rechazar el modernismo y sus consecuencias, pero mientras estábamos luchando, ha aparecido la postmodernidad y ni nos hemos dado cuenta. Esto nos ha desconcertado, llevándonos a aceptar, acríticamente, que la postmodernidad es la solución a la modernidad. No hemos tenido en cuenta todos los efectos secundarios, que ya estamos padeciendo: 

  1. Tribus eclesiales. Cada cual vive aparte defendiendo su “realidad”: sensibilidad, carisma, etc
  2. No nos entendemos, pero no pasa nada mientras que no nos enfrentemos buscando una Verdad única común. Se acepta que nada es inmutable, sólido. La liquidez se promociona como roca sobre la que edificar la Casa común.
  3. La unidad se concibe como una supra-realidad. “Si decimos que estamos unidos, ya lo estamos”.
  4. Los conflictos se resuelven alejándonos adecuadamente unos de otros. El tiempo todo lo diluye…
  5. La salvación deja paso a los logros humanitarios y a sentirnos bien con nosotros mismos (solidaridad vs caridad) (santidad vs ser buena persona)
  6. Aceptamos que la fe es maleable. Propugnamos que la solución es aceptar praxis antagónicas, sostenidas por interpretaciones líquidas de la Doctrina, Tradición, etc.
  7. Como no podemos dejar de creer en Dios, lo colocamos tan lejos y aceptamos que su relación con nosotros es tan indiferente, que no hay problema en que cada cual piense y haga lo que crea conveniente.

Espero tratar todos estos temas a partir de las innumerables referencias que se encuentran dentro de la película Matrix. Queda invitado a participar, le esperamos. La entrada es totalmente libre.