Feliz Pascua de resurrección. Vivimos el momento más importante del año Litúrgico, el momento en que la historia la humanidad cambio. A veces estamos tan acostumbrados a vivir nuestra fe, que olvidamos que lo que la sustenta es la resurrección de Cristo. ¿Cómo no podemos creer? Algunas personas nos dirán que para nosotros es imposible creer debido a que no vivimos en el mismo mundo que hace 2000 años. ¿Qué vemos nosotros que los Apóstoles y discípulos del Señor no veían?
¿Qué vemos nosotros que no veían ellos? La Iglesia presente en todos los pueblos. ¿Qué no vemos nosotros que veían ellos? A Cristo en carne. Del mismo modo que ellos le veían a él y creían lo referente al cuerpo, así nosotros que vemos el cuerpo creamos lo referente a la Cabeza. Sírvanos de ayuda recíproca lo que cada uno hemos visto. Les ayuda a ellos a creer en la Iglesia futura el haber visto a Cristo. La Iglesia que vemos nos ayuda a nosotros a creer que Cristo ha resucitado. Lo que ellos creían se ha hecho realidad; realidad es también lo que nosotros creemos. Se cumplió lo que ellos creyeron de la cabeza; se cumple lo que nosotros creemos del cuerpo. Cristo entero se manifestó a ellos y a nosotros, pero ni ellos ni nosotros le vimos en su totalidad. Ellos vieron la Cabeza y creyeron en el cuerpo; nosotros vemos el cuerpo y creemos en la Cabeza. A ninguno, sin embargo, le falta Cristo: en todos está íntegro, y todavía le falta el cuerpo. Creyeron ellos y por su mediación muchos habitantes de Jerusalén; creyó Judea, creyó Samaria. Acérquense los miembros, acérquese el edificio al cimiento. Nadie puede, dice el Apóstol, poner otro cimiento distinto del que está puesto, a saber, Cristo Jesús. (San Agustín. Sermón CXVI, 6)
Tal como indica San Agustín, “La Iglesia que vemos nos ayuda a nosotros a creer que Cristo ha resucitado”, pero para muchos de nosotros la Iglesia no resulta un ejemplo suficientemente claro para creer en Cristo y por eso decidimos no creer en Cristo. El problema es que miramos a quienes componemos la Iglesia y somos incapaces de ver que somos más que la suma de personas limitadas y llenas de defectos. La Iglesia es un sacramento, el testimonio de la resurrección de Cristo, más allá de los pecados que cada uno de los católicos cometemos día a día.
Si esta noche del sábado santo nos hemos reunido para vivir la Vigilia Pascual, hemos vivido en carne propia la realidad de la Iglesia. Seguro que hemos visto y sentido la fortaleza de los cimientos de nuestra fe y la grandeza de Cristo. Hemos sentido que el bautismo es más que una ceremonia, ya que nos permite unirnos para dar gracias a Dios unidos. La eucaristía evidencia que la unidad es más fuerte que los miles cismas que nos alejan unos de otros. Cristo no redime y después nos muestra que la muerte ya no es el final, sino el principio.
Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.
¡Feliz Pascua!