Camino de Emaús: Lc 24, 13-35
Discípulos decepcionados. No es la primera vez que encontramos a discípulos decepcionados de Jesús. También en la promesa de la Eucaristía le hicieron el vacío con su huida. “Nosotros esperábamos que él iba liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió”. Y en ese reino contaban con un ministerio o siquiera con una secretaría general. La decepción de los discípulos viene porque habían puesto su confianza en una mentira, en una realidad de este mundo que pasa. A pesar de las advertencias repetidas de Jesús, ni entendían ni querían preguntar.
Cuidar nuestra salud nos lo manda el quinto mandamiento. La vivencia de la pandemia nos está colocando en una posición delicada de nuestra fe. Las autoridades civiles, los periodistas, muchos de nuestros pastores hablan solo de realidades humanas: solidaridad, salud, naturaleza, realidades de este mundo que pasa. Incluso de Resurrección, pero sin la perspectiva de vida eterna que conlleva la Resurrección de Jesucristo. Ni la muerte ni la salud ni la naturaleza ni la solidaridad son el final del camino. El final del camino es el encuentro con Jesucristo el Señor, que nos aguarda amoroso cuando concluya nuestra peregrinación por este mundo. No hagamos dioses ni a la salud ni a la naturaleza ni a la solidaridad. Solo Jesucristo es el Señor. Solo ante Él debe doblarse toda rodilla en el cielo y en la tierra. ¡¡¡Tu gracia vale más que la vida!!! (Sl 63, 4)
Si no nos apoyamos en estas verdades saldremos decepcionados de la pandemia, como los discípulos. Hemos puesto nuestra confianza en realidades falsas. “Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente para que sepáis discernir, cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rm 12, 2). “Porque la representación de este mundo se termina” (1 Cor 7, 31). Aspiramos a cosas mejores: “Como está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Cor 2, 9).
Por otra parte, los que atendían a los necesitados antes de la pandemia seguirán a pie de obra: Caritas, parroquias, comedores de creyentes... Los demás seguirán a sus cosas. Hasta la próxima, que haremos lo mismo.
¿Dónde encontrar a Jesús? El texto de San Lucas nos señala tres aspectos:
1º En la Palabra de Dios. Dejarnos guiar por la Palabra de Dios enardece el corazón. La forma más sencilla es: Llegar con hambre de Dios. Comenzar por las cartas de San Pedro y Tito, Luego los Evangelios, etc. No correr. Gustar las cosas de Dios. Buscar los lugares paralelos que complementan el texto y que se encuentran al principio o al final de cada párrafo o en los márgenes o notas a pie de página. Pronto conoceremos el mensaje de Dios del Nuevo y del Antiguo Testamento. Si además subrayas los versículos que más te llamen la atención, encontrarás pronto, al abrir la Biblia, bocados exquisitos para guiar tu vida. Este tiempo de pandemia puede ser una oportunidad preciosa para conocer la Palabra de Dios.
2º En los sacramentos. Eucaristía. Recibido el Bautismo y la Confirmación, esta vida necesita alimentarse. Necesita Eucaristía convenientemente preparada por la Confesión cuando sea necesario. ¡Cuánto la añoráis, en estos momentos del virus, algunos de vosotros!
3º En la comunidad. El sacramento del Bautismo nos introdujo en la comunidad de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Desde mi experiencia os digo que necesitamos comunidades más cercanas donde nos sintamos queridos como creyentes en Jesús. Un buen cambio después del virus sería buscar esa comunidad. Informaros. En la casa de mi Padre hay muchas comunidades. También hay una para ti. No sigas encerrado en ti mismo. No sigas decepcionado como los discípulos de Emaús. Infórmate.
Jesucristo es libre. Nos espera en cualquier lugar o acontecimiento. Lo importante es estar abiertos para seguir su voz.
A Edith Stein, agnóstica perdida, la encontró Jesús en la casa de unos amigos, de religión protestante. Mientras ellos asistían a un oficio religioso por un difunto, ella cogió las obras de Santa Teresa de la Biblioteca para distraerse.
Jesús esperaba a André Frossard, nacido en el único pueblo de Francia que no tenía iglesia católica, comunista y ateo como su padre, en la Custodia de una Iglesia de París. Lo relata en su precioso libro: Dios existe, yo me lo encontré.