Puede parecer una exageración tratar de esta manera a las mujeres que llegan a nuestro país en pateras. Pero la cruda realidad es que la mayor parte de ellas terminan en manos de traficantes de cuerpos frescos para la prostitución. Vienen engañadas buscando dinero fácil, y muchas de estas pobres mujeres lo han de encontrar forzadamente en el mercado del sexo, muy demandado por hombres sin entrañas.
El Arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, ha sido muy claro al denunciar el hecho:
«Hay que evitar que el sueño de una nueva vida acabe en prostitución»
"Esto es un desafío a la conciencia de la humanidad"
Lo vivimos de forma personal
«Todas las naciones de la tierra tenían que plantearse en este momento cómo evitar que estas mujeres que dejan sus casas con un sueño de una nueva vida en la cabeza tengan que transformarse, nada más salir, en mujeres que viven de la prostitución o, lo que es peor, en mujeres explotadas sexualmente y convertidas en esclavas. Esto es un desafío a la conciencia de la humanidad». Manifiesta el Arzobispo de Tánger, el gallego Santiago Agrelo, refiriéndose al grave naufragio de inmigrantes clandestinos ocurrido en aguas del Estrecho de Gibraltar, según cuenta Luis de Vega en Abc.
En la zodiac siniestrada, con unas 40 personas, viajaba un gran número de mujeres nigerianas, algunas embarazadas, cuyo destino seguro, según apuntan fuentes conocedoras de las redes de trata, era clubes de alterne en España. Sus cuerpos, a merced de hombres sin piedad, son el único pasaporte para ascender desde sus países al sueño europeo.
Los rostros de la tragedia
Muchos cadáveres desaparecieron. Salvo los once supervivientes, que fueron expulsados en la frontera con Argelia, y los ocho fallecidos, rescatados poco después del naufragio, el resto del pasaje desaparecieron en el mar.
Agrelo conocía a algunos de ellos, que con frecuencia se acercaban a la catedral a recibir comida, ropa o atención médica sin que nadie les preguntara por su credo. «Es muy duro tener nombres y rostros y ver que... (y hace el gesto de que se hunden). Y esto hace que lo vivamos de forma personal, con rostros y nombres», explica el arzobispo, que bloguea y cuelga sus homilías en internet.
«John, Willi, Josephine, Julliet...». Kingsley Ogiemwera, un nigeriano de 32 años instalado en Tánger, enumera los nombres de algunos de los que trataban de llegar a España el pasado fin de semana. Vivía con ellos en el barrio de la Plaza de Toros. Como muchos, Kingsley, conocido por el nombre árabe de Yousef, vive de la mendicidad y de las ayudas de Cáritas. «Nunca he tratado de pasar a España por falta de dinero».
Nos hemos acostumbrado a que lleguen oleadas de inmigrantes ilegales en pateras, y parece que ya no nos llama la atención. Pero hay que preguntarse: ¿Quién hay detrás de este negocio? ¿Quién se aprovecha de esta pobre gente, en especial de las mujeres? Los lectores pueden opinar.