La formulación de las obras de misericordia ha variado con el tiempo aunque no en su contenido pues responden a necesidades básicas de todas las personas según su edad, condición y circunstancias. De acuerdo con el Catecismo «son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (…) Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espiritual, como perdonar y sufrir con paciencia. La Bula sitúa en primer lugar la de dar de comer al hambriento, como obra corporal, y en paralelo la de dar consejo como obra espiritual de misericordia. A ellas nos referimos esta vez dejando el resto para los meses sucesivos.
Dar de comer al hambriento
Con pequeñas variaciones cada año la Memoria de actividades de la Iglesia en España recoge su actividad caritativa y asistencial que llega a 4.5 millones de personas: distribuida en sanidad, formación y cultura; otras asistencias se desarrollan en centros para mitigar la pobreza, promoción de trabajo; asistencia a emigrantes, drogodependientes, atención a víctimas de violencia, consultorios familiares, orfanatos y guarderías.
Mientras en nuestro mundo occidental tenemos sobreabundancia de alimentos y aumenta el refinamiento en la gastronomía con exquisiteces incluso escandalosas, en otras zonas menos desarrolladas del planeta carecen de comida para subsistir. También en nuestras ciudades encontramos demasiados pobres pidiendo limosna en los semáforos, los supermercados, y sobre todo a la puerta de las iglesias.
Aunque dar limosna es una necesaria obra de misericordia hay modos más eficaces de alimentar a los pobres con iniciativas perfectamente desarrolladas y larga experiencia, tal como hace «Cáritas», la institución más reconocida y valorada por todos. También hace muchos años que los «Bancos de alimentos» realizan una ingente labor asistencial movilizando a miles de voluntarios para recoger, almacenar y distribuir a comedores, asilos, y centros de acogida, de modo que cualquier pobre pueda resolver su necesidad. Pero otras veces las beneficiarias son familias que viven en una pobreza vergonzante, sin apariencia externa, en estos tiempos de crisis.
Para la mayoría de creyentes este Año de la misericordia es una ocasión para valorar más la posibilidad de comer o cenar en familia, evitando individualismos y caprichos en la calidad o en la cantidad de los alimentos, sin importunar y sin obsesionarse con las comidas.
Dar consejo al que lo necesita
En España, la Iglesia católica dedica 45 millones de horas al año de entrega a los demás, tanto por dedicación pastoral de sacerdotes y religiosos, como de los seglares mediante muchas iniciativas de voluntariado.
La administración de los sacramentos es un cauce privilegiado para dar consejo -a la vez amplio y práctico-, como se hace en las homilías que exhortan a mostrar la fe con obras e impulsan las obras de misericordia. Cada domingo participan en la Eucaristía unos 10 millones de fieles que reciben orientaciones para ser coherentes con el Evangelio de Jesucristo.
Más en particular, los sacerdotes aconsejan a quienes se acercan al Sacramento de la reconciliación, o en charlas personales, orientando decisiones de vida, rectificación en las obras, y proponiendo múltiples ejercicios de caridad. Son unos 20 mil los sacerdotes que aconsejan, en cerca de 23 mil parroquias: cada una con múltiples actividades pastorales y de asistencia que transmiten luz y consejo a muchos millares de personas. Refuerzan así el sentido de la vida en tiempos de crisis espiritual y falta de asideros morales.
Pero no caben estadísticas sobre las ayudas que prestan tantos laicos que dirigen medios de formación constantes para desarrollar la fe y formar la conciencia, bien sea para jóvenes, para matrimonios en las diversas etapas de su vida, o para profesionales con la deontología propia de su trabajo.
Durante este año cada uno puede encontrar estímulos y luces abundantes para formarse mejor mientras valora cómo lleva a cabo esa tarea de dar consejo a los parientes más cercanos, a los amigos, y a compañeros, sabiendo que el buen ejemplo y la coherencia con la fe es el mejor maestro de la vida.
Según el Papa Francisco redescubrir ahora las obras de misericordia «será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina». Y a eso vamos.