Lerma, 9 de marzo
Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¡DESPIERTA, CORAZÓN! ¡ADELANTE!
Por las mañanas, después del Oficio de Lectura y Laudes, tenemos la oración personal, un momento especial antes de la Eucaristía para dar gracias al Señor y presentarle el nuevo día, para vivirlo de Su mano, para ponerle a Él en el centro.
Pero, sí, somos humanas, y hay días que en ese momento se desarrolla una auténtica batalla contra el sueño.
Hoy estaba a punto de dejarme vencer y cerrar un poco los ojos, cuando he leído en el Evangelio lo siguiente:
"Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño, pero, cuando se despertaron, vieron su gloria y a los dos personajes que estaban con él".
¡Tal cual! Así me sentía, pero me ha llamado la atención que, cuando se despertaron, vivieron algo que cambiaría sus vidas. Me he dado cuenta de que, para despertar al cuerpo, para despertar la ilusión, primero hay que despertar al corazón.
Puede que hoy te hayas despertado cansado y hayas ignorado el despertador, que ya a finales de semana las fuerzas ni siquiera te acompañen... ¡cuántas cosas por delante y qué bien se está en la cama o un rato más en casa!
Para. Despierta a tu corazón, no a la razón. El corazón sabe que descansa de verdad cuando pone a Cristo en el centro, cuando vive de Él, cuando vive desde la confianza.
Hoy el reto del amor es que vayas a la Eucaristía o a una iglesia a primera hora. Pon a Cristo en el centro de tu día, Él quiere vivir contigo. Vivirás lo mismo, pero de una manera diferente.
VIVE DE CRISTO
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