Cristo es la Piedra Angular que fue rechazada por los constructores del mundo. El Reino de Dios se asienta sobre esa Piedra que nos da la vida y nos sostiene. Por desgracia el mundo siempre rechaza a Cristo y nos llama rechazarlo personalmente. Nos presiona para que olvidemos el sentido de todo lo que existe. La Viña representa el Reino de Dios en muchas parábolas, como en la que se lee este domingo en misa. De la viñas se obtiene la uva, que debe ser exprimida para obtener el mosto. El mosto se almacena en vasijas cerradas para que fermente y de él se obtenga el vino.
En sentido moral, a cada uno se le entrega su viña para que la cultive cuando se le administra el sacramento del bautismo, para que trabaje por medio de él. Es enviado un siervo, otro, y un tercero; cuando la ley, el salmo y la profecía dicen, en virtud de cuyas enseñanzas debe obrarse bien. Pero el enviado es muerto y arrojado fuera, se desprecia su predicación o lo que es peor, se blasfema de él. Mata al heredero en cuanto a sí, todo aquel que ultraje al Hijo de Dios y ofenda al Espíritu de su gracia. Una vez perdido el mal cultivador, la viña fue entregada a otro, como sucede con el don de la gracia, que el soberbio menosprecia, y el humilde recoge. (Rábano. Catena Aurea Mt 21, 33-44)
Cada uno de nosotros somos la vid que Dios desea transformar en vino. Si los viñadores se apropian de la viña y la destrozan, no habrá vino. Esto es lo que nos está pasando ahora, ya que el mundo ha suplantado al Reino y quienes lo gobiernan han rechazado a Dios, verdadero y único dueño de la viña. Incluso cuando el Dueño envía a su propio hijo, este es ajusticiado para que la viña siga convirtiéndose en un erial.
Pero Dios no se olvida de su viña. Aunque parezca llena de ladrones que se aprovechan de ella, siempre cuida la semilla que permitirá que vuelva a crecer y dar fruto. Esa es nuestra esperanza y nuestra razón de vivir día a día: ser parte de las semillas que colaboran con Dios para que le viña no termine siendo un desierto de presencia de Dios.
Pero aun cuando ellos no querían, consolidó la Piedra Angular, porque unió por medio de su fe a todos los que quiso, procedentes de uno y otro pueblo. (Rábano. Catena Aurea Mt 21, 33-44)
Más que nunca, todos aquellos que son fieles al Dios deben estar juntos. Olvidarnos de las ideologías y mentalidades que nos hacen rechazarnos entre nosotros. Olvidar todo lo que genera distancia y resentimiento entre nosotros. Esto no es nada sencillo. El enemigo sabe jugar muy bien a enfrentarnos y dispersarnos. Quiera el Señor darnos limpieza de corazón para ver a Dios en todo y todos los que nos rodean. Sólo Cristo, Piedra Angular, puede sostener el arco de la fraternidad cristiana.