TEMA: CREO, ESPERO Y AMO
1) INTRODUCCIÓN (En especial para los Catequistas)
Fe, esperanza y caridad son las virtudes básicas cristianas porque se refieren a Dios: creer en Él, esperar y confiar en Él y amarle sobre todas las cosas y amarnos entre nosotros...
Hemos visto hasta ahora el resumen de lo que Jesús nos ha enseñado y que está contenido en el Credo que rezamos con frecuencia.
Jesús nos ha dicho, por medio de su Espíritu, que es el Hijo de Dios; me fío de Él. Al creer en lo que Dios nos ha dicho y la Iglesia nos propone, manifiesto mi fe.
Movido por el Espíritu, puedo decir, de verdad y de corazón: Creo.
Por mi fe, sé que Jesús es Dios, que es mi amigo y que me quiere. Me fío de Él, y confío que cumplirá en mí su promesa de salvación. Movido por el Espíritu, puedo también decir: Espero.
Jesús ha querido que yo sea del grupo de sus amigos; me ha elegido como amigo, y el Espíritu me mueve a corresponder al amor que Dios me tiene, y hace que pueda decir: Amo.
(Lo importante es llegar a la meta)
Había un ciclista muy famoso que participaba en las carreras ciclistas más importantes. Tenía unas facultades extraordinarias. Esprintaba bien, era insuperable en las contra reloj y en la montaña no había quien pudiese con él.
Un día participaba en la carrera más importante del año y desde el primer momento llamó la atención. Fue ganando etapas; la prensa se deshacía en elogios sobre su manera de correr.
Pero, como en todas las carreras, estaba el peligro de las caídas. Si una caída se produce al principio de la carrera, puede uno recuperarse y seguir aspirando al triunfo si tiene cualidades para ello; pero si la caída se produce al final de la carrera y se pierden algunos minutos, puede irse todo al traste.
Es lo que le pasó a nuestro corredor. En la última etapa iba el primero con bastante ventaja sobre los demás, pero estando cerca de la meta y soñando ya con el triunfo, sucedió lo imprevisto; se cayó en una curva y quedó en la cuneta, con su bicicleta rota y viendo pasar a sus compañeros que corrían rápidos hacia la meta.
La lección es que, por muy bien que vayamos en nuestra marcha, no debemos olvidar que en cualquier momento podemos venirnos abajo y estropear la brillante carrera que podamos haber hecho durante la vida.
Naturalmente que hay un protección especial de Dios para que quien ha vivido dignamente durante muchos años, a pesar de pueda tener algunos fallos. Y si bien es cierto que Dios nunca abandona a quien no le abandona, también lo es que hasta llegar a la meta, como dice la Escritura: Quien se crea seguro, procure no caer.
Virtud de la fe
Niño: Quiero que me hables un poco sobre la fe. El Espíritu que me has dado ¿me ayuda a creer?
Jesús: Claro. Te lo he dado para que esté contigo ayudándote a creer y a confiar en mí, y para que me ames como yo te amo, es decir, para que tengas fe, esperanza y caridad.
No olvides que la fe es un regalo que te he hecho y que debes conservar siempre, dejándote guiar por el Espíritu. Si tú no me abandonas, yo tampoco te abandonaré.
Niño: ¿Y cómo puedo saber que me estoy dejando guiar por tu Espíritu, creyendo lo que debo creer?
Jesús: Siempre que aceptes lo que la Iglesia enseña, te estás dejando llevar por él. No debes olvidar que el Papa y los obispos enseñan en mi nombre y cuando enseñan la fe no pueden equivocarse. Y como la fe ha de ser viva, no dejes de hacer todo lo que mi Espíritu te irá diciendo.
Con mi Iglesia sucede lo que en la familia: has de vivir muy unido a tu familia queriéndola mucho, y has de hacer caso de lo que tus padres te van diciendo. Lo mismo en la Iglesia.
Niño: Jesús, además de creer en ti, confío en ti, me fío de ti, sé que estás constantemente conmigo y que me ayudarás siempre para que siga siendo amigo tuyo. Por eso espero que me llevarás contigo al cielo. ¿Verdad que sí?
Jesús: Claro que sí. Esto ya me lo has preguntado antes. No te preocupes ni tengas miedo. No se te ocurra tenerme miedo a mí; ¿cómo me vas a tener miedo si te quiero tanto, que he dado mi vida por ti? Los amigos no se tienen miedo. Yo soy incapaz de abandonarte.
Niño: Sí, Jesús, te agradezco lo que has hecho y estás haciendo por mí. ¡Claro que me fío de ti! De quien no me fío es de mí. Tengo tantos peligros por delante... que puedo caer en cualquier momento. Por eso te agradezco que estés siempre a mi lado dispuesto a ayudarme. Gracias, Jesús.
Jesús: Tenlo por seguro. Estaré siempre a tu lado.
Niño: Además de creer y de esperar en ti, Jesús, tú sabes que te quiero. Es eso lo principal, ¿no? Amarte.
Jesús: Sí. Lo principal es el amor, que llamamos caridad. Yo quiero que me sigas amando cada día más. Yo no te puedo amar más de lo que te amo, pero tú sí puedes amarme un poquito más cada día. ¿No te parece?
Niño: Claro; pero ya sabes que no sé qué me pasa que, a pesar de querer quererte mucho, no lo consigo del todo. ¿Por qué no me ayudas un poquito más a quererte?
Jesús: De acuerdo, pero no me falles porque te quiero mucho.
Niño: Y yo también te quiero mucho, Jesús.
Jesús: Estoy muy contento de que me quieras. Pero te digo una cosa que has de tener siempre muy presente. ¿Verdad que te disgustas si ves que alguien trata mal a un hermanito tuyo o cuando tus hermanos riñen? Pues yo también me disgusto cuando os portáis mal unos con otros, porque todos sois hermanos míos. Así que, si quieres que esté contento, pórtate bien con todos. Esta clase de amor se llama... ¿lo sabes?
Niño: Pues no.
Jesús: Se llama Amor fraterno.
A veces pienso, Jesús, en tantos niños que no te conocen ni saben nada de ti. Y me pregunto ¿por qué yo he tenido la suerte de tener a mi lado a muchas personas que me han hablado de ti, y me han ayudado a conocerte y a amarte?
Gracias, Jesús, por la fe que he recibido.
Gracias también, porque, al conocerte, veo que eres un gran amigo, el mejor amigo; por eso confío en ti; sé que no me vas a abandonar nunca, y estoy seguro de que vamos a encontrarnos en el cielo. Porque yo pienso ir ¿eh?
Y gracias también, porque al ver cómo nos has amado, he ido descubriendo lo maravilloso que es ser amigo tuyo y amarte de verdad porque, Jesús, yo te amo.
José Gea