Santa Hildegarda habla de 35 pares antagónicos de fuerzas que son o bien la causa de nuestras enfermedades o el remedio curativo para las mismas. Vamos a dedicar una serie de post para adentrarnos, siguiendo el camino ya allanado por el Dr. Strehlow, en el mundo de las visiones espirituales de Santa Hildegarda que tantas consecuencias, teóricas y prácticas, contienen para nuestra salud y desarrollo espiritual.
Este es el primer par de fuerzas: “Amor saeculi -Amor coelestis”
Amor saeculi: amor por las cosas materiales, amor egoísta, mundo exterior.
Amor coelestis: amor a los tesoros espirituales, amor altruista, mundo interior.
Cada uno de los 35 pares de fuerzas antagónicas a las que se refiere Santa Hildegarda de Bingen están relacionados con cada una de las 35 vertebras de la columna vertebral. El primer par: el Amor por las Cosas Materiales y, su opuesto, el Amor por los Tesoros Espirituales, se corresponde con la primera vértebra cervical llamada también Atlas y se relaciona con el sentido de la vista.
El Dr. Strehlow, en su dilatada experiencia clínica, ha constatado que, como consecuencia de una cosmovisión errónea, pueden aparecer problemas oculares: cataratas, glaucoma, desprendimiento de retina, inflamaciones, infecciones, dolores de cabeza, nerviosismo, insomnio, tensión alta, migrañas...
¿Qué efectos nos produce el amor desenfrenado a las cosas mundanas? El ansia de dinero, poder y estatus social es la causa primigenia de otros vicios que, al final, nos conducen al mundo del dolor. Todas las perturbaciones en el ámbito anímico-espiritual pueden desembocar en enfermedades corporales. Como en una muñeca rusa cada uno de los vicios contiene a otros.
¿Qué beneficios nos aporta el Amor Celestial? Todas las personas anhelamos amor. El amor es la fuente de la vida. Sin amor no hay vida. Cada cual experimenta, sin lugar a dudas, si es amado o no. El amor auténtico no se puede ni comprar, ni exigir, ni obtener por la fuerza. El amor es invisible. En el momento en que se transforma el amor en posesión, muere el amor y se convierte en un bien de consumo. Nuestro mundo ha confundido el amor con una mercancía y por eso el amor es un bien escaso. Los hombres están necesitados de amor y padecen por falta de amor.
El órgano que más sufre es el corazón. ¿Por qué maravillarse de que las enfermedades cardíacas ocupen el primer lugar en nuestra sociedad si son un símbolo de nuestra incapacidad de amar? Véase el libro Manual de Medicina de Santa Hildegarda.
Nadie puede obligar a amar pero cada uno podemos amar y ganarnos así a las personas. Ahí está el sentido de la vida. Cuantas más relaciones de amor pongamos en acción, con más fuerza se expandirá el amor. Nadie puede eliminar el amor con el que es obsequiado. Siempre que se pronuncian las palabras mágicas: “Te quiero” se transforma el mundo entero, se sanan las heridas, fluyen las lágrimas y la vida se torna en algo extraordinariamente bello, feliz y lleno de vigor.
Nadie puede vivir sin amor. Es la medicina más fuerte, nos da fuerza para vivir y fortalece nuestro sistema inmunitario. Depende de cada uno de nosotros si queremos estar sanos, enfermos o morirnos. Por eso deberíamos enamorarnos cada día de la persona amada (¡siempre de la misma!), de Dios, de Jesús, de la creación, de una flor o de una mariposa.
Para decirlo con pocas palabras ese amor a Dios, al prójimo y a sí mismo, se expresa de forma muy bien resumida en el primer Mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, toda tu alma y todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo”. (Continuará)