Los ejemplares del El Granito de Arena, revista y editorial fundadas por san Manuel González García en 1907, son una fuente de información de primera mano. Especialmente, y para el tema sobre el que siempre trata nuestro blog, los números publicados entre 1936 y 1939. Hoy nos referimos a los números 744 y 745, publicados el 5 y el 20 de noviembre de 1938. En la página correspondiente y con el número 162 aparece un pequeño artículo titulado

CÓMO MUERE UN DIRECTOR DE NUESTRA OBRA

«Entre los numerosos sacerdotes de España que dieron su vida por la fe, merece ser señalado el canónigo magistral doctor Lladó de Vic (provincia de Barcelona), conocido en toda Cataluña. Culpable únicamente de ejercer con celo y con piedad su misión sacerdotal, atrajo, por esto, la atención de los rojos y fue encarcelado. Había sido Director diocesano de nuestra Obra.

Osservatore Romano refiere que delante de los marxistas el sacerdote declaró:

Soy feliz de haber caído en vuestras manos. Durante toda mi vida he rogado al Señor que me concediese tres gracias: la primera de todas que acordase a mi alma la salvación eterna; ésta hoy me parece asegurada. He pedido también al Señor obtener la muerte de los mártires. Vosotros me habéis dicho que teníais intención de matarme; y nada me puede ser más agradable que derramar mi sangre por mi Salvador. Y seré feliz su puedo obtener la tercera gracias: que el derramamiento de mi sangre obtenga la salvación de vuestra almas.

Pronunció estas palabras con voz firme y serena mientras su mirada se fijaba sin cólera en el rostro de sus verdugos. De repente de las filas de los rojos salió uno de ellos, y adelantándose cayó de rodillas delante del señor Lladó proclamando públicamente que quería él también morir por Cristo. Sin piedad los rojos pusieron también contra la pared a su excompañero de armas».

En 2013 ya recogí el relato mucho más completo. Pero coincidir con san Manuel no es cualquier cosa.

El jesuita Isidro Gríful publica en Barcelona en 1956 su libro A los 20 años de aquello, en donde narra lo que sucedió con el canónigo magistral de la S.I. Catedral de Vic, el doctor Juan Lladó Oller.

Los hechos comienzan al detenerle en su casa el 6 de agosto de 1936 y encerrarle en la cárcel de Vic hasta la madrugada del 20 de agosto en la que se vio ante las armas, en el escenario ya conocido, junto a la iglesia de Sant Martí de Riudeperes (en la foto).

Son cuatro los milicianos que van a cometer el asesinato, a doce metros de distancia, junto a un pino. La escena viene determinada por su sonrisa:

- ¿La muerte no te da miedo?, preguntan los matones.

Pide unos minutos para explicárselo. Con acento de gran convicción, les cuenta que durante su vida había pedido a Dios tres gracias principales: su salvación, dar su vida por Jesucristo y salvar si quiera fuese un alma. Añade que, a la vista estaba la concesión de las dos primeras; pero en cuanto a la tercera comenta con profunda sinceridad:

-Es tan grande salvar un alma, que por eso lo dejé todo, me hice sacerdote y confesaba, enseñaba el catecismo, visitaba enfermos, me sacrificaba… Yo no sé si, con todos mis esfuerzos, he logrado salvar un alma que, en vez de caer en el infierno, pueda subir al cielo conmigo. Si lo supiera, moriría más tranquilo… Si pudiera salvar a uno de vosotros…

Uno de los milicianos salió de la fila, tiró el arma y, a los pies del sacerdote, besó su mano, muy emocionado:

- ¡Padre, usted me salva a mí! ¡Es mi alma la que usted ha pedido a Dios!

- ¿Qué te pasa?, grita el jefe. ¡Apártate de ahí!

- ¿No veis que esto es grande?, replica el converso. ¿Hemos de matar a hombre así? Después de todo, también nosotros somos cristianos…

- ¡Déjate de tonterías y apártate!, replica aquel. Si no, te matamos también a ti.

El miliciano, de nuevo se dirigió al sacerdote.

-Padre, deme la absolución, porque prefiero morir con usted que seguir con ellos.

La orden de disparo no se hizo esperar.

Canónigo y miliciano cayeron juntos, con el beneficiado de la Catedral, Ramón Clará Canals.

El padre Isidro Gríful asegura haber oído esta anécdota a unos milicianos de Vic. Dice que la volvió a oír en Perpiñan, esta vez, de boca de uno de los tres asesinos del Dr. Lladó, “muy impresionado y arrepentido”. También recoge el testimonio de la gente que oyó los disparos y vio, unas horas después, retirar el cuerpo del compañero.

https://www.religionenlibertad.com/blog/27249/azucena-vic.html