No conocía esta frase de San Agustín pero me ha gustado tanto que me la he quedado y voy a hacer de ella una actitud ante la vida: ¡canta y camina! ¿Y por qué caminar? Porque el que no camina no llega a ninguna parte. ¿Y por qué cantar? Porque somos hijos de Dios, que nos ama con locura y nunca nos deja solos. ¿Y si no sé cantar? Entonces que cante tu corazón. ¿Y si mi corazón está triste, o herido, o envenenado, o roto, o…? ¡Y dale con el “y si”! Mira, no cantes si no quieres pero dice el refranero popular que “quien canta sus males espanta”. No se trata tanto de cantar literalmente con la voz, que ayuda mucho a liberar estrés, tanto más cuantos más decibelios le pones, sino más bien de tener una actitud ante la vida alegre, positiva, sonriente. Porque las noticias feas, negativas, sucias, tristes, vergonzosas, horribles y dolorosas nos rodean por todas partes y se nos meten por los ojos y por los oídos en cada telediario y en cada boletín informativo si eres más de radio, como yo. Y sin darnos cuenta se nos va posando en el alma un polvillo negro, pesado y pegajoso de pesimismo e impotencia ante lo mal que está todo en todas partes y a todos los niveles que hace que nos paremos meneando la cabeza y suspirando. ¡No! ¡Canta y camina, muévete! Haz que tu parcela del mundo sea mejor, transforma tus buenos deseos en obras concretas que hagan la vida agradable a los que tienes a tu lado. ¡Eso también es cantar!, cantar con tu propia vida, que es demasiado valiosa para malgastarla meneando la cabeza de lado a lado. Mejor menéala de arriba abajo, al más puro estilo rockero y llevando el compás de tu actitud alegre, positiva y constructiva, porque eres hijo de Dios y eso se te tiene que notar en todo: en tu mirada limpia, en tu rostro sereno, en tu sonrisa sincera. Esta actitud no es inconsciencia, la vida no es un anuncio de champú; esta actitud procede de la certeza de que Dios es nuestro Padre y sólo quiere para nosotros cosas buenas, aunque a veces el dolor y la desgracia o pequeñas contrariedades que pican mucho también nos toquen a nosotros. ¿Y cómo voy a cantar cuando la vida me duele? Pues bajito pero canta y camina, no te pares, no te hundas, que nunca estás solo ni abandonado. Somos cristianos y Cristo también sufrió en su cuerpo y en su alma: pobreza, exilio, burlas, incomprensión, traición, abandono, tortura, humillación, agonía, hasta que murió aparentemente fracasado. Desde luego en la Cruz no estaba para cancioncitas precisamente… ¡Pero resucitó! Triunfó sobre la muerte, el pecado y el mal. ¡Menudos trompetazos se oirían en el Cielo! Y hoy, en Febrero de 2016, sigue en boca de todos para bien o para mal. Nadie aguanta tanto tiempo en el Top 10 en ninguna categoría. Y Cristo está vivo. Y es nuestro hermano. Y es el Camino. ¿No te va apeteciendo cantar y caminar?