El lunes, día 25 de enero, día de la conversión de San Pablo, realicé el jubileo del Año de la Misericordia. Una peregrinación sencilla desde la Plaza de España hasta la catedral de la Almudena Encontré la Puerta del Perdón perfectamente señalada, enlanada con plantas verdes. De las tres que tiene la fachada de Bailén, la del centro, ha sido escogida como Puerta Santa.
Renové mi fe con el Credo, rogué por las intenciones del papa Francisco. Me confesé y cumplí la penitencia en la Capilla del Santísimo. Preciosa esta Capilla de la catedral de Madrid.
A la Puerta Santa dedicó el Papa la audiencia el 18 de noviembre del 2015. La puerta de la misericordia del Señor está permanente abierta. “La puerta está generosamente abierta, pero es necesario un poco de coraje por nuestra parte para cruzar el umbral. Cada uno de nosotros tiene dentro de sí cosas que pesan. ¡Todos somos pecadores! Aprovechemos este momento que viene y crucemos el umbral de esta misericordia de Dios que nunca se cansa de perdonar, nunca se cansa de esperarnos. Nos mira, está siempre a nuestro lado. ¡Ánimo! Entremos por esta puerta”.
El señor nunca fuerza nuestra puerta. Hacia fuera no tiene cerradura, solo pulsador. Y por dentro sólo cerrojo. No hay posibilidad de entrar si nosotros no corremos el cerrojo. “Existen lugares en el mundo donde no se cierran las puertas las puertas con llave, todavía los hay. Pero existen muchos donde las puertas blindadas se han convertido en normales. No debemos rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema a toda nuestra vida, a la vida de la familia, de la ciudad, de la sociedad. Y mucho menos a la vida de la Iglesia. ¡Sería terrible! Una iglesia inhospitalaria, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y aridece el mundo. ¡Nada de puertas blindadas en la Iglesia, nada! ¡Todo abierto!
Por una parte, debemos abrir la puerta de nuestro corazón para ver si hay alguien que espera. Muchos han perdido el valor de llamar. La gestión de una puerta es muy importante. La cogida que recibimos del guardián nos posibilita la confianza con el dueño. Nuestras oficinas, cuidadas por Secretarias amables, posibilitan el encuentro con Sacerdotes que llevan al Señor.
La puerta verdadera es Jesús. “Jesús es la puerta…Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si escuchamos su tono de voz, estamos seguros, estamos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro… Si el guardín escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluidas las perdidas en el bosque, que el buen Pastor ha ido a buscar. Las ovejas no las elige el guardián, no las elige el secretario parroquial o la secretaria de la parroquia; las ovejas son todas invitadas, son elegidas por el buen Pastor. El guardián, también él, obedece la voz del buen Pastor. Entonces, podemos decir que nosotros debemos ser como ese guardián. La iglesia es la portera de la casa del Señor, no es la dueña de la casa del Señor”.
Termina el Papa con una llamada tener la puerta abierta en nuestras familias y en nosotros. “La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene refugio, para quien huye del peligro. Que las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios. Es precisamente así como deberá ser reconocida la Iglesia, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que llama, como la acogida de un Dios que lo cierra la puesta en la cara, con la excusa de que no eres de la casa. Con este espíritu nos acercamos al gran Jubileo: estará la puerta santa, y, ¡la puerta de la gran misericordia de Dios! También está la puerta de nuestro corazón para recibir para recibir todos el perdón de Dios y dar, a su vez, nuestro perdón, acogiendo a todos los que llaman a nuestra puerta”.