LOS PECADOS DE LA IGLESIA
Hay muchos que tratan de esconder su indiferencia, incluso su ateísmo, tras un juicio severo, y una crítica abierta, contra la Iglesia. Llegan incluso a tildarla de la personificación del mal y origen de todas las injusticias que hay en el mundo. Nietzsche, en su locura filosófica, arremete contra la religión en general, y contra el cristianismo en particular. Lo que, en definitiva, criticó Nietzsche al cristianismo fue que éste despreciara todo aquello que el cuerpo desea y anhela: pasiones, impulsos, instintos, valores estéticos, etc. Según Nietzsche, el mayor acontecimiento de la historia consiste en la proclamación de la muerte de Dios, abriendo así las puertas al desarrollo pleno del ser humano y a la liberación de su fuerza creadora, de manera que el dios cristiano quede arrinconado junto a sus mandamientos y prohibiciones. El ser humano que abandone definitivamente la quimera de un más allá, abandonando la imagen de ese mundo falso y mezquino, se concentrará al fin en el mundo real… El capítulo titulado “El hombre loco” del libro Así habló Zaratustra es sumamente significativo, pues en él se da cuenta de la enorme sacudida que ha supuesto la muerte de Dios. Este punto resulta decisivo para que el ser humano libre alcance la transmutación de los valores.
A juicio de Nietzsche, aunque haya ocurrido en un momento determinado, lo cierto es que la muerte de Dios es un acontecimiento histórico. En último término, todos los hombres y mujeres han dado muerte a Dios. El primero en darse cuenta de lo ocurrido es el hombre loco que, encolerizado y tocado por una especie de sutil emoción, comienza a gritar, tan increíble le parece lo ocurrido. (Tomado de Aurrekoetxea, M., Villar, M.L., y Olarra, A. (2010). Filosofía: Marx. Ibaizabal. p. 23)
En realidad, el que enloqueció realmente fue el mismo Nietzsche. Y lo demuestra su misma madre, muy creyente, en las cartas que habla de su hijo. Ya lo comente en mi artículo “Las lágrimas de la madre de Nietzsche” (Religión en Libertad https://www.religionenlibertad.com/blog/20417/las-lagrimas-de-la-madre-de-nietzsche.html).
Et filósofo, como tantos otros, murió, pero la cizaña que sembraron en el campo de la Verdad sigue viva, y muchos no saben digerirla, y la elevan a máxima categoría para encubrir su oposición sistemática a todo aquello que se opone a sus planteamientos hedonistas.
Franziska, la madre de Nietzsche va comentando pormenorizadamente en sus cartas los detalles de la evolución de la enfermedad de su hijo. Lo trata con mucho cariño, lo baña, le da de comer, le lee sus escritos, en especial Zaratustra. Su hijo, aficionado a la música, toca de vez en cuando el piano, y la madre le escucha con cariño. Durante el día está completamente a su servicio, y de noche está pendiente de su sueño, que tanto le costaba conciliar.
Una vez dormido el hijo, ella escribe cartas y lee algo de los pensamientos de su querido Nietzsche, aunque no está de acuerdo con ellos. Especialmente le hizo sufrir mucho la lectura de El Anticristo. Su hijo siempre le recomendó que no lo leyera, porque le dolería.
Muchos de los filósofos que fueron ateos, están volviendo a la fuente de la Verdad y de la Vida, que es Dios. Considerado hasta 2004 el filósofo ateo más férreo e influyente del mundo, Antony Flew acepta la existencia de Dios. En uno de sus últimos libros afirma: “Ahora creo que el universo fue fundado por una Inteligencia infinita y que las intrincadas leyes del universo ponen de manifiesto lo que los científicos han llamado la Mente de Dios. Creo que la vida y la reproducción se originaron en una fuente divina”, dice.
Los ateísmos de conveniencia, que se ceban contra la Iglesia católica, están trasnochados. La Iglesia, formada en la tierra por ser humanos y pecadores, puede tener múltiples fallos y deficiencias, pero no se puede negar que defiende la Verdad, aunque a muchos le resulte incómoda. No hay que achacar a la Iglesia los pecados de los hombres, nuestros propios pecados, aunque sean escandalosos. El Señor está por encima de todo, y Jesús, desde la Cruz, dijo: “Padre, perdónalos que no saben lo que hacen”.
En el fondo de todo ateísmo ocasional hay un motivo de propia conveniencia. No estoy dispuesto a decir que no a lo que me pide el mundo, el demonio y la carne. Por ello lo más cómodo es negar la existencia de una Verdad suprema, y ridiculizar a todo el que la difunde, como es el caso de la Iglesia.
Benson, converso al catolicismo proveniente del anglicanismo, escribe en su libro “Confesiones de un converso” (Ediciones Rialp): Que yo sepa, dentro de los muros de la Iglesia católica no “hierve el descontento”. Es cierto que lo oigo decir continuamente, pero siempre por pate de los no católicos… En mi opinión todas esas acusaciones tan libremente esgrimidas contra nosotros carecen de fundamento. Desde luego, entre los católicos -como en todas partes- hay temperamentos fríos o apasionados, y naturalmente arrolladoras o diplomáticas.
Por supuesto que a veces, como en toda sociedad humana, surge alguna pequeña rebelión. Y también habrá personas obstinadas -hombres y mujeres- que abandonaran la vida católica o, lo que es peor, intentarán seguir siendo católicos de nombre, pero absolutamente anticatólicas en espíritu. Lo que yo pretendo negar es que esos incidentes lleguen a convertirse en tendencias -y menos aún que, como tendencias, sean características del catolicismo-, o que la sorprendente calma de la superficie de la Iglesia católica esté, en realidad, minada por feroces luchas internas. Sencillamente: no es verdad (Págs. 114-115).
Resumimos diciendo que la Iglesia militante está constituida por pecadores que piden perdón continuamente, tiene sus deficiencias humanas, pero intenta seguir sembrando en el mundo la semilla del amor de Cristo. Santa Teresa diría en el lecho de muerte: Gracias a Dios muero hija de la Iglesia.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com