Como católicos, necesitamos dialogar con los que piensan diferente. Diálogo que no significa una negociación de valores o elementos doctrinales, sino compartir quiénes somos y, poco a poco, ir aclarando malos entendidos. Voy a contar una anécdota personal. Conocí a una persona que se identificó, al cabo de unos minutos, como “cristiana”. En América Latina, es común escuchar ese tipo de expresiones que, paradójicamente, indican que se trata de alguien que no pertenece a la Iglesia Católica. Y digo “paradójicamente”, porque evidentemente, los católicos, somos cristianos. Ya lo decía San Pacián de Barcelona: “cristiano es mi nombre y católico mi apellido”. Cuando ella me empezó a platicar del templo al que asiste, de su clase de Biblia y del coro en el que participa, la escuché con gusto, pues nos toca convivir, abrir puertas. Luego, fui explicándole mi punto de vista. Salió el tema de las imágenes religiosas y, de pronto, le dije: “las estampas, solo son una forma de recordar a Dios, algo que nos hace pensar en él, pero nada que deba adorarse o atribuírsele cosas mágicas”. Creyó que era cristiano a secas, de un grupo local como el de ella; sin embargo, cuando se dio cuenta que hablaba con un católico, replicó: “¡no puede ser, ustedes adoran las imágenes, cómo es que tú no lo haces!”. Es decir, no me creía que, en realidad, lo que enseña la catequesis es que Dios es una persona y que las pinturas solamente nos sirven para recordarlo. Seguramente, le vendieron esa idea a todas luces equivocada. Después de aclarárselo, le pregunté: ¿tienes una fotografía de tu mamá en la cartera? Muy segura de sí, me respondió: “¡claro, aquí está!”. Entonces, le dije: “¿a poco no te acuerdas de ella cuando la ves?”, “por supuesto”, dijo. A partir de ahí, continúe explicándole: “pues lo mismo nosotros, cuando llevamos una estampa de Jesús…”. Nos volvimos a ver varias veces y tan compañeros como siempre.
¿Moraleja? Dialogar, sí, pero aclarando, matizando, porque de otra manera, mucha gente seguirá teniendo una idea equivocada sobre nuestra fe. No confundamos el necesario respeto por la diversidad religiosa con la pasividad al momento de explicar o ayudar a profundizar en la fe católica, porque un exceso de prudencia puede llevarnos a olvidar el sentido de la evangelización.
¿Moraleja? Dialogar, sí, pero aclarando, matizando, porque de otra manera, mucha gente seguirá teniendo una idea equivocada sobre nuestra fe. No confundamos el necesario respeto por la diversidad religiosa con la pasividad al momento de explicar o ayudar a profundizar en la fe católica, porque un exceso de prudencia puede llevarnos a olvidar el sentido de la evangelización.