En una sociedad violenta como la del siglo XVI, con gran facilidad se recurría a la guerra para arreglar asuntos diplomáticos. Cuando existía peligro de que estallara una guerra entre España y Portugal, desde el claustro, Teresa de Jesús hizo lo posible para impedirlo. Además de orar, escribió a Don Teutonio de Braganza, quien podía tener influencia sobre su sobrino el Duque de Braganza, parte principal en el litigio.
En la carta, se puede percibir la profunda angustia de Teresa ante una posible guerra, y el compromiso personal de mediadora que asume por la paz entre los cristianos.
«Vuestra señoría me manda hacer saber si hay allá alguna nueva de paz, que me tiene harto afligida lo que por acá oigo, como a vuestra señoría escribo; porque si por mis pecados este negocio se lleva por guerra, temo grandísimo mal en este reino, y a éste no puede dejar de venir gran daño […] Por amor de nuestro Señor, procure concierto […] y se tengan delante los grandes daños que se pueden venir […] y mire vuestra señoría por la honra de Dios, como creo lo hará sin tener respeto a otra cosa. Plega a su Majestad ponga en ello sus manos, como todas se lo suplicamos, que lo siento tan tiernamente, que deseo la muerte si ha de permitir Dios que venga tanto mal, por no lo ver […] El Señor dé luz para que se entienda la verdad sin tantas muertes como ha de haber si se pone a riesgo; y en tiempo que hay tan pocos cristianos, que se acaben unos a otros es gran desventura. […] Todas estas hermanas […] tienen cuidado de encomendar a vuestra señoría a Dios»[1].
Santa Teresa consideraba que era un deber el orar por el rey, que tenía en sus manos los destinos de la nación. Como también cuando la paz estuviera amenazada para que esta fuera una realidad durable.
Consciente de que Dios lo puede todo, no dejará de decir a sus monjas: «¿Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos al poderoso?» (C 42,4). Por ello no tratará «con Dios negocios de poca importancia» (C 1,5). Sus súplicas, hechas muchas veces con lágrimas, serán para pedir a Dios por las grandes necesidades de la Iglesia, en aquel momento crítico en «que fuerzas humanas no bastan a atajar este fuego de estos herejes» (C1,3). Sus oraciones eran aceptas a Dios, de modo que el mismo Señor le dirá «pues era su esposa, que le pidiese, que me prometía que todo me lo concedería cuanto yo le pidiese» (CC 38). «¿Qué me pides tú que no haga yo, hija mía?» (CC 59, 2). Por ello sus oraciones pudieron influir ante Dios para que la guerra entre Portugal y Castilla no estallara.
Teresa nos enseña la necesidad de orar por los gobernantes a todos los niveles, ya que en sus manos están decisiones que pueden afectar decididamente la vida de la Iglesia y de los hombres, tanto para construir como para destruir el Reino de Dios ya edificado, como impedir el acceso a la educación y a la sanidad a todos, o incluso la alimentación y los recursos sin límites a favor del mundo de las finanzas.
[1] Carta (284) a Don Teutonio de Braganza, 22-7-1579, n. 3-7.
Siglas de los escritos de santa Teresa de Jesús:
C. Camino de Perfección
CC Cuentas de Conciencia a Relaciones