Como comenté antes, utilizaré una alegoría simbólica: un sencillo sistema mecánico de engranajes. En este sistema, todos y cada uno de los engranajes, son necesarios, pero ninguno es imprescindible. Aquí tienen un video para que se hagan una idea del sistema al que me refiero:
Empecemos a desgranar la alegoría. ¿Qué es el motor que hace que todo se mueva? La Voluntad de Dios, que actúa a través del Espíritu Santo. ¿Qué son los engranajes? Somos cada uno de nosotros. Cada cual recibe el movimiento del motor a través de otras personas y a su vez, trasladamos el movimiento a otras. Cada uno de nosotros somos diferentes, aunque existan tipos de engranajes similares o parecidos. Para que la fricción de los engranajes no genere calor, desgaste y el movimiento se transmita sin pérdidas, hace falta aceite. El aceite es la Gracia de Dios, que nos permite cumplir la Voluntad de Dios sin los problemas que conllevan nuestras deficiencias e imperfecciones. ¿Qué es la bailarina que se ve al final? Es el objetivo de la Voluntad de Dios. Un objetivo que puede ser intuido, pero ninguno de los engranajes es capaz de comprender y conocer plenamente.
¿Qué pasa si un engranaje se estropea? El Mecánico, Dios, lo puede sacar del sistema y reconfigurar la secuencia de elementos, para que su Voluntad se cumpla sin problemas. ¿Qué hacemos con el elemento que queda fuera del sistema? Dios espera que se recupere con los cuidados que le ofrece. Limpieza de herrumbres y roturas de dientes, que se sustancia en el sacramento de la penitencia y el proceso de conversión personal. ¿Qué hace que todos los engranajes estén en su puesto y no vayan cada cual por su lado? La Unidad que se transmite a través del sacramento de la Eucaristía que es Cristo mismo. Cristo que es el “Logos”: sentido, plenitud, coherencia y ejemplo. Estamos unidos si nos sentimos, nos ofrecemos y dejamos que la Voluntad de Dios se transmita a través de nosotros. Por eso es tan importante estar en estado de Gracia cuando se recibe la Comunión. De otra forma, el movimiento dejaría de importarnos y bloquearíamos el sistema. Cuando nos hacemos uno con el Mecánico, somos parte de Él y Él parte de nosotros. Estamos unidos en la diversidad para hacer realidad el plan de Dios. ¿Y los demás sacramentos?
El Bautismo y la confirmación nos capacitan para ser parte del sistema de engranajes. El Orden Sacerdotal capacita a los diáconos, sacerdotes y obispos para ser propagadores del movimiento y del aceite, que tanto necesitamos. El matrimonio, nos hace capaces de ser generadores de nueva vida en el sistema de engranajes. Vida que necesita de una colaboración especial con el Mecánico. ¿La unción de enfermos? Es el sacramento de la curación física. Cuando nuestras capacidades físicas empiezan a mermar por el desgaste o enfermedad grave, nos facultan para seguir siendo parte del sistema de engranajes.
Una vez expuesta la alegoría es importante decir que esta, como cualquier parábola o modelo, nos permite acercarnos al Misterio de la Unidad, pero no es la Unidad. La Unidad es un Misterio incomprensible en su totalidad, ya que es uno de los trascendentales que emanan de Dios. Los Misterios podemos entenderlos sólo de forma parcial, pero en esta parcialidad no puede tener contradicción, sino incapacidad de abarcar un todo, que es reflejo de Dios. Dios es Uno y Trino al mismo tiempo, es decir es unidad en la diversidad.
¿Podemos conformar una Iglesia unida? En la medida que cada uno de nosotros sea fiel transmisor del movimiento y colabore para que todos formen parte de un todo coherente, es posible la Unidad. Unidad que puede estár llena de diversidad, sin que esta diversidad genere discordias y desconfianzas. En el próximo post vemos cómo el Espíritu Santo hace posible esto y hasta dónde podemos esperar que surta efecto.