TEMA: MIEMBROS DE LA IGLESIA
1) INTRODUCCIÓN (En especial para los Catequistas)
Dios, al incorporarnos a Jesús haciéndonos miembros de la Iglesia, nos ha dado su gracia o su vida divina. Al mismo tiempo, nos ha confiado una misión dentro de la Iglesia; a unos, una; a otros, otra.
La misión más excelsa e importante se la confió a su Madre, la Virgen María: ser digna Madre de Dios; y Jesús, desde la cruz nos la dio a todos como madre. Y es modelo para todos los demás miembros.
Todos los bautizados formamos la familia de los hijos de Dios y somos miembros del cuerpo de Jesús. Por ser hijos, tenemos todos la misma dignidad, pero tenemos distintas funciones como las tienen cada uno de los miembros de la familia o los distintos miembros del cuerpo.
El Papa, sucesor de Pedro, tiene la misión de mantener a la Iglesia en la verdadera fe y en la unidad.
Los obispos, sucesores de los apóstoles, predican la Palabra de Dios, santifican con los sacramentos y rigen una porción de la Iglesia siempre en unión con el Papa..
Los sacerdotes, colaboradores de los obispos, participan de la misma misión de los obispos.
Los seglares tienen la misión de ir cambiando el mundo con su ejemplo y con sus actividades familiares y profesionales; viviendo lo que Jesús dice en el Evangelio, procuran que el mundo sea más justo y más humano.
Los consagrados renuncian al matrimonio porque quieren que su estilo de vida sea el mismo de Jesús: totalmente dedicados a la salvación de todos los hombres. Hay consagrados que viven en comunidad y los hay que no.
Debemos todos procurar encontrar la misión que Dios nos ha confiado y cumplirla lo más perfectamente posible. Dios nos ayuda siempre.
(Cada uno tenemos un puesto en la Iglesia)
Un equipo jugaba maravillosamente. Pero un buen día se les ocurrió cambiar la alineación. El portero jugó de extremo; los defensas, de delanteros; los medios, de extremos, el delantero centro, de portero. Y empezó el partido. Total que no se entendieron entre sí; y empezaron a perder los partidos. Viendo el fracaso, volvieron a la antigua alineación, ocupando cada uno el puesto para el que estaba capacitado. Y empezaron a ganar partidos como antes.
Algo así sucede en la Iglesia. Somos como un equipo. Y como en cualquier equipo, ni somos todos iguales ni tenemos las mismas cualidades ni todos podemos hacer todo. Cada uno tenemos nuestro puesto y una misión que cumplir. Dios nos ha capacitado para cumplirla a fin de que la Iglesia, cuerpo de Jesús, vaya desarrollando su misión en el mundo, que todos los hombres nos reconozcamos como hijos de Dios y hermanos unos de otros.
Hemos de estar en nuestro puesto y ocuparlo dignamente; desde él, actuar con la mayor entrega de manera que nadie nos pueda echar en cara que no hacemos lo que podemos y debemos. Porque lo que importa para el equipo es meter goles y que no se los metan. Para ello, cada uno debe ocupar su puesto. No importa que los goles los meta un jugador u otro. Es el equipo quien contabiliza los goles.
¿Quién es el mejor y el más importante, el portero o el delantero? Los dos, porque de poco sirve que el delantero meta muchos goles si le meten más al portero. Por eso todos son igualmente importantes
Por eso podemos preguntarnos, ¿quién es más santo y más importante en la Iglesia, el Papa o un Niño? El más santo y el más importante es quien más ama a Dios y quien mejor ocupa su puesto en la Iglesia. Ha habido muchos Niños santos y muchos papas y obispos y sacerdotes que no lo han sido.
Niño: Quiero hacerte unas preguntas sobre la Iglesia. ¿Todos tenemos la misma importancia dentro de la Iglesia?
Jesús: Te voy a contestar con otra: ¿Todos los hijos tienen la misma importancia para los padres? En la Iglesia sucede lo mismo que en cualquier familia; los padres aman a todos los hijos con el mismo amor de padres; lo mismo los aman si son listos, fuertes y guapos que si son torpes, enfermos y feos. Todos son hijos queridos. No olvides que todos sois hijos de Dios y hermanos míos.
Niño: Entonces, ¿da lo mismo ser sacerdote que casado que consagrado?
Jesús: En cuanto a categoría o dignidad, tienen la misma, porque todos son hijos. Pero siendo todos igualmente hijos, como a cada uno se le ha encomendado una misión, lo importante es cumplirla lo mejor posible. Ahí está la santidad.
Sucede lo mismo que en la familia. Si un hijo es médico, otro estudiante y otro electricista, todos deben cumplir con sus deberes respectivos; y aunque hagan distintas cosas, tienen la misma dignidad de hijos, y los padres aprecian la perfección con que cada hijo cumple con lo que se le ha encargado. Esta es la manera de vivir la comunidad eclesial.
Niño: ¿Cuáles son los deberes del Papa?
Jesús: Entre otros servicios, el Papa debe servir a la Iglesia manteniéndola en la fe y en la unidad. Por eso mi Espíritu lo asiste para que no pueda equivocarse cuando enseña a mi Iglesia. Por eso también, donde está el Papa está mi Iglesia.
Niño: ¿Y el Papa no puede equivocarse?
Jesús: Cuando enseña a toda la Iglesia la fe y la moral, no.
Niño: ¿Y cuando enseña otras cosas, sí?
Jesús: Se puede equivocar como cualquier hombre.
Niño: Ya. No acababa yo de entender bien eso de que el Papa no puede equivocarse. Porque si no se pudiese equivocar en nada, y por ejemplo, jugase a las quinielas... ¡menuda!
Jesús: Nada de quinielas. No se puede equivocar cuando enseña a toda la Iglesia mi doctrina y mi verdad. Que para eso estoy yo con Él por medio de mi Espíritu.
Niño: ¿Cuáles son los deberes de los obispos?
Jesús: Los obispos, unidos al Papa, enseñan la fe y mantienen en la unidad a la porción de la Iglesia que se les ha confiado.
Niño: ¿Los obispos tampoco pueden equivocarse cuando enseñan la fe?
Jesús: Cada obispo puede equivocarse, pero todos juntos, unidos al Papa, no.
Niño: Y cómo es que ha habido Papas y Obispos que no han sido buenos?
Jesús: Una cosa es no equivocarse cuando enseñan mi doctrina, y otra, cometer pecados. Cuando enseñan mi doctrina, soy yo quien enseña a través de ellos. Por eso no pueden equivocarse. Pero pueden cometer pecados como cualquiera.
Niño: ¿Qué es lo que hacen los sacerdotes?
Jesús: Lo mismo que hice yo y que hacen el papa y los obispos: predicar, administrar los sacramentos y ser pastores de la Iglesia.
Niño: ¿Esto no lo podrían hacer siendo casados?
Jesús: Sí, pero a mí me gusta más que sean como yo, dedicados sólo a la misión que yo les he encomendado, que es la misma que el Padre me encomendó a mí. Hay muchos hombres que no me conocen ni me aman, y yo quiero que todos me conozcan y me amen; para eso envío a mis sacerdotes. Y quiero que estén libres de otras ocupaciones como yo lo estuve, para que puedan dedicarse por completo a todos los que necesiten de ellos, como hice yo. Además, si los sacerdotes se casasen, ¿quiénes crees que serían sus preferidos?
Niño: Su mujer y sus hijos.
Jesús: Pues a mí me gusta más que los preferidos del sacerdote sean los pobres, los enfermos, los pecadores... como también fueron mis preferidos; me gusta que la vida del sacerdote esté ordenada a la salvación de todos los hombres, como lo estuvo la mía; y que se la dediquen a todos por igual, como hice yo.
Niño: Pero he oído decir también que tus apóstoles estaban casados. San Pedro estaba casado porque curaste a su suegra, pero su mujer no aparece en el Evangelio; ¿había muerto ya? De los demás Apóstoles había muchos casados?
Jesús: Nada, que sigues siendo muy curioso. No te digo más de lo que se dice en el Evangelio. Léelo bien y verás cómo pienso. En mis tiempos se valoraba más el matrimonio que la virginidad, porque todos deseaban que el Salvador fuese uno de sus descendientes. La virginidad la vivimos perfectamente mi madre y yo. Pero mi Espíritu ha ido haciendo comprender a mi Iglesia lo bonita que es la virginidad y lo necesaria que es para el Reino de los Cielos.
Como te decía, me gusta que mis sacerdotes estén como yo, totalmente libres y disponibles para dedicarse a la salvación de todos los hombres; aunque esto no todos lo comprenden, ni antes ni ahora.
Niño: He oído hablar de los consagrados. ¿Quiénes son?
Jesús: Supongo que conocerás algún religioso o religiosa que tienen colegios o algún asilo, o que se han ido a misiones, o que se dedican a la oración y nunca salen del convento; son los consagrados. También hay consagrados que viven en sus casas y trabajan en escuelas o en oficinas o en cualquier otro trabajo...
Hay muchas maneras de vivir la consagración; pero todos ellos coinciden en que renuncian a casarse, para dedicarse por completo al servicio de la Iglesia y del Evangelio; como yo. Quieren imitar mi estilo de vida y están dispuestos a lo que sea, para que yo sea conocido y amado por todos los hombres.
Niño: Debe ser muy bonito ese estilo de vida, Jesús.
Jesús: Lo es, lo es. Nada menos que es mi propio estilo de vida y el de mi madre. Yo les miro con un cariño especial porque fíjate que han renunciado a todo, hasta han renunciado a formar una familia propia y así poder estar más libres para ayudarme a extender el Reino. ¿Que tienen defectos? Como los tenéis todos, pero me gusta su disposición para dedicarse a mi obra como yo.
Niño: ¿Qué es lo que hacen los seglares?
Jesús: Los seglares trabajan en cualquier profesión dentro del mundo, y buscan que el mundo vaya siendo como a mí me gusta: como la gran casa familiar en la que vivan todos los hombres como hermanos. Uno de sus campos más importantes es, si son casados, ir haciendo que su familia sea como una pequeña iglesia donde se me ame y se me quiera.
Te pido, Señor por todos los miembros de tu Iglesia para que todos cumplan con la tarea que les has encomendado; por el Papa y los obispos para que les ayudes a dirigir a tu Iglesia y a predicar tu palabra; por los sacerdotes y por los consagrados para que nos ayuden a quererte mucho; por nuestros padres para que se quieran mucho y nos quieran; por todos los que trabajan por ti en medio del mundo y en todas las profesiones.
Por último, te pedimos que sigas invitando a jóvenes y a Niños para ser sacerdotes o para consagrarte sus vidas. Sigue llamando, Señor. Los jóvenes son generosos. Y los Niños, más todavía. Haz la prueba y verás.
José Gea