A veces parece que el pecador es quien se enfrenta a las apariencias y señala el vacío escondido detrás de tantas estructuras humanas. Pero el pecador es algo muy diferente:
Pero, ¿quién es pecador sino el que rechaza verse como tal? Dejar de reconocerse pecador ¿no es hundirse más en su propio pecado y, para decir verdad, identificarse con él? Y ¿quién es el injusto sino aquel que se cree justo?... Vamos, fariseo, confiesa tu pecado y podrás venir a la mesa de Cristo; por ti Cristo se hará pan, ese pan que se romperá para el perdón de tus pecados: Cristo será para ti la copa, esa copa que será derramada para el perdón de tus faltas. Vamos, fariseo, comparte la comida de los pecadores y Cristo compartirá tu comida; reconócete pecador y Cristo comerá contigo; entra con los pecadores al festín de tu Señor y podrás no ser ya más pecador; entra con el perdón de Cristo en la casa de la misericordia. (San Pedro Crisólogo. Sermón 30)
¿Queremos que Cristo nos salve, nos perdone y nos guíe? Empecemos por reconocernos pecadores y desmontar todos simulacros y mentiras que nos permiten aparentar lo que no somos. ¿Queremos comer con Cristo? Sintamos nuestra culpa y pidamos misericordia y perdón al Señor? La misericordia necesita del arrepentimiento y el dolor de corazón del penitente. Si quieres cenar con el Señor, abájate a ser como los demás porque todos tenemos las mismas pasiones y cometemos los mismos errores.
He escuchado varias veces una interpretación de todo esto, que no deja de ser imaginativa, pero no por ello deja de ser falsa. Hay quien dice que tenemos que pecar y que el Señor quiere que lo hagamos para acogernos y perdonarnos. Dios no puede desear que suframos, aunque si lo hacemos, nos ofrezca su Medicina. El pecado, como dice San Pedro Crisólogo es creer que somos más que los demás o incluso, más que Dios mismo. Desde Adán, intentamos ser como Dios, para sustituirle y dominar todo lo que nos rodea.
Cristo nos llama a la humildad, pero no a una humildad aparente que esconda la soberbia detrás de muchas capas de apariencias. Sólo así entraremos en la casa de la misericordia.