Hay noticias que a uno le dejan triste, horrorizado, desalentado. Si Dostoievski decía que la belleza salvaría al mundo, lo cierto es que nuestro mundo se empeña en destruir cualquier traza de belleza. Quizás porque esta condenado y su condena es justa.

Lo que ven en la imagen que hoy les traigo es la última ofensiva del feísmo que la modernidad se empeña en imponernos, cueste lo que cueste. Parece que no pueden soportar el legado de belleza que nos dejó la Edad Media, esa edad luminosa, en Chartres. Y han decidido cargarse la visión que los peregrinos tienen hoy al llegar a la catedral con un espanto de hormigón. Y porque no pueden dinamitar la catedral, que si no...

Los planes del ayuntamiento son instalar en esta nueva construcción un "centro de interpretación". Me parece francamente significativo: pasamos de una catedral consagrada al Misterio, a lo sagrado, a un centro de interpretación porque ya no entendemos nada y nos lo tienen que explicar con multimedias, peliculitas y audífonos. Y nos explicarán cosas muy interesantes pero secundarias, incapaces como somos de penetrar en el Misterio, que es lo que más importaba a quienes levantaron Chartres y que nosotros no queremos ver, no sea que nuestra miserable vida quede en evidencia.

Comenta Andrew Cusack sobre el susodicho proyecto:

"Con un costo proyectado de 23,5 millones de euros, una losa gigante sobresale como si hubiese sido desplazada por un terremoto. El turista, tras pagar su entrada, es invitado a su vientre infernal, mientras que otros hablan del techo inclinado hacia arriba de la losa, ideal para contemplar la belleza recién mercantilizada de esta catedral medieval. Todo está diseñado para Instagram, en lugar de para la reflexión y la contemplación."

En La Tribune de l'Art, Didier Rykner escribe: "Todo esto es pura y simplemente grotesco... Esta arquitectura, que se parece vagamente a la de un estacionamiento, es terriblemente mediocre y está frente a una de las catedrales más bellas del mundo". Y concluye que estamos ante un "proyecto megalómano y hueco, costoso y estúpido".

Es Cusack quien hace esta certera reflexión: "Habiendo caminado de París a Chartres, puedo imaginar cuánto perjudicará esta propuesta a la experiencia de los peregrinos. Después de tres días en el camino, llegar a Chartres, pararse en la plaza y contemplar esta obra de belleza, devoción y amor por la Santísima Virgen es una experiencia profunda. Si se construye, este plan privaría a al menos una o dos generaciones de tener esta experiencia. (Pero solo una generación o dos, porque es simplemente inimaginable pensar que este edificio no será demolido en el futuro)".

Fealdad, brutalismo, pedagogismo banal, mercantilización... todo esto se alía para destruir la belleza de la catedral de Chartres. Un signo de nuestros tiempos.