Os recordamos la Jornada del día 23 de este mes de enero, sobre Alimentación y Salud según Santa Hildegarda, de 1 día de duración en Madrid.
Como sabéis nuestra intención es acercaros al maravilloso legado que esta Doctora de la Iglesia nos dejó. Nuestro deseo es dar a conocer y poner a vuestra disposición algunos de los recursos que, fruto de sus visiones, nos ha transmitido para nuestra salud del cuerpo del alma y para acercarnos y orientarnos por los caminos que conducen al Señor, que es en definitiva el fin último de nuestra vida aquí en la tierra.
Estos días son los mejores para acercarnos a la obra de Santa Hildegarda, entre otras cosas porque no tenemos otros. Cada momento de nuestra vida y del entorno social que nos corresponde vivir es el mejor momento para caminar hacia el Señor. Santa Hildegarda siempre parte de la conveniencia de lograr el equilibrio entre lo corporal, lo anímico y lo espiritual (somos hijos de Dios en Jesucristo por el Bautismo) y para ello nos aconseja remedios que al equilibrar nuestras funciones corporales también favorecen que nuestra vida espiritual no se vea dificultada por una situación física limitante.
Por ejemplo si no dormimos bien no podemos tener la mente clara y no podemos ni orar ni realizar nuestras actividades al 100% además de que un insomnio pertinaz nos debilita y enferma.
¿Qué propone Santa Hildegarda para evitar el insomnio?
El Dr. Strehlow, explica en su Manual de Medicina de Santa Hildegarda:
“Durante el sueño, si es natural, fisiológico, todo el cuerpo se regenera. Santa Hildegarda describe todo un proceso de descargas activas que serían perturbadas o bloqueadas por la acción química de un somnífero. De manera que, el sueño, logrado gracias a la acción estupefaciente de un somnífero, no es un sueño reparador”.
O dicho con las palabras de Santa Hildegarda:
“Entonces en el sueño, el alma del ser humano revigoriza los nervios con todas sus fuerzas reagrupadas y así, fortifica los huesos, regenera la sangre (hematopoyesis), renueva los tejidos, reúne los distintos miembros (regeneración del pericondrio) y amplifica en el subconsciente la sabiduría y la ciencia del hombre… en el sueño la médula nerviosa se calienta porque entonces crece, se engorda y se clarifica”. (CC 81, 32-82, 4).
Santa Hildegarda también hizo notar, que la vida onírica depende ampliamente de nuestra preparación personal para conciliar el sueño y nuestra actitud frente a él. Los “restos” del día, los problemas no resueltos, una falta de equilibrio en la sexualidad, pueden desembocar en pesadillas que impiden un sueño reparador. De ahí la gran importancia que tienen los preparativos antes de ir a dormir.
No es recomendable, ni escuchar músicas estridentes, ni ver la televisión, ni leer novelas excitantes antes de dormir, ni saltarse los horarios habituales, ni cenar en exceso. En cambio los estímulos relajantes que, a través de los sensores cutáneos, predisponen al sueño como, por ejemplo, un baño caliente con lavanda, caminar por la naturaleza o por la playa si se puede, dormir sobre una piel de tejón o un cojín de betónica pueden poner remedio incluso en casos de insomnio crónico.
Santa Hildegarda dice al respecto:
“El que es torturado habitualmente por falsos sueños, debería tener cerca de él, cuando se va a dormir, planta de betónica , y tendrá menos malos sueños”. (PL 1182 C)
Para los adultos en los casos en que, además, el día ha sido excesivamente duro y vemos que va a ser difícil desconectar o incluso lo hemos terminado mal poniéndole la guinda de una discusión familiar, tenemos el vino “apagado”.
En estos casos tomar unos sorbos de una tacita caliente de vino “apagado” con el cónyuge o incluso con los hijos si son ya mayores, nos será de gran ayuda. Para hacer el “vino apagado” (para 2 personas) se ponen a hervir unos 200ml de vino tinto, 2-3 minutos a fuego vivo, para que hierva con fuerza, y, a continuación, se “apaga” echándole de golpe 100 ml de agua a temperatura ambiente. Luego se toma caliente a sorbitos en sendas tazas (el efecto tranquilizante no se debe al alcohol, pues se ha evaporado por la cocción) y se experimenta una agradable sensación de paz que invita a conciliar el sueño.
Y para terminar, deberíamos experimentar cada noche los beneficios que nos aporta acabar el día con una oración que, si se realiza con todos los miembros de la familia, todavía tiene mayor efecto. Cada día lo deberíamos concluir como si fuera el último, con la disposición de ánimo del que se pone en las manos de Dios y relativiza sus problemas a la luz de esa realidad. Y, cada mañana, deberíamos empezar el día alabando y bendiciendo al Señor con la misma ilusión y agradecimiento que podría tener un bebé que fuese consciente y pudiese expresar su alegría por el primer día de su vida.