5. CUATRO GOLPES DE CINCEL LABRAN UN ALMA GRANDE (1)
“Carlos era un ídolo de los chicos católicos de Münster.
En 1939, la Gestapo le consideró peligroso,
lo encerró y lo envió a Dachau”.
La vida de Carlos María Leisner se nos presenta desde ahora como una obra drámatica en cuatro actos. La acción transcurre desde mediados de 1934 hasta noviembre de 1939, fecha en que será detenido por la Gestapo. El Leisner de Dachau se forja con cada uno de los golpes que recibirá durante estos años.
1934. Leisner ingresa en el Colegio Borromeo de Münster para estudiar Teología, con el deseo de prepararse para el sacerdocio. Sin embargo, en los primeros días del mes de abril tiene que presentarse en el campamento de Dahlem (Sajonia) para el Servicio de Trabajo, lo que supondrá una pausa en sus estudios. El mundo que le toca conocer es totalmente opuesto a sus ideales. Se trataba de sujetar un remolino de corrientes adversas, manteniéndose firme. Las luchas por su vocación sacerdotal, que él cree acabadas, no habían concluido aún. Carlos María escribe en su diario:
P or eso examínese el que, para siempre, quiera unirse a una mujer. Seria y gravemente resuenan esas palabras. Ante mí, hay una época difícil de pruebas, de severidad, de luchas por la firmeza en las resoluciones y por mi vocación. Más seria y más difícil de lo que yo pensaba. Oscuro futuro, ¡oh corazón inconstante y desordenado! ¡Oh sufrimiento profundo, oscuro y doloroso! ¿Regresaré como un ser maduro?
Deprimido por el ambiente de materialismo y de frivolidad, solamente encuentra unos pocos que piensan como él. A su alrededor todo parece dirigido exclusivamente hacia el goce de la vida, los placeres del cuerpo y el amor terreno. Atormentado se interroga:
...Me siento como si ni yo mismo supiera lo que sucede dentro de mí. Siento un estrépito y una furia de tempestades mezcladas con extrañas sensaciones de un despertar primaveral en el cuerpo, en mi espíritu y en mi alma. ¡Y qué difícil es en la vida decidirse por un camino! El sacrificio ¿lo es todo? ¿Puedo renunciar a lo admirable de una muchacha y a una descendencia que perpetúe mi espíritu? ¿Puedo renunciar a todas las alegrías y las luchas de una santa unión con un ser amado? Y, ¡ay!, el gran anhelo me abandona. Y, sin embargo, todo tiende en mí hacia la santidad y la entrega total al Señor.
¡Qué le importa entonces tener que cargar pesados tablones; extraer turba desde los fosos, con agua hasta las rodilla; pertenecer a un verdadero rebaño de ganado; presenciar las más grandes escenas de inmoralidad o soportar, sin decir una palabra, las invectivas del ministro de propaganda Goebbels sobre el sacerdocio y los procesos contra los sacerdotes!
Su problema es de decisión interna. Así dice en su diario: ...una vida sin compromisos... María, que a la voluntad de Dios en su vida responde con un sí total. María, sí. María con su actitud refleja una integridad total. Con todo, él no encuentra todavía la palabra para decidirse.
De regreso a su hogar, finalizado el Servicio de Trabajo, Carlos María encuentra a la Gestapo en su casa. Eran las 7,15 de la mañana del 29 de septiembre. Él mismo tiene que rendir cuentas ante la policía. La visita duró hasta la diez y media.
Los dos señores, dejándome un certificado, se llevaron consigo mi diario y el de Willie... Después quedé totalmente agotado y profundamente deprimido. No voy a olvidar en la vida ésta primera mañana en mi casa, tras licenciarme del Servicio de Trabajo. Lo más santo, lo más personal, lo más íntimo... No, no debo pensar en eso, porque me invade una profunda tristeza de que una cosa así pueda suceder en el pueblo alemán... ¡Oh, siento como si me hubiese desengañado de mi Patria! Esto lo escribí con amargas lágrimas. Esta experiencia me ha dejado indeciblemente triste... La finura de estas cosas delicadas, la lucha vigorosa por la madurez y la vocación, por Cristo, por la Iglesia y la Patria, todo es pisoteado. ¡Vergonzoso! Mi alma, todos estos días, gritaba y estuvo confundida y llena de profunda agitación. Es amargo, es amargo, pero ¡no te dejes amargar!
Carlos María necesita tiempo para resolver el mar de dudas en el que se encuentra. Poco a poco madura la decisión al sacerdocio. Sobre todas las cosas le atrae una tarea:
Debo ser un dirigente para la juventud alemana; tengo que estar preparado para ofrecer la vida. Mi tarea es conducir a la juventud católica hacia los problemas de la Patria. Construir una nueva Alemania por medio de los jóvenes católicos y santos. Tengo un amor ardiente al pueblo alemán. Todo lo malo está olvidado: obrar y pensar bien. Alemania debe llegar a ser de nuevo un pueblo católico, como lo fue en un tiempo, en la gran época del Imperio y del pueblo alemán.
“Carlos era un ídolo de los chicos católicos de Münster.
En 1939, la Gestapo le consideró peligroso,
lo encerró y lo envió a Dachau”.
La vida de Carlos María Leisner se nos presenta desde ahora como una obra drámatica en cuatro actos. La acción transcurre desde mediados de 1934 hasta noviembre de 1939, fecha en que será detenido por la Gestapo. El Leisner de Dachau se forja con cada uno de los golpes que recibirá durante estos años.
1934. Leisner ingresa en el Colegio Borromeo de Münster para estudiar Teología, con el deseo de prepararse para el sacerdocio. Sin embargo, en los primeros días del mes de abril tiene que presentarse en el campamento de Dahlem (Sajonia) para el Servicio de Trabajo, lo que supondrá una pausa en sus estudios. El mundo que le toca conocer es totalmente opuesto a sus ideales. Se trataba de sujetar un remolino de corrientes adversas, manteniéndose firme. Las luchas por su vocación sacerdotal, que él cree acabadas, no habían concluido aún. Carlos María escribe en su diario:
P
Deprimido por el ambiente de materialismo y de frivolidad, solamente encuentra unos pocos que piensan como él. A su alrededor todo parece dirigido exclusivamente hacia el goce de la vida, los placeres del cuerpo y el amor terreno. Atormentado se interroga:
...Me siento como si ni yo mismo supiera lo que sucede dentro de mí. Siento un estrépito y una furia de tempestades mezcladas con extrañas sensaciones de un despertar primaveral en el cuerpo, en mi espíritu y en mi alma. ¡Y qué difícil es en la vida decidirse por un camino! El sacrificio ¿lo es todo? ¿Puedo renunciar a lo admirable de una muchacha y a una descendencia que perpetúe mi espíritu? ¿Puedo renunciar a todas las alegrías y las luchas de una santa unión con un ser amado? Y, ¡ay!, el gran anhelo me abandona. Y, sin embargo, todo tiende en mí hacia la santidad y la entrega total al Señor.
¡Qué le importa entonces tener que cargar pesados tablones; extraer turba desde los fosos, con agua hasta las rodilla; pertenecer a un verdadero rebaño de ganado; presenciar las más grandes escenas de inmoralidad o soportar, sin decir una palabra, las invectivas del ministro de propaganda Goebbels sobre el sacerdocio y los procesos contra los sacerdotes!
Su problema es de decisión interna. Así dice en su diario: ...una vida sin compromisos... María, que a la voluntad de Dios en su vida responde con un sí total. María, sí. María con su actitud refleja una integridad total. Con todo, él no encuentra todavía la palabra para decidirse.
De regreso a su hogar, finalizado el Servicio de Trabajo, Carlos María encuentra a la Gestapo en su casa. Eran las 7,15 de la mañana del 29 de septiembre. Él mismo tiene que rendir cuentas ante la policía. La visita duró hasta la diez y media.
Los dos señores, dejándome un certificado, se llevaron consigo mi diario y el de Willie... Después quedé totalmente agotado y profundamente deprimido. No voy a olvidar en la vida ésta primera mañana en mi casa, tras licenciarme del Servicio de Trabajo. Lo más santo, lo más personal, lo más íntimo... No, no debo pensar en eso, porque me invade una profunda tristeza de que una cosa así pueda suceder en el pueblo alemán... ¡Oh, siento como si me hubiese desengañado de mi Patria! Esto lo escribí con amargas lágrimas. Esta experiencia me ha dejado indeciblemente triste... La finura de estas cosas delicadas, la lucha vigorosa por la madurez y la vocación, por Cristo, por la Iglesia y la Patria, todo es pisoteado. ¡Vergonzoso! Mi alma, todos estos días, gritaba y estuvo confundida y llena de profunda agitación. Es amargo, es amargo, pero ¡no te dejes amargar!
Carlos María necesita tiempo para resolver el mar de dudas en el que se encuentra. Poco a poco madura la decisión al sacerdocio. Sobre todas las cosas le atrae una tarea:
Debo ser un dirigente para la juventud alemana; tengo que estar preparado para ofrecer la vida. Mi tarea es conducir a la juventud católica hacia los problemas de la Patria. Construir una nueva Alemania por medio de los jóvenes católicos y santos. Tengo un amor ardiente al pueblo alemán. Todo lo malo está olvidado: obrar y pensar bien. Alemania debe llegar a ser de nuevo un pueblo católico, como lo fue en un tiempo, en la gran época del Imperio y del pueblo alemán.