El abad Atanasio, monje, que divulgó las virtudes del desierto, tenía un libro escrito en finísimo pergamino que valía dieciocho céntimos. Contenía el Antiguo y el Nuevo Testamento. Un día fue a visitarlo un hermano que al ver el libro lo cogió y se marchó. Cuando el abad Atanasio se dio cuenta de que el libro había desaparecido y aunque pensó que se lo acababa de llevar el hermano, no envió a nadie tras él para averiguarlo, por temor a que el hermano añadiese el perjurio al robo.
El hermano bajó a un comerciante de la ciudad para vender el libro. Pidió por él quince céntimos. El comerciante dijo:
«Déjame el libro. Averiguaré si vale lo que pides.»
El comerciante llevó el libro al abad Atanasio y dijo: «Padre, echa una mirada a este libro y dime si vale quince céntimos.» El abad Atanasio respondió: «Sí, es un buen libro. Pienso que vale más.»
El día convenido, el comerciante dijo al hermano:
«Aquí está tu dinero. Se lo enseñé al abad Atanasio y me dijo que podía pagar lo que pides.» El hermano preguntó:
«¿No te dijo nada más?»
«No», manifestó el comprador.
De pronto el hermano dijo: «He cambiado de idea y no quiero vender el libro.»
Y a toda prisa se fue a ver al abad Atanasio y con lágrimas en los ojos le devolvió el libro. Pero el abad no quería aceptarlo y le decía: «Vete en paz, hermano. Te lo regalo.»
Pero el hermano repetía: «Si no lo coges, nunca más tendré paz.»
Después de esto el hermano permaneció junto al abad el resto de sus días.
La Sagrada Escritura afirma:
«Si el impío se convirtiere de su pecado... y restituyere lo robado... ciertamente vivirá» (Ex 22,3; Ez 33,15; Lv 6,4, etc.).
Sí, vivirá en paz.
Alimbau, J.M. (1998). Palabras para momentos difíciles. Barcelona: Ediciones STJ.