Hace unos años, en la avenida Diagonal, frente a las distintas Facultades de la Universidad de Barcelona, en una de las mil tiendas de campaña plantadas para pedir que se destinara un tanto por ciento del P.I.B. para los pueblos que padecen hambre, se leía el rótulo siguiente:
«Con tantos estudios no tengo tiempo para pensar.»
La mejor manera para que uno no cambie nunca y todo quede igual... es no pensar.
Shakespeare, en su obra Julio César, escribe: «Él piensa mucho: hombres así son peligrosos.»
«Si alguno de vosotros pensare -escribe A.G.-, yo le diría: no pienses. Pero no es necesario. Seguid así, hijos míos, sin pensar, y yo os prometo paz y patria feliz, orden y silencio.»
Hay mucha gente que es incapaz de pensar.
Quien no piensa:
- Anda mucho pero no sabe adónde va;
- Es influible y manipulable;
- Cae en las redes de muchos intereses;
- Renuncia a lo mejor de la persona: pensar.
Un hombre que piensa: pertenece a la especie, no al sexo.
Quien piensa: puede llegar a ser solidario y a muchas otras cosas más.
Pensar: es moverse en lo concreto y trascender lo humano.
«Evidentemente el hombre ha sido creado para pensar», escribía Pascal. Y Jaime Balmes: «El pensar bien consiste en conocer la verdad. Y la verdad es la realidad de las cosas.»
Alimbau, J.M. (1998). Palabras para momentos difíciles. Barcelona: Ediciones STJ.