El mismo Ayuntamiento madrileño ha jibarizado el Belén de otros años en su Gran Palacio de Cibeles reduciéndolo hasta seis metros cuadrados, a pesar del gran espacio que tiene su recibidor. La realidad es que apenas tiene visitantes y esa sede está más vacía y triste en esta Navidad. En cambio la antigua Casa de Correos, sede de la Autonomía de Madrid en la Puerta del Sol ha mantenido el tradicional Belén, siempre renovado, y recibe gran afluencia de visitantes que hacen colas con tal de disfrutar de la Navidad.
Por otra parte, frente a los grandes almacenes, como El Corte Inglés afectados de asepsia que intentan seducirnos con animalitos cantarines pero sin Navidad, muchos comercios pequeños exhiben con naturalidad sus Belenes y atraen más clientes. Sin embargo ese pueblo teóricamente católico se deja el sueldo en esas grandes superficies.
Además, los Reyes Magos contagiados de ideología de género disfrazados ahora de mujer son el hazmerreir de los vecinos que no cesan de hacer chistes por internet. Y peor sustituirlos por tres señoras a todo color para representar la Libertad, la Igualdad, y la Fraternidad, por aquello de la Revolución francesa en medio de un mar de cabezas guillotinadas. No creo que sea la intención del alcalde de Valencia, el señor Ribó. Incluso la concejala Esther Gómez del distrito de la Arganzuela ha prohibido al colegio Arenales participar en la cabalgata como vienen haciendo desde hace años porque le parece que discrimina al tener aulas distintas para chicos o para chicas. La AMPA de ese colegio ha decidido emplear el dinero destinado a la carroza a comprar más juguetes y distribuirlos ese día a las familias de la Cañada Real. Y es que la libertad generosa tiene innumerable salidas que el totalitarismo no puede cerrar.
Una vez más son las ocurrencias de la extrema izquierda que intenta inútilmente disolver la Navidad ocultando que celebramos el nacimiento del Niño Dios, que abre sus brazos incluso a los que no le quieren recibir. Es una disolución que acaba en luces, flores y nieve, inexistente por cierto esta Navidad, como si fuera una broma de la naturaleza creada por Dios a ver si los laicistas recuperan al menos un poco de sensatez porque su fe la damos ya por finiquitada. Y así su alegría destellos, pelucas ridículas y matasuegras se disuelven como pompas de jabón.