Otra pieza más de las que aparece mientras uno navega por la red investigando sobre el tema de la persecución religiosa. Gracias a la Biblioteca Virtual de la Provincia de Málaga, que es un proyecto puesto en marcha por la Diputación de Málaga, con el objetivo de reunir, preservar y difundir a través de Internet, las colecciones digitales del patrimonio bibliográfico malagueño, no sujeto a derechos de autor, que se conservan en distintas instituciones de la provincia de Málaga.
El vapor Marqués de Chavarri fue usado como prisión desde agosto de 1936 hasta el 8 de febrero de 1937, fecha en que Málaga fue ocupada por el ejército nacional. Los prisioneros en el Marqués de Chavarri sufrieron represalias cada vez que la aviación nacional bombardeó Málaga, y un cierto número de ellos fue fusilado en venganza por los bombardeos. Aquí lo que nos cuentan los padres paúles:
Momentos difíciles 4: Málaga, 1936, siete meses de prisión - Somos Vicencianos (vincentians.com)
Y aquí el enlace para descargar el libro: grupo.cmd (malaga.es)
Esto es lo que podemos leer nada más introducirnos en sus páginas:
A D. Francisco Palma García
Este ilustre escultor malagueño llegó detenido a la bodega del buque-prisión Marqués de Chavarri el día 4 de noviembre. ¿Su delito? Ser católico y artista. Ustedes deben comprender que un hombre que se dedica a hacer santos no tiene sitio al lado de los rojos. ¡Matarlo será lo mejor, para que ya no haga más Cristos ni más Vírgenes! Con este fin es llevado al buque-prisión. Entra en la bodega con la misma risa en los labios: lo mismo que si se le viese entrar en el Café Inglés, en la tertulia de sus amigos. La sonrisa es la verdadera fisonomía de este gran artista. Con su chambergo y su chalina de bohemio, D. Paco entra en la bodega repartiendo abrazos y apretones de manos. Aquí, como en todos lados, tiene muchísimos amigos. A todos saluda con el mismo afecto y sencillez. Con esa modestia que sólo está permitida a los grandes genios, que son los que pueden permitirse el lujo de ser democráticos y descender hasta el nivel de los demás mortales.
Lleva ya entre nosotros cuatro o cinco días, sin que le abandone su buen humor y sin pensar en lo que le tenga preparado el destino. Como él no ha hecho daño a nadie, está tan tranquilo, creyendo, sin duda, que todos son iguales que él y que n i aquí ni en ningún sitio corre el menor peligro.
Al saber que está detenido, son muchos los obreros "auténticos" que trabajan por conseguir su libertad. A él no se le ha arrimado nadie a pedirle un favor que inmediatamente no haya tratado de remediarlo en el acto. Decir que tiene un corazón muy grande, no sería lo justo; podemos decir que todo él es corazón, y nos aproximaremos a la verdad.
A la bodega se asoma uno de los secretarios del Juzgado. Le llama y le dice:
-A ti te vamos a poner en libertad mañana o pasado; tú no has hecho nada, y vas a ir a la calle.
-Gracias, hijo, muchas gracias, y que Dios te lo pague.
[En la Iglesia de la Merced, don Francisco Palma -en el centro de la foto con pajarita- con la cofradía de los Carteros... nada de lo que veis ha sobrevivido, ni imagen , ni Iglesia, ni personas... Bajo estas líneas: El escultor Francisco Palma García culminado el proceso de policromía de su grupo de La Piedad. La imagen está tomada en el taller del artista, en la calle Cobertizo del Conde, 1928. Archivo Histórico Fotográfico de la Universidad de Málaga].
Al oír estas frases de D. Paco Palma, todos nos echamos a reír, y él, dándose cuenta de lo que ha dicho, rectifica con todo el salero:
-Perdona, hombre, perdona; quería decir "Salud". Salud, y muchas gracias.
Ha sido tan grande el golpe de gracia que ha tenido, que hasta los milicianos que vienen con el del Juzgado se han echado a reír.
Por la noche, sentados en los colchones, hacemos un rato de tertulia, y me habla de este modo:
-Me ha dicho el señor Matta que tú eres aquí el m ás antiguo y que has estado con todos los que han matado en la cárcel. ¿Cómo te escapaste?
-Ni yo mismo lo sé. Como no sea para que hubiese alguien que lo contara, de otro modo no me explico el milagro.
-Cuéntame, cuéntame. ¿Cómo fue lo de los marinos?
Su sed de noticias es muy grande. Le voy contando todo lo que he visto. Como si fuese un niño chico, al que su abuelita estuviera contando una narración de los Magos de Oriente. Así, con esa ansiedad me está oyendo; solo de cuando en cuando, pronuncia esta palabra: ¡Qué horrible!, ¡qué horrible!
-Oye, ¿cómo salió mi amigo don Antonio Baena? ¿Le vistes?
-Muy tranquilo y con gran serenidad se entregó a sus verdugos.
- ¡Qué canallas!, ¡qué canallas! ¡Con lo bueno que era ese hombre, matarlo de esa manera!
- ¿Y a mi amigo don Rafael Pérez Bryan, le vistes?
-Fue a la muerte como un "Santo". La abnegación que tuvo para los enfermos, que estaban heridos más moral que físicamente, no tiene comparación más que con su devoción. Quizás presintiera su próximo fin. ¡Todos le querían mucho!
-Oye, tú lo que debías de hacer, es escribir un libro de todo eso; que las familias se enteraran de todo lo que me has contado.
- ¿Yo, escribir un libro? ¡Pero si yo no he pensado nunca ni en ser periodista! ¿Usted sabe en el trajín que me quiere meter, don Paco?
-Todo eso debes de hacerlo, la Virgen te ayudará. O por lo menos, si no quieres escribir el libro, me haces unos apuntes de todo lo que te acuerdes, para que yo se los dé a mi amigo González Anaya, para que él lo haga.
-Ve usted, eso ya es más razonable, y le prometo, que, si Dios me saca de aquí con vida, lo haré.
Así empecé a escribir este libro, poco a poco, me fui entusiasmando con mi obra; a medida que iba escribiendo iba recordando lo sucedido. Se han quedado en el tintero muchas cosas interesantes; unas que no vi y otras que no me acuerdo. ¡Aquellos días, fueron muy horribles! A uno no le daba tiempo para pensar en nada que no fuera salir de aquel infierno. A don Francisco Palma García, dedico este modesto libro. No hice más, porque no sabía; puse en él todo mi afán por honrar a los Mártires que dieron su vida por Dios y por España, y por cumplir el encargo hecho por un caballero, al que estimo de corazón.
Francisco Lluch F. Valls